Soñar es gratis y el municipio de Murcia se enfrenta en estos momentos a una encrucijada de la que dependerá el futuro próximo y el de siguientes generaciones, una situación que permite a propios y extraños (a los que residen en la zona sur y al resto de habitantes de la capital) imaginar sin cortapisas y sin límites de ningún tipo cómo será esa gigante franja de terreno que equilibrará la ciudad y que coserá definitivamente la herida de las vías del tren.

El desafío es mayúsculo y ordenar los 200.000 metros cuadrados de terreno para satisfacer necesidades colectivas (de toda una ciudad que ha tenido en la zona sur una barrera durante décadas) y particulares de unos barrios, se antoja complicado. El Ayuntamiento de Murcia ha tenido la ocasión de escuchar lo que opinan expertos que han venido de Madrid y Bilbao, por ejemplo, para saber por dónde van los tiros y darse cuenta de que el futuro debe ser sostenible y respetuoso.

Así lo ven también las asociaciones de vecinos que deberán ser escuchadas, tarde o temprano, porque los residentes en esas pedanías son jueces y parte al mismo tiempo. Además, con su voluntad y beligerancia se han ganado el derecho a que se les tenga en cuenta, ya que el mérito del soterramiento es enteramente de ellos aunque haya partidos a diestro y siniestro intentado colocarse la medalla.

Quieren el sueño completo y así debe ser. Desean espacios abiertos, infraestructuras públicas que ayuden a deshacer los prejuicios que existen con la zona del sur y se conviertan en polos de atracción, ansían conexiones modernas con medios de transporte tradicionales y alternativos, anhelan la modernidad de la que han sido dotadas otras ciudades que han ordenado espacios como el que quedará entre Santiago El Mayor, Barriomar y Nonduermas.

No aspiran a ser el trastero de la ciudad en el que aparcar instalaciones que supongan una mayor contaminación de combustibles fósiles, acústica o paisajística. No quieren que el coche, ese gran enemigo de las urbes, lo contagie todo y ponga un nuevo obstáculo en sus territorios que tanto les ha costado desterrar. Quieren poner al individuo en el centro del urbanismo, un concepto moderno y en alza.

Sin lugar a dudas, el Ayuntamiento de Murcia, que también apuesta por relanzar esas pedanías con Murcia Conexión Sur, dará la mano a los postulados ciudadanos y caminarán juntos para hacer del nuevo espacio sin vías del tren punta de lanza de la nueva Murcia que aún está por construir.

No en vano, el Gobierno local ha postulado a Murcia al premio Capital Verde Europea para 2022 y ha sido la primera gran ciudad de España en implantar la Agenda Urbana 2030. Los objetivos de ambas propuestas están claros y coinciden con lo que quieren los vecinos de la zona sur y los expertos consultados por el Ayuntamiento. Luchar contra el cambio climático y hacer de los barrios zonas más sostenibles alejadas de la pobreza y encaminadas a una mayor igualdad a través de la educación y otras herramientas son principios básicos de las bases para ser capital verde y de la Agenda Urbana 2030. La capital de la Región debe perseguir con ahínco ese sueño para no caer en la peor de sus pesadillas. Por nadie pase.

Este mes de diciembre se cumplen doce años de la paralización de las obras de construcción del aparcamiento subterráneo en San Esteban, en el corazón de la capital, y que permitió que se comenzaran a excavar los restos del arrabal musulmán. Un yacimiento único en Europa, según dijeron los expertos, por ser la mayor extensión de esta naturaleza (24.000 metros cuadrados) y que permite prácticamente reconstruir una gran extensión de lo que fue una ciudad medieval de época andalusí, de entre los siglos XII y XIII. Toda una joya que se encuentra en la Fase 0 de su reconstrucción, que necesitará tres fases y casi veinte millones para su recuperación total y apertura al público.