Alicia: ¿Por qué la humanidad no se ve realmente feliz?

Conejo Blanco: Realmente feliz. ¿Qué es real? El mundo está absolutamente ´ilusionado´ con cosas materiales, mi querida Alicia, pero recuerda: «Lo que se ve es la ilusión, lo que no se ve es lo real».

Alicia: ¿Y qué es lo real entonces?

Conejo Blanco: Alicia, eso sólo puedes averiguarlo por ti misma...

Antes de empezar, confieso que esta columna es fruto de cierto agotamiento producido por tener que convivir con un mundo lleno de personas que han perdido la ilusión y que deambulan por diferentes espacios vacíos, pero sobre todo cerrados, que generan cuanto menos un pico de ansiedad, incluso de miedo.

Una búsqueda rápida de la etimología de la palabra ´ilusión´ nos muestra que viene del latín ´iluso´ (engaño). Es bastante reciente cuando la palabra adquiere otro sentido, el que define algo que está por llegar, una expectativa deseada.

No se me ocurre nada más difícil en este momento que mantener la ilusión, la esperanza y el deseo hasta que esta situación torne a algo más llevadero. Hasta que todo mejore. Hemos rebasado todos los límites posibles para mantenernos erguidos sin que nos derrumbe el miedo. Si en algo estamos de acuerdo la mayoría es en que tenemos un grave problema. Nuestro trabajo o el de los amigos, el pavor al contagio, no poder ver a nuestra familia o seres queridos en una inminente Navidad... ¿Cómo mantener un sentimiento hacia lo efímero cuando el resto de nuestra vida se tambalea en mitad del caos? ¿Cuánto tiempo crees que puedes sobrevivir sin un aliciente que dé sentido a tu vida? Podrían ser años, días, horas. Pero no podrá ser para siempre, porque todo tiene fecha de caducidad. Y me niego a no intentar poner solución, a seguir desperdiciando momentos, pues tiempo es lo que nos falta; tiempo para empezar a ilusionarnos de nuevo, con lo más básico, con no caer, con un futuro que reinventar . Y no, no es momento para el temor a la luz de ilusionarse. Lo único que necesitamos es entender que no podemos permitirnos dejar de planear cada situación que nos quede por vivir. Ha llegado la hora de hacer caso a las canciones que nos hagan saltar, a las que nos levanten de la silla y nos pongan a bailar, a seguir el ritmo, a tocar guitarras imaginarias. No nos queda otra que allanar el terreno que las circunstancias se han propuesto fastidiar. No nos queda otra que escuchar Are you gonna by my Girl de Jet, y olvidar por un instante lo que sucede de puertas hacia fuera. No nos queda otra que marcar una fecha en el calendario para, si nos dejan, tomar un avión a Londres o a Los Ángeles, da igual si es a Vigo. No tenemos más remedio que esconder el rencor y marcar ese número de teléfono para pedir disculpas por lo que pasó y quedó estancado con tan mal sabor. Y si nos produce miedo, habrá que hacerlo con miedo. Porque perder la ilusión en cualquier proyecto de vida es el golpe más duro que nos podemos dar a nosotros mismos, es perder la batalla que otros empezaron y pensábamos que no nos incumbía. Pero sí, hay que pelearla. Si se ve real y se siente real ¿crees que importa si es real? «Túmbelo finela, túmbelo».