Creo que es un error tildar de frivolidad todo aquello que se relaciona con la imagen y la estética. El concepto de belleza está históricamente ligado tanto a la filosofía, en su aspecto más conceptual, como a la psicología, en el ámbito conductual; por lo que resulta completamente injusto subyugarlo únicamente a una expresión insustancial, ligera y banal. A veces, aquello que, a nuestro juicio, puede resultar más trivial aloja simbolismos y referencias a un conocimiento o experiencia de cierta trascendencia histórica o social. Así, como desde que soy madre suelo leer en formato breve (las novelas se han convertido en algo inasequible con mi actual disponibilidad) hace unos días ojeaba una reseña que llegaba a mis manos sobre Red lipstick: an ode to a beauty icon, un libro en el que Rachel Felder repasa la historia de este icónico labial que recién entrados los 50 popularizó el mítico diseñador con su Rouge Dior´, pero que años antes se convertía ya en un emblema de la independencia de la mujer que perdura generación tras generación.

El rojo de labios adoptaría esta connotación a comienzos del siglo XX cuando un grupo de defensoras del derecho a voto de la mujer, que más tarde pasarían a denominarse ´sufragettes´ capitaneadas por Elizabeth Cady Stanton y Charlotte Perkins Gilman se manifestaban en Nueva York a las puertas del recién inaugurado salón de belleza de la entonces aún desconocida empresaria de cosméticos Elizabeth Arden. Ésta, fiel defensora de los derechos de la mujer, declaró su hermanamiento con la causa regalando muestras de este labial a las sufragistas que lo adoptaron como signo de rebelión y liberación. Desde entonces este cosmético ha estado ligado a la causa feminista y ha sido, incluso, protagonista en varias contiendas.

El mismísimo Führer lo prohibió entre las juventudes hitlerianas, por representar todo lo que el régimen detestaba; mientras que Churchill lo convirtió en una excepción a la paralización de la producción de cosméticos durante la II Guerra Mundial. En los años 40 este tono se convertiría incluso en obligatorio y reglamentario para las mujeres soldado de la mano de un gobierno republicano.

Son muchas las grandes mujeres que lo han llevado. Desde Marlene Dietrich a Penélope Cruz este labial se repone a cualquier crisis, siendo uno de los productos más vendidos en tiempos de escasez y dificultades; sobreviviendo, incluso, a pandemias y mascarillas ya que, pese a que no se enseña, el rojo de labios es más que un cosmético, es una pintura de guerra.