Sinceramente, no creo que sea necesario vociferar que vamos a vivir tristemente la navidad, porque podemos conseguir que no sea así. Será cuestión de sacar ingenio del corazón y ponerlo sobre el tapiz. De todos modos, no me vendan algo distinto, la navidad contiene ingredientes tristes y de ahí el éxito de las películas que tienen como temática la ansiada fecha. Hubo un año, motivos tenía, que todo me hacía daño (daño de dolor) y para evitar aquel sufrimiento me detuve en el centro de la avenida iluminada de mi ciudad, miré hacia arriba y reventé de dolor. Acto seguido ya estuve dispuesta a cantar villancicos, tocar la pandereta y comer pastelillos de cabello de ángel, que me encantan. Con esto qué quiero decir; pues que todo es según uno lo ornamente y, claro que habrá personas que no encontrarán consuelo este año, pero para eso estamos el resto, para ayudarles y acompañarlos, aunque sea a distancia, en este final de año que no tiene calificativo. ¿Quién nos lo iba decir el pasado? Ni en nuestros peores malos sueños podríamos haber imaginado semejante desenlace. Nunca mejor dicho aquello de increíble pero cierto, sumado a lo de la vida no se tiene en un puño. Real.