Ha pasado ya una semana desde el cuadragésimo segundo cumpleaños de ´la Juancarlona´, y por unos u otros motivos no se ha dejado de hablar de sus estrecheces. De cómo se le va notando cada vez más que está entrando de lleno en la crisis de la cuarentena, lo cual no deja de tener su importancia si se piensa que la más longeva de las seis anteriores „la muy conservadora de 1876„ estuvo vigente 47 años, hasta el golpe de estado de Primo de Rivera. No parece que convenga olvidarlo, precisamente ahora que un grupo de ex altos mandos militares han conseguido teñir este aniversario con sus nostalgias totalitarias tanto públicas „en forma de misivas expresando su preocupación al monarca„ como privadas, en un chat en el que uno de ellos llega a plantear que «no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de españoles».

(Aunque sólo fuera de cara a la puesta en práctica de su plan, cabría recordarle al ´angelito´ en cuestión que los nazis necesitaron una infraestructura de unas 42.500 instalaciones „entre campos de concentración, guetos, factorías de trabajos forzados y otros lugares de detención a lo largo de buena parte de Europa„ y la colaboración activa de entre 100.000 y 500.000 personas para confinar y eliminar a sus entre once y quince millones de víctimas „que además de los seis millones de judíos, incluyeron también a millones de polacos, comunistas, homosexuales, gitanos, discapacitados físicos y mentales, prisioneros de guerra, etcétera).

Se habla mucho también de que con la cuarentena, a ´la Juancarlona´ le han salido unas enormes cartucheras en forma de jurisprudencia establecida por las sentencias del Constitucional, del Supremo y los tribunales europeos: a día de hoy, el tomo que en menos páginas da cuenta de todo ello no baja de las setecientas, lo que conlleva que el verdadero alcance de sus artículos (ya interpretados o decantados en alguno de los sentidos posibles de su ambiguamente medida redacción original) sea poco menos que inaccesible o incomprensible para una amplia mayoría de los/as ciudadanos/as, incluso de los medianamente formados, en un país en el que un elevadísimo porcentaje de ellos „graduados en Lengua Española o Derecho incluidos„ son directamente incapaces de escribir sin faltas de ortografía, no digamos ya de comprender cabalmente un texto legal o elaborar respecto del mismo un argumento crítico medianamente sostenible.

De lo que no cabe duda alguna es de que llevamos muchos años de retraso en la imprescindible puesta al día de una Constitución marcada por la tensión entre lo que es urgente y necesario cambiar de ella y la imposibilidad manifiesta de llevar a cabo esos cambios.

Vamos tarde.

Y estamos jugando con fuego.