A lo largo de los últimos meses, especialmente este de noviembre en el que nos encontramos, pero también, aunque más espaciadamente, de los meses anteriores, hemos podido comprobar de nuevo cómo los demorados tiempos de las elecciones presidenciales norteamericanas, con sus largos períodos previos de caucus o primarias, nos abren cada cuatro años una ventana privilegiada no sólo a una parte decisiva de su sistema político „el hecho mismo de la elección de la que en cierto modo constituye la dovela del sistema: el presidente„ sino también a muchos aspectos de la personalidad, los aspectos sociales y culturales más relevantes y la vida cotidiana de un pueblo tan admirable por tantas razones como detestable por muchas otras.

Hemos podido darnos cuenta de que la norteamericana es en algunos aspectos una de las peores democracias posibles, por la escasa representatividad efectiva de sus instituciones principales, en especial el Senado, pieza clave del desarrollo legislativo de la nación, en el que sin embargo cada estado, independientemente de su población, cuenta sólo con dos miembros con mandato de seis años, que se renuevan a razón de un tercio cada dos años, lo que „siendo mayor el número de estados con escasa población predominantemente republicana„ hace muy difícil que su composición refleje el sentir mayoritario del voto popular, en numerosas ocasiones, incluida la reciente última, claramente demócrata. Es otra de las graves deficiencias del modelo de organización legislativa adoptado como compromiso entre los planes conocidos como de Virginia y de Nueva Jersey propuestos en la Convención de Filadelfia, cuyo origen (como el del Compromiso de los tres quintos para el cómputo de los esclavos) hay que buscar en el recelo que ya entonces provocaban las diferencias de extensión y población entre algunos de los trece estados iniciales, temerosos de que los más grandes y/o poblados pudieran acabar teniendo mayor influencia en el Gobierno o en el legislativo federal (y hablamos de un total de alrededor de tres millones de habitantes entonces, alrededor del 40% de los cuales esclavos en los estados del Sur).

Por escasa representatividad de instituciones clave, decía, pero también por su carácter de gerontoplutocracia. Precisamente con un peligroso gerontoplutócrata outsider al frente „luchando además por la reelección„ este sí un auténtico ´rogue´ (término inglés conocido entre nosotros sobre todo por la precuela de Star Wars, que dependiendo de los contextos podría traducirse al español por ´pillo´ o ´pícaro´, ´bribón´, ´bellaco´, ´granuja´, ´travieso´, ´insolente´, ´deshonesto´, ´gamberro´, ´fraudulento´, ´malvado´ o incluso ´terrorista´) estamos comprobando esta vez hasta qué punto la concurrencia de varias de estas pequeñas fallas sin aparente importancia, pueden llegar a poner en peligro el sistema en su totalidad.

Veremos si al final acaba yéndose, y cómo?