En los últimos días los medios de comunicación se han hecho eco de los avances de diferentes laboratorios farmacéuticos en la obtención de una vacuna eficaz contra el virus de la SARS-CoV 2, una enfermedad que, instalada entre nosotros, ha conseguido modificar de manera radical nuestra forma de vida. Si bien la vacuna, desarrollada en un tiempo récord, puede mejorar sustancialmente las condiciones actuales frente a la enfermedad, está claro que no debemos bajar la guardia en cuanto a medidas de prevención.

Las vacunas son preparaciones destinadas a estimular la producción de anticuerpos para generar inmunidad y según los libros de historia la primera en ser desarrollada fue la de la viruela, gracias a los estudios realizados por Edward Jenner a finales del siglo XVIII. A este médico inglés se le conoce como el ´padre de la inmunología´.

Antes incluso que Jenner naciera, hubo una mujer que inoculaba a niños y jóvenes con pus de enfermos para inmunizarlos contra la enfermedad. Esta pionera de la ´vacunación´ fue Lady Mary Wortley Montagu (1689-1762) esposa del embajador de Inglaterra en Estambul. Esta mujer, cuyo nombre apenas se referencia en los libros de texto, vivió una vida muy poco convencional para su época. De formación autodidacta, desde niña aprendió idiomas y estudió a los clásicos en la biblioteca de su padre, escribió poesía y ensayos, era una lectora voraz.

A Lady Wortley Montagu se la considera una de las pioneras del feminismo. Escribió al obispo de Salisbury para quejarse de las dificultades que tenían las mujeres para acceder a la cultura y huyó de un matrimonio pactado para casarse con la persona que ella había elegido. Cuando su esposo fue nombrado embajador en Constantinopla (actual Estambul) se trasladó a esta ciudad junto a toda su familia.

Durante el tiempo que residió en Turquía, Lady Wortley Montagu se relacionó con la población local para conocer de cerca y adoptar sus costumbres. Incluso aprendió a expresarse en el idioma del país. En su obra Cartas desde Estambul escribe a una amiga de la infancia, que acabó falleciendo a causa de la viruela, lo cómoda que se encontraba en Constantinopla. La sociedad turca de la época era más avanzada, en muchos aspectos, que la inglesa. Las mujeres otomanas no necesitaban el permiso de sus esposos para comprar, vender o viajar, y se les reconocía el derecho a recibir herencia. Estos derechos que no fueron realidad en Inglaterra hasta mediados del siglo XIX. En esa misma misiva Lady Wortley Montagu añadió: «La viruela, tan fatal y generalizada entre nosotros, es aquí por completo inocua gracias a la invención del injerto, que es el término con que lo nombran». El ¡injerto´ o inoculación, tal y como recoge Lady Wortley Montagu en su obra, era administrado generalmente por las mujeres ancianas y ya lo utilizaban los médicos árabes desde el siglo VI.

Convencida de que este método era el mejor para combatir una enfermedad que había acabado con la vida de su hermano y que ella misma había sufrido, dejándole cicatrices en su rostro, decidió probarlo con su propio hijo, al que ´vacunó´ con éxito.

De regreso a Inglaterra, en 1718 inoculó a su hija y a algunos miembros de la familia real, e intentó que los médicos ingleses consideraran este método para combatir la viruela. Pero este remedio no fue bien acogido. Las razones resultaban obvias para la sociedad de la época: un método oriental que estaba avalado por una mujer. La rígida moral de la época incluso la cuestionó acusándola de ser una madre ´antinatural´ por haber arriesgado la vida de sus hijos.

Pese a todos sus esfuerzos fue Edward Jenner quien, unos años más tarde, recogió el método utilizado por Lady Wortley Montagu y quien ha pasado a la historia de la inmunología como «el científico que probablemente más vidas ha salvado a lo largo de la historia».

Lady Montagu fue una mujer que vivió sin temer juicios, represalias ni escándalos. Al casarse por amor fue desheredada, unos años más tarde se separó de su esposo y se instaló en Venecia. Fue independiente, se rodeó de intelectuales, escribió, viajó y defendió los derechos de las mujeres. Murió a la edad de 73 años víctima de un cáncer de mama.

Como en otros muchos campos de la historia y especialmente en el que se refiere a la ciencia, los logros y avances conseguidos por mujeres como Lady Mary Wortley Montagu, resultan desconocidos. Es necesario recuperar la historia de estas pioneras y darles el lugar que se merecen en la historia.