Fe, esperanza e incluso amor tengo puesto en este pueblo español mío, nuestro y por supuesto nuestra. Y ello a pesar que los síntomas no son mucho para creer, cuando observo atónito, lo que disfruta al ver poner un hijo a parir a su madre, en una televisión que vive esencialmente de eso o de similares desgracias ajenas. Y cuando el mejor programa sobre el Covid-19 lo emite un parasicólogo, que digo yo que será mejor que los científicos nos iluminen antes que un ufólogo. Sin embargo, sigo creyendo en mi pueblo, quizás sea porque tiene muchas más virtudes. Primero, es disciplinado a más no poder, pues salvo excepciones, unas veces por falta de madurez y otras por falta de cabeza equilibrada que se saltan las normas estatales y regionales sobre la pandemia maldita y contagiosa, lo mayoritario es su cumplimiento. Segundo, porque es un pueblo valiente que no teme manifestarse contra lo que cree injusto, y salvo nuevamente escasos descerebrados, lo hace de forma pacífica. Finalmente, porque es un pueblo que a pesar de que lo engañen una y otra vez, sigue creyendo en la bondad del ser humano, con la esperanza puesta en que todo mejorará, incluida la economía de base, porque la de altura no corre peligro, mientras se tenga sueldo de por vida, coche oficial y guardaespaldas, a costa de los que pagan sus impuestos una y otra vez, aunque los suban.

Hay quien dice que peor que el 2020 no va a ser el 2021. Y eso espero y deseo, pero ojalá piensen lo mismo los trabajadores que harán cola para cobrar el paro, los empresarios que se van a ir a pique definitivamente, los jóvenes que no encuentran trabajos en España o los que encuentran no son acordes con su preparación y titulación universitaria y, sobre todo, los autónomos a los que Hacienda no perdona pero sus clientes no les pueden pagar a ellos. Alegría y buen humor para este año a pesar de todo ello, pues la vacuna va a llegar. Ojalá que no seamos los últimos de Europa en vacunarnos y que no pase como en una ocasión donde las mascarillas y los trajes para nuestros sanitarios, primero quedaron retenidos en otro país y después algunas partidas eran defectuosas. Y creo que no será esta vez así porque al menos va a existir un comité de expertos, no como antes, que todos confiábamos en ellos y después resultó que eran ovnis.

Muchas son las sorpresas que nos reserva el nuevo año. No habrá una vacuna contra las exigencias de los nacionalistas- independentistas, pues seguirán pretendiendo separarse de España y ahora con más ímpetu, pasando factura de sus apoyos a los presupuestos generales del Estado. La sedición será solo si se usan armas. Los fiscales investigarán las infracciones criminales, y los jueces serán garantes de la misma. Los imputados, que pasaron a denominarse investigados, ahora se llamarán encausados. Los testigos y los peritos, lo mismo ya no sirven de prueba, pues serán ´meras fuentes de investigación´. Los sindicatos, los partidos políticos y las personas jurídicas públicas no podrán ejercer la acusación popular. El Consejo General del Poder Judicial se renovará con la presencia de Bildu y ERC, si se hace caso al vicepresidente segundo del Gobierno, y si no se renueva se elaborará una norma que permita, en contra de Europa, una elección unilateral de sus miembros, y mientras tanto otra ley impedirá al Consejo en funciones elegir cargos judiciales, lo que puede ser un cobrar sin trabajar. Y todo ello antes de que acabe este desafortunado bisiesto.

Fe y esperanza inquebrantable en el 2021, pues confío en todos aquellos que siempre cumplen con lo que prometen, tanto hacer como no hacer.