En la legítima defensa por la igualdad entre los seres humanos, que desde distintos frentes debe encararse con el fin de erradicarla completamente, hace tiempo vengo siendo asombrado testigo (que no testiga) de los no pocos dislates que se perpetran contra la lengua. Es indudable el poder de ésta no solo como notario sino también como creadora de realidades: en efecto, el pensamiento se expresa a través del lenguaje, y el lenguaje modela el pensamiento, estableciéndose entre ambos una relación de simbiosis. Nótese que he usado para referirme al idioma un sustantivo masculino y un adjetivo femenino, sin que deba inferirse de ello que no existan mujeres que se dediquen al ejercicio de la notaría, o no haya hombres creadores y creativos, facultad eminentemente humana que todos los componentes del género común del homo sapiens ejercen por igual.

Por otra parte, todo está sujeto al cambio constante, incluida la lengua, que con el uso que de ella hace el hablante se va modificando fonética, fonológica y semánticamente, adquiriendo nuevos valores y perdiendo viejos usos a los que no es ajena la sintaxis.

Acudo a mi condición de filóloga para justificar mi posición y parto de una pregunta que me hago a mí misma: si la razón de forzar la lengua apartándola de la convención se debe al afán inclusivo, ¿no es más revanchismo que otra cosa el hacer uso del femenino como generalizador aduciendo que en un grupo hay mayoría de mujeres?

La lengua se rige por una serie de principios, uno de los cuales es el de economía, que sirve por ejemplo para ahorrarnos tediosas duplicaciones en referencias a masculino y femenino.

El sexo biológico y el género gramatical no son sinónimos, como puede comprobarse continuamente en cualquier idioma. Me temo que, al igual que a cierta diputada se le ocurrió la genial idea de crear el neologismo 'miembra, al que siguió más tarde el engendro 'portavoza' en paralelo a 'miembro' o 'portavoz', ignorando por cierto que voz es femenino tanto en latín como en castellano, catalán o gallego, o que la tercera declinación de las cinco en las que se clasifican los sustantivos en latín, incluye formas masculinas y femeninas con idénticas desinencias, de donde provienen palabras en español como 'juez' que designa indistintamente a mujer y hombre como autoridad máxima en la administración de la Justicia, independientemente de que durante mucho tiempo fuera actividad ejercida de manera exclusiva o predominante por el varón (ahí es donde hay que insistir para acabar con la desigualdad).

He de recurrir, cómo no, al latín, lengua madre de todas las romances, entre las que se incluyen en nuestro país el gallego, el catalán y el castellano o español (así llamado por los hablantes que se expresan en esta lengua de Cervantes allende nuestras fronteras). La primera declinación es la de los temas en -a, también llamados femeninos, aunque en ella se incluyan algunos masculinos, como es el caso de nauta (marinero), por poner un ejemplo. Así nosotros hablamos también de taxista, estratega u hortera aunque sea un hombre el individuo de la raza humana a quien sean de aplicación dichos términos.

La segunda es la de los temas en -o, o masculinos, pero igual que ocurre en el caso anterior, junto a una mayoría de masculinos y neutros hay unos pocos femeninos, especialmente los nombres de árboles, pues su capacidad generadora de fruto en muchos casos, dio lugar a esa consideración por analogía con el sexo femenino en la especie humana.

Los participios de presente de todos los verbos dan lugar del mismo modo a adjetivos comunes para masculino y femenino (presente, ausente...), muchos de los cuales se sustantivan, como es el caso de 'amante' o cantante', que de momento que yo sepa no ha dado lugar a un femenino 'amanta' o 'cantanta', como sí ha ocurrido, por ejemplo, con 'presidenta' frente a 'presidente'. Las estrellas siguen siendo de momento resplandecientes y titilantes. Y hay mujeres brillantes e inteligentes y tejidos y telas transparentes.

Porque percibo una enconada, vehemente y visceral oposición a todo aquello con 'apariencia' masculina, rechazo expresiones como 'Homa sapiens' o 'Mulier sapiens'. No estaría de más profundizar en el conocimiento de la lengua si no queremos caer en contradicciones y paradojas manteniendo posturas absurdamente infexibles o inmovilistas cuando parece que de lo que se trata en la teoría y en la práctica es precisamente de entendernos.

Soy consciente de que habrá quienes no estén de acuerdo con lo aquí expuesto. Conozco a muchas personas a las que respeto y valoro que no comparten mi punto de vista. Creo que desde el diálogo se puede llegar a la aproximación de argumentos, pues afortunadamente somos seres pensantes que tenemos a nuestra disposición el don de la lengua para transmitir nuestras ideas. Entre tanto, sigamos trabajando en pro de la igualdad y contra la discriminación de cualquier tipo.