La organización de la Iglesia a lo largo de la historia puede leerse como un proceso de creciente clericalización, donde un grupo de varones, cada vez más reducido, obtiene todo el poder de decisión en los ámbitos eclesiales, llegando al paroxismo con la declaración de la infalibilidad pontificia en 1870, hito que bien puede ser considerado el afelio eclesial respecto al Evangelio, el punto de máxima distancia de los valores que encarna la propuesta de Jesús. Este fue un proceso lento, progresivo y sistemático que tiene varios hitos en el camino, como pudo ser el pontificado de Gregorio Magno o el reinado de Teodosio, quien convirtió a la Iglesia en religión oficial de un imperio, otorgándole el poder de condenar, perseguir y eliminar a los disidentes.

Esto no fue así en el origen. A comienzos del siglo II vemos que las comunidades cristianas tienen ciertos problemas con grupos que están viviendo el Evangelio de formas que no concuerdan con lo que han recibido desde Jesús. Se trata de los grupos gnósticos, que afirmar la salvación por medio de un conocimiento que Cristo habría otorgado a algunos y que es un secreto para la mayoría. Son grupos elitistas, donde el pensamiento griego se infiltra completamente hasta modular el Evangelio y donde el dualismo que considera el mundo y el cuerpo como realidades negativas hace mella en una experiencia de fe comunitaria basada en la justicia, la solidaridad y el ágape, el amor compartido. Estas comunidades pretendieron defenderse de las ideas intrusas y para ello se instituyen dos realidades junto a la estructural de servicio interno llamada diaconado. Cada comunidad crea un grupo dirigente que asegura estar en la línea del Evangelio, los ancianos, conocidos por su nombre griego, presbíteros. Además, se nombre distintos supervisores en cada comunidad que tienen la misión de comprobar que otras comunidades también viven esa misma experiencia y avisar cuando aquello no suceda. Su nombre griego es episcopos. Si los presbíteros aseguran la vivencia adecuada de la experiencia cristiana en cada comunidad, los episcopoi aseguran la unidad entre las comunidades.

Con el paso del tiempo, los supervisores o episcopoi van asumiendo funciones de gobierno por encima de las comunidades, de modo que los presbíteros quedan como un grupo a su servicio. La necesidad empujará a una organización más jerárquica, aunque conservando la estructura de servicio que nació con los grupos de Jesús. Sin embargo, cuando ciertas iglesias se vieron como representantes del Imperio romano, con el poder que ello significaba, los episcopoi pasaron a tomar el poder de organizar y decidir, son los obispos.

De una estructura de servicio a la unidad se pasa a una estructura de poder. Solo hizo falta unir el sacerdocio de Cristo a la función del obispo y luego a los presbíteros, para crear la estructura clerical que ha llegado hasta nuestros días, olvidando para qué sirve un obispo. Sirve para revisar que el Evangelio se vive y se cumple tal y como lo hemos recibido desde Jesús de Nazaret.

Para eso y solo para eso.