Decía Aristóteles que «la realidad es la única verdad». Partiendo de esta premisa, dar la espalda a la realidad, confundirla o manipularla nos alejará de la verdad y no podremos ni solucionar los problemas ni aportar nada inteligente que permita invertir una situación de crisis como la actual.

El equipo de Gobierno en el Ayuntamiento de Murcia, formado por PP y Cs, no está a la altura de las circunstancias porque niega la realidad y, por tanto, la verdad, que en el caso de muchos de nuestros vecinos y vecinas es dramática.

Tanto es así que tiene la osadía de presentar los presupuestos a año vencido y, lo que es peor, sin ejecutar lo comprometido. Se le acaban los plazos sin entregar los deberes.

Así, podemos ver a concejales del PP montando a caballo o en patinete eléctrico mientras los trabajadores de la empresa de transporte LAT se están manifestando porque al suprimir frecuencias de autobús en pedanías se han quedado sin trabajo, al mismo tiempo que los usuarios se quedan abandonados en las paradas u obligados a utilizar el coche privado.

Además, mientras los hosteleros se ahogan por el cierre, los socios de Gobierno solo se atreven, y porque les presionamos, a aprobar una bonificación del cien por cien de la tasa de mesas y sillas durante seis meses.

Mientras Cáritas informa del drástico incremento de personas que atiende porque su situación económica se ha recrudecido, el PP decide alquilar oficinas que nos van a costar 400.000 euros.

Por esta confusión de PP y sus socios de Cs con la realidad y por refugiarse en otra de calles iluminadas, placas inteligentes y flores siempre frescas, no se les ocurre mejor solución en plena pandemia que recortar a las pedanías, que ya están muy limitadas.

Mientras gastamos cientos de miles de euros en smart city tenemos a la gente peregrinando por oficinas para poder hacer un trámite manual.

Mientras cientos de familias tienen que esperar meses y más meses para recibir unos pocos euros de la beca comedor para sus hijos, la concejala se vuelca con los centros concertados mostrando incluso lacitos de apoyo. No le preocupa ni a esta concejala ni a sus compañeros de Gobierno las necesidades de los escolares en esta etapa de clases semipresenciales, que muchos no podrán seguir por falta de internet o medios técnicos y con muchas dificultades para que sus padres puedan conciliar.

Eso sí, podemos ver cualquier día a tres responsables del Ayuntamiento plantando un pino en un centro educativo mientras la pandemia arrecia y hay tanto por decidir y hacer. Porque no olvidemos que nos hemos visto abocados a una situación en la que desembarcamos con afecciones crónicas: un transporte deplorable, desigualdad entre territorios y un porcentaje nada desdeñable de personas en riesgo de exclusión social.

Dos realidades, la de la calle y la del séquito del alcalde Ballesta, cegado por la fantasía y la megalomanía, el de los grandes fastos y el lujo de un palacio sin ventanas desde las que ver y comprender la situación de sus gobernados. Ni siquiera les llega sus voces, no escuchan.

No, el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Murcia no vive en la realidad, ni trabaja con la verdad. No se puede esperar nada.