Hace una semana, a tenor del cierre inmediato de los bares como media preventiva de la Covid-19, un medio de comunicación lorquino salía a la calle a abordar, antes del cierre, a pandillas de jóvenes que estaban ultimando su consumición. Se les preguntaba, con cámara en mano, su opinión acerca de la medida adoptada por las autoridades y si serían capaces de saltarse las normas y hacer fiestas ilegales; interpelación capciosa y si no malintencionada y mezquina, al menos torpe y mentecata.

La respuesta fue indudable. ¿Que se pretendía poner de relieve? ¿que la gente joven y en este caso adolescente, es arriesgada, atrevida idealista, optimista y trasgresora de las normas? Pues claro que sí, eso es la normalidad, así son los jóvenes reales, pues de ser al revés estarían enfermos.

Era también evidente que estos adolescentes estuvieran más pendientes de la alcachofa y del filmador que de lo que decían. Pero lo más sorprendente es que los rostros de los menores se emitieran al público, sin protección alguna, dando la cara sin filtros y sin anonimato.

En lugar de rasgarse las vestiduras como ha hecho el Consejo de la Juventud y otros, a los adolescentes hay que protegerlos, defenderlos; hay que enseñarles, corregirles, ayudarles y, si se equivocan, perdonarles, no echarlos a los pies de los caballos en la primera ocasión, sometiéndolos a escarnio.

No podemos olvidar que la Ley de Protección Jurídica de Menores establece «que los derechos de un menor merecen una especial protección, por lo que no deben ser sacrificados aunque se trate de comunicar una información exenta de ánimo de lucro y hasta socialmente relevante por el fin que se pretende», y al día de hoy existen medios técnicos suficientes para evitar la identificación de los menores que aparecen en imágenes. Así mismo la difusión de información o la utilización de dichas imágenes o nombre de los menores en los medios de comunicación es una intromisión ilegítima en su intimidad, honra o reputación, y contraria a sus intereses, que puede determinar la intervención del Ministerio Fiscal.

¿Los responsables de este reportaje no han caído en la cuenta de que en este escenario los chavales también pueden sufrir bullying en su centro escolar? En fin, no salgo de mi asombro y considero que es un despropósito que sobrepasa ciertas líneas.