Leo hace unos días en prensa que dos hombres han sido arrestados por agredir sexualmente y extorsionar a trabajadoras del Campo de Cartagena y que estas detenciones se suman a otra realizada el mes pasado sobre un capataz de la misma finca agrícola, acusado de cometer al menos una veintena de violaciones a mujeres jornaleras.

Y esto sucede aquí, en esta Región nuestra, sede de la derecha desde 1993 y en la que, ahora, además, se ampara a la propia ultraderecha; a esos mismos que niegan y dan la espalda a las mujeres víctimas de la violencia machista.

Presuntamente, se habría amenazado a estas mujeres con denunciarlas, por no tener su situación laboral en España regularizada, si no cedían a sus deseos.

Y ellas, todas con una situación socioeconómica precaria, trabajadoras extranjeras que desconocen el idioma, se habrían visto sometidas a ceder. Repugnante.

Leyendo esta noticia, una bien podría pensar que se está proyectando ante sus ojos una película de aquella América dividida entre ricos y pobres, blancos y negros: la del Norte y la del Sur.

Aquella en la que se vendían esclavos al mejor postor y los capataces blancos abusaban, a golpe de látigo y con total impunidad, de las mujeres más vulnerables.

Pero no, esta feminista confesa sabe que estamos en el siglo XXI y que vive en una región civilizada, favorecida por estar situada dentro de ese ´primer mundo privilegiado´ donde todos y todas, se supone, deberíamos tener los mismos derechos y no ser diferenciados por nuestro color de piel, sexo o condición sexual, pero donde es inevitable que se te revuelvan las tripas cuando compruebas, una vez más, y con datos tan sumamente deleznables, que no es así y que aquí, en la Región de Murcia, aún hay hombres que violan y abusan de las mujeres más vulnerables, como si fuesen las esclavas de antaño y amparándose, como viles cobardes, en su poder laboral, económico o social.

Que sí, que les falta el látigo, lo sé, pero es evidente que no les hace falta, que son tan bestias como aquellos y que nos queda mucho camino, y nada fácil, aún por batallar en cuanto a la defensa de los derechos humanos y la igualdad de género.

Una vez más se evidencia que la lacra de la violencia machista es una rotunda realidad y este no es más que otro terrible ejemplo para sumar a la lista. 41 mujeres asesinadas por la violencia machista en este 2020. Dos de ellas vecinas de nuestra Región. 1074 víctimas desde enero de 2003 hasta el día de hoy.

¿Dónde está el Gobierno regional que no vigila que se cumplan los derechos de estas mujeres trabajadoras del campo? ¿Amparan acaso, como aquellos señoritos del Sur, que cómodos miraban desde sus imponentes mansiones y de lejos, a capataces que siguen creyendo, aún hoy, que las mujeres pueden ser sus esclavas?

Escarlata O`hará concluiría con un: «Ya lo pensaré mañana». Pero hoy, vergonzosamente, ya es tarde y lo que tenemos enfrente no es ninguna gran pantalla de cine sino la realidad más trágica de la desigualdad laboral y de género de La Región de Murcia, cuna de la derecha, y en el 2020.