En sueños, una gran lengua recorría lo que, con el tiempo, supo que se llamaba pie. Con los ojos cerrados, se acurrucaba aún más cuando sentía como la saliva envolvía su diminuto final. Ahora acababa de empezar. Estaba todo de estreno. Ni un calcetín ni un zapato ni una postura horizontal, el bebé se estremecía ante los lametones. Como en el resto del reino animal, en vez del azote y el beso, que presagiaba el devenir humano, él recibió la suave, refrescante y el electrizante saludo de un lametazo. Una sensación que buscó denodadamente antes de sus primeros pasos, desprendiéndose de las primeras sandalias, inútiles para su fin pues ni podía andar ni le posibilitaban recibir el sensual lengüetazo. A la hora del baño, subía su cuarto trasero pues el agua, aún cálida y jabonosa, no lo elevaba al cielo.

Con sus primeros pasos, descubrió las manos y dejó de prestar importancia a su basa.

No obstante, su primer recuerdo de la infancia fue el lavado de pies de un jueves santo cualquiera. Junto a otros niños del barrio, se ve en una fila, sentado y con los pies en una palangana reluciente, esperando, frente a los fieles, el lavatorio. Aún nota el agua fría, pero ninguna trasposición.

En la misma iglesia obrera de la Campana, siempre sorda, en la que, años después, descubrió la vida política en los momentos previos a la transición. Allí constató de nuevo la importancia de sus extremidades inferiores, pues el 'pies para que os quiero' fue el lema que acompañaba todo tipo de manifestación ante los grises.

Luego llegaron los primeros masajes en los prados, portales y tiendas de campaña de la juventud, colmados posteriormente por los del matrimonio, obedeciendo las consignas de un simpático juez de paz.

Hoy, justo cuando conocía la muerte del pibe Maradona, que tenía la cabeza en los pies, cayó en la cuenta de que sus padres estrenaron su primer televisor el mismo día en que el hombre dio su primer paso en la luna. Saltó de la cama como si fuera un cohete y decidió que, a partir de ahora, todos los días del resto de su vida iban a dejar huella, ayudando a aquellos que son siempre pisoteados.