El desarrollo económico y social en nuestro país no ha sido igual para todas las personas. Algunas, demasiadas para poder soportarlo, han quedado relegadas durante muchos años a vivir en la exclusión o bajo el umbral de la pobreza. Según el X Informe AROPE publicado por EAPN España el pasado mes de octubre y que recoge datos de 2019, sólo en nuestro país más de doce millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social.

A estas escandalosas cifras, con toda seguridad aumentadas por los efectos de la pandemia, contribuyen en buena medida la ausencia de mecanismos de protección social que garanticen unos recursos económicos mínimos para vivir con dignidad. Desde luego que las políticas públicas de las últimas décadas han contribuido mucho para que una parte tan importante de la población viva en unas condiciones de precariedad y vulnerabilidad insoportable para cualquier sociedad que quiera progresar sin dejar a nadie atrás.

Y para avanzar sin dejar a nadie atrás es requisito imprescindible vivir y trabajar dignamente. La conquista de la dignidad se convierte en una tarea fundamental para resolver los principales problemas sociales que aquejan a nuestra sociedad: la pobreza, la desigualdad y el reparto injusto de las rentas.

En muchas ocasiones los debates políticos como los que se dan en el marco de los Presupuestos Generales del Estado, agitados tras los intereses partidistas y los cálculos electorales, terminan por desdibujar y ocultar la realidad que viven millones de personas. Sin embargo, todas ellas, sin excepción, siguen demandando que se les atienda, con urgencia, para poder corregir la desigualdad, para combatir la brecha salarial de género, para proteger a las personas más jóvenes y a las pensionistas y para reequilibrar un reparto de la riqueza que se ha demostrado totalmente injusto.

Y para ello, es fundamental seguir apostando firmemente por el aumento del ingreso mínimo vital, de las pensiones y los salarios mínimos a los 1.080 euros y poder así alejarnos de las insoportables cifras de pobreza y exclusión social que vivimos en la actualidad. No se trata de un deseo, una limosna o una fantasía progresista.

Se trata de un imperativo de justicia social para vivir y trabajar con dignidad.