¿Tiene sentido que yo sepa cómo vivían los romanos y no sepa cómo vivían mis abuelas y mis abuelos?

Esta sencilla pregunta podrían hacérsela buena parte de los jóvenes y no tan jóvenes murcianos y españoles de uno y otro sexo; al igual que los de otros países europeos como Alemania, Bosnia, Chipre, Grecia, Irlanda-Ulsters, Kosovo, Polonia, que a lo largo del siglo XX se han visto afectados por conflictos civiles y militares de carácter nacionalista, político o étnico.

Un reciente trabajo de investigación financiado por la UE (Proyecto H2020 REPAST-UAM, referencia en El País, 23/09/2020) realiza un análisis de los discursos y actitudes sobre el pasado en los países anteriormente mencionados. En general se detecta una tendencia general a la reconciliación y a pesar de la polarización, a mirar de frente al pasado y aprender de él.

La encuesta específica para España, referida a la Guerra Civil, manifiesta que el grado de apoyo a la reconciliación de derechas e izquierdas es distinto y sus actitudes frente a la misma, distante. Así, el 50-60 % de la los votantes de derecha asumen la reconciliación, aunque la asocian al olvido; mientras que los votantes de izquierda lo hace en un 80-90 %, exigiendo r el reconocimiento del dolor de las víctimas. Asimismo, esta investigación revela que los españoles y las españolas estamos más divididos por los conflictos del pasado que algunos de los países anteriormente mencionados, con traumas muchos más recientes.

La encuesta también detecta un escaso conocimiento histórico de la II República, la Guerra Civil y el franquismo entre los jóvenes (45%), como entre los mayores de 65 años (62%). No sólo por los que simpatizantes republicanos (63%), sino por aquellos que se siente más próximos al autollamado bando nacional (45%). Entre otras recomendaciones relativas a la enseñanza preuniversitaria de la historia esta investigación señala que «un mejor conocimiento de nuestra historia pueden alejar los fantasmas de quienes sólo ven versiones partidistas y tendenciosas, aunque también las haya».

De ahí que en España, más que allende nuestras fronteras, por una parte significativa de la derecha, la Historia se viene utilizando como un recurso político contra el adversario, y al mismo tiempo, la política pretende fundamentarse en la Historia. En consecuencia, la Historia acaba manipulándose y la política pervirtiéndose. Y ese no parece el camino correcto.

Esta aportación de información y reflexión previa, en términos españoles y europeos, viene a colación por la decisión del último Pleno del ayuntamiento de Murcia que ha rechazado la moción del Grupo Socialista, apoyada por Podemos, que pretendía dedicar preferentemente el espacio de esa Primera Fase de rehabilitación a un Museo de Historia que comprendiera el siglo XX murciano, explicando toda la historia de su vertebración administrativa, económica y política, desde la Restauración y la II República hasta el franquismo y el período democrático.

El cuadro adjunto, cuyos datos proceden de la Base de Datos del autor, nos muestra el victimario de las memorias democrática y franquista, entre 1936 y 1948. Los números hablan por sí solos. La derecha parece olvidar a sus víctimas por mor de evidentes intereses económicos, presentes ya en esta primera fase, veremos qué pasa en la segunda. Cada año, entre 1939 y 1975, en plazas, iglesias y medios de comunicación fueron reconocidos, y homenajeados los caídos por Dios y por España. Hoy, 43 años después de promulgada la Constitución de 1978, todas las víctimas son caídos por España, no sólo los azules.

El proyecto del alcalde Ballesta está fundamentado en las indicaciones de un comité de expertos, nombrado por él, que ha elaborado las bases culturales del uso de la Cárcel Vieja, en sus Fase I y II. La composición y recomendaciones de este Comité no han sido publicadas en su totalidad. En cualquier caso, Ballesta ya ha conseguido destruir cinco muros de la prisión y ha vaciado y destruido el interior del edificio, incluido el panóptico, pasando por encima de las recomendaciones realizadas, en su día, por la Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Icomom de la Unesco, que se habían mostrado abiertamente en contra. Asimismo el alcalde y el arquitecto ocultaron que en la Fase I, según el Proyecto de Ejecución visado por el Colegio de Arquitectos de Murcia, había dos restaurantes y una tienda en su planta baja. Su Comité de Expertos resume su contenido cultural proponiendo: una especie de 'mall' cultural y polivalente, fusión de ocio y cultura, sin especialización en una disciplina concreta (mall en inglés -USA-, significa Centro Comercial). En el proyecto Ballesta ya sabemos que no hay sitio para un poco de Historia, más que en la II fase, es decir ad calendam graecas.

La propuesta museística, supondría una oportunidad para mostrar cómo se construyó la sociedad y la región murciana, su territorio, su industria agroalimentaria y naval, sus explotaciones mineras y, en general, su economía; el desafío de la pertinaz sequía; el importantísimo fenómeno migratorio; el control social y político de la red caciquil hegemónica durante la Restauración y la Dictadura de Primo de Rivera; el papel de la Iglesia, el Ejército y la Armada en la provincia; la implantación y desarrollo de los sindicatos obreros, mineros y campesinos; el nacimiento del movimiento republicano y socialista; las organizaciones de las derechas durante la II República; la Guerra Civil en la retaguardia murciana; el franquismo en todas sus fases, entre 1939 y 1975; y finalmente la transición hacia la democracia, las libertades y la consolidación de la Región como Comunidad Autónoma, que constituyen ya casi medio siglo de nuestra historia reciente.

Es decir, toda nuestra Historia contemporánea, que comprende varias memorias colectivas, que deben converger progresivamente y con la mayor objetividad posible, en el Combate por la Historia, como dijeron hace casi un siglo los historiadores Lucien Febvre y Marc Bloch, fundadores de Annales d'Histoire. Se lo debemos a las antiguas, las presentes y las nuevas generaciones de murcianos y murcianas, sean de derechas, de centro o de izquierdas.