La lluvia solo fue de ofertas, al menos en el casco urbano de Cartagena y hasta primera hora de la tarde, el momento de entrega de este escrito. No vaya a ser que cuando ustedes estén leyendo esto haya caído la mundial. Eso sí, algunos truenos estruendosos y cuatro gotas se dejaron notar. Además, la jornada lució gris, como el ánimo que nos embauca a todos al comprobar que esto del coronavirus está durando y puede durar más de lo que estaríamos dispuestos a soportar, aunque no tenemos más remedio que hacerlo. Y conforme se acercan las entrañables fiestas navideñas, parece que se pone uno más mustio, sobre todo, cuando no dejan de recordarnos continuamente que las de este año van a ser muy distintas y nos instan a hacer quinielas sobre el número de invitados que podremos tener a la mesa en Nochebuena. En fin, que nos dejen disfrutarlas con salud y alegría seamos seis, diez o el ciento y la madre que nos parió a todos.

Mientras llegan Papa Noel o los Reyes Magos, algunos ya empiezan a cargar regalos, aprovechando los supuestos chollos que nos ofrece otra de esas citas importadas completamente desconocida por estos lares hasta hace apenas unos años y sin la que podíamos vivir perfectamente. No niego que esto del Black Friday ofrece sustanciosas, llamativas y atractivas rebajas que, bien aprovechadas y mejor gestionadas, pueden conseguir que te ahorres unos euros de cara a las fechas que se avecinan, pero no deja de ser otra fiesta del consumismo que puede pintar nuestra cuenta corriente de un color rojo más brillante que el del traje de Santa Claus.

Quizá contagiados por esta fiebre de las rebajas, el pleno de esta semana en nuestro Ayuntamiento también se ha convertido en una especia de quién da más con nuevos rifirrafes entre el Gobierno y la oposición, que son incapaces de ponerse de acuerdo incluso cuando lo están. La decisión de anular la subida del salario de los concejales de casi el uno por ciento que se había previsto para destinar este dinero a cubrir las necesidades provocadas por la pandemia es un gesto que les honra, como también lo es que se hayan rebajado a la mitad las asignaciones para el funcionamiento de los grupos municipales hasta el final de este mandato, a mediados de 2023. Iniciativas como esta contribuyen a mejorar la denostada imagen de los políticos, más asociada en los últimos tiempos al enriquecimiento propio e incluso a la corrupción. Pero por mucho que se acerque la Navidad y se acrecienten nuestras ganas de ayudar a quienes más lo necesitan, lo de la solidaridad es algo personal e intransferible y cada uno la ejerce cómo y cuándo cree conveniente, con la cantidad y calidad que estime oportuna y, sobre todo, sin exhibicionismo y con la mayor discreción de la que sea capaz. Sin imposiciones ni exigencias y, sobre todo, sin esperar nada a cambio y aún menos un voto.

El pleno de esta semana iba de rebaja en rebaja. Para empezar se aprobó la ya mencionada del salario de los ediles, aunque se desestimó rebajar los sueldos un 10% más, como propuso MC. Por su parte, el grupo de Ciudadanos renunció unilateral mente a la totalidad de las asignaciones de gestión que le corresponden y hasta devolvió la del año 2019. Parecía una subasta a la baja entre acusaciones de populismo y discusiones sobre transfuguismo que no hacen otra cosa que evidenciar que en nuestro Consitorio les cuesta sobremanera ponerse de acuerdo ni siquiera en lo que hacen bien, que es renunciar a los beneficios propios en favor de una ciudadanía lastrada por la pandemia casi tanto como hastiada por las constantes tensiones y peleas de sus representantes municipales, regionales y nacionales. ¿Imagina cómo seríamos capaces de avanzar si todos remáramos en lo básico en la misma dirección?

Así que no nos dejemos engañar por ofertas y rebajas oportunas y oportunistas y controlemos bien nuestra cartera, que en cualquier momento se le hace a uno un agujero por donde se nos escapa la prudencia. O peor, por el que nos cuelan todo lo que quieren antes de que seamos capaces de darnos cuenta.

Todos sabemos quién nos ayuda, quién queremos que nos ayude y a quién queremos, podemos y debemos ayudar. Lo que debemos es hacerlo independientemente del momento y las circunstancias, sin que nuestra mano izquierda mire lo que hace la derecha y viceversa. Ya nos juzgará quien deba hacerlo y, en cualquier caso, nos quedaremos con esa agradable y reconfortante sensación que queda cuando le has dado algo de ti a los demás, sea o no material. Porque la mejor oferta es la que tenemos delante cada día y, a veces, más de las que deberían ser, ni tan siquiera somos capaces de verlas y aún menos de aprovecharlas. Quizá sea porque es tan valiosa que jamás podremos comprarla.