Hoy que el debate sobre la educación sigue estando sobre la mesa quiero hablar de una de las instituciones educativas más arraigadas en la cultura de Cartagena. Además de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, sobresale la Universidad Popular (UP), fundada en 1931 por el matrimonio de escritores Antonio Oliver Belmás y Carmen Conde. Desde el siglo XVIII y, sobre todo, el XIX, surgen en Europa varias iniciativas para extender a la ciudadanía la cultura, que entonces estaba en manos de una minoría. En España se crearon las primeras Universidades Populares a principios del siglo XX y la de Cartagena nace por los impulsos de renovación y expansión cultural de la II República.

Desde su inicio, la UP organizó conferencias, rutas y visitas didácticas, clases, bibliotecas para adultos y para niños, viajes, actividades artísticas y las denominadas Misiones Pedagógicas. Desde el principio, el joven matrimonio Conde-Oliver se volcó en su coordinación y animación, trayendo, además, a expertos, artistas y escritores de renombre nacional, como es el caso de Miguel Hernández, que en enero de 1933 vino a presentar su libro Perito en Lunas siendo muy conocidas las fotos de los tres poetas en los molinos de viento de la comarca.

Fueron unos años intensos, llenos de esperanza y plenos de entusiasmo por llevar la cultura y el arte a todos los rincones de la zona, hasta que finalmente la Universidad Popular (UP) dejó de funcionar con el inicio de la Guerra Civil en 1936.

Ya con la democracia, en 1981, el municipio retoma la andadura de la UP, ofreciendo a todos los ciudadanos la oportunidad de «concluir, reciclar y mejorar su formación», ofertando un amplio abanico de talleres, cursos, actividades y posibilidades educativas y de promoción de la cultura y el arte que han conformado un rico espacio que ha preparado a varias generaciones para «participar activamente en una sociedad dinámica y cambiante», tal como reza en sus objetivos.

Se celebra así, en este próximo 2021, el cuarenta aniversario de esta nueva etapa de la UP de Cartagena y esta efemérides va a posibilitar la excusa perfecta para celebrarlo y también para seguir creciendo, adaptándose a los nuevos tiempos y, a la par, volviendo a los orígenes, a aquellos objetivos de expandir sus actividades por los barrios y diputaciones y por los pueblos de la zona rural.

Los responsables de la UP, con su Director José Macián a la cabeza, han diseñado un interesante anteproyecto de actividades conmemorativas que se realizarán en la ciudad y en varios barrios y localidades a partir de la primavera del próximo año, con el fin de potenciar la cultura popular y el patrimonio y las tradiciones de la comarca. A tal fin, el pasado fin de semana se realizó una reunión en la Casa del Folclore de la Palma que un servidor calificó de histórica por el éxito de la convocatoria y por la gran representación de asociaciones y colectivos culturales de la zona rural de varios municipios del Campo de Cartagena.

Asistieron al encuentro representantes de la Liga Rural del Campo de Cartagena, el Comité Organizador del Certamen Internacional del Trovo, el Grupo Folklórico Ciudad de Cartagena de la Palma, los responsables del Museo Etnográfico de Los Puertos de Santa Bárbara de Abajo, La Cooperativa Soldecocos, de Iniciativas en el Medio Rural de la Zona Oeste, El Proyecto Etno Natura Bética de Cartagena, el Grupo Folklórico Virgen de la Piedad de Molinos Marfagones, Las Cuadrillas de Tallante y la de La Aljorra, La Asociación Trovera Jose María Marín, Los Coros y Danzas de Los Dolores y de Isla Plana, La Escuela Bolera de Fuente Álamo, La Asociación de Amigos del Monasterio de San Ginés de la Jara y Ermitas del Monte Miral, y varios profesores, escritores, expertos y divulgadores de la cultura rural, las tradiciones, la música popular, oficios antiguos, artesanos del esparto, la gastronomía y el bolillo, juegos tradicionales como los bolos, etc.

«Nos quedan pocos referentes que nos puedan enseñar todo el saber popular, pero todavía estamos a tiempo para recuperarlos y que los vecinos y las vecinas de nuestros barrios y de nuestras diputaciones, además de la ciudad, puedan formarse y disfrutar con ello, sintiéndose parte de un pueblo que supo subsistir con el esparto y sin el plástico», señalaba el concejal delegado del Área de Cultura, el también guitarrista Carlos Piñana.

«Noventa años después de que Carmen Conde y Antonio Oliver fundaran la UP de Cartagena recogemos el testigo para recuperar aquellas Misiones Pedagógicas que luchaban por defender nuestra cultura popular y nuestras tradiciones. Queremos trabajar desde el pensamiento social y participativo, poniendo en valor nuestro patrimonio cultural para alcanzar el sentimiento de pertenencia a la comunidad en la que se nace y se vive», ha expresado el concejal del Área de Cultura, David Martínez Noguera.

Personalmente, he de confesar que esta iniciativa de la UP, de promoción y recuperación del patrimonio popular rural, me toca directamente el corazón. Recién terminada mi carrera en la Universidad, hace ya 35 años, estuve trabajando como monitor de la UP, impartiendo talleres de dibujo, pintura y modelado por las diputaciones cartageneras. Pocos años después, ya inmerso en la vida asociativas de distintos colectivos culturales y en las asociaciones de vecinos de la comarca, inicié, junto a mi amigo y compañero en el Instituto Isaac Peral y, después, en un piso en Murcia, José Sánchez Conesa (hoy uno de los cuatro Cronistas Oficiales del muncipio) la andadura de un movimiento vecinal rural que fraguó en La Liga Rural y en el I Congreso Etnográfico del Campo de Cartagena, que ha propiciado la oportunidad de que aún estemos hablando hoy día de que no podemos perder nuestras raíces, que no se pueden caer nuestros molinos de viento, casas de labranza, aljibes, monasterio de San Gines, paisaje rural, ni perder nuestras fiestas, tradiciones, músicas, trovos€

No quepo dentro de mí, termino de escribir estas letras coincidiendo con la presentación de la reedición de Mástil, el primer libro de poemas de Antonio Oliver, una verdadera joya, magníficamente ilustrado por el artista Salvador Torres.

La llama de nuestra memoria, a punto de apagarse, aún está encendida. En vano se ha demolido la antigua casa de los abuelos cuando bastaba su remodelación. Una vez mi maestro y amigo Carlos Romero Galiana, el amigo de los molinos de viento, me dijo que «no perdurará ni retoñará el árbol si arrancamos sus raíces».