Espero al protagonista de mi columna en un bar, siento ponerles los dientes largos y hablarles de bares en estos tiempos tan inciertos, pero vivo en Madrid en un barrio que tiene más bares que Noruega, como decía Sabina, y encima están abiertos. Hemos quedado en uno de esos lugares con solera, bar flamenco en la calle Ave maría, Bodegas Alfaro. Me siento dentro, frente a una pareja de parroquianos que beben vermú casero y un vino de la casa, mientras el camarero, Manuel, tararea un villancico típico de Jerez cantao por bulerías y otra pareja sentada a mis espaldas habla de teatro. Pocos momentos más placenteros que este en este año de mierda, creanme, y todavía no había llegado mi cita.

Unos minutos más tarde aparece él, Luis López Carrasco, director de cine murciano y la persona de la que todo el mundo habla en estos días. Nada más sentarnos y pedir la primera caña recordamos que fue en un bar cuando hace unos años nos encontramos para hablar de la película que quería empezar a rodar, El año del descubrimiento. Y ahora, tres años más tarde, el día del estreno en pantalla grande volvemos a estar juntos en un bar, para charlar y brindar por la obra maestra del cine documental que acaba de estrenar.

Por fin se hacía realidad un trabajo que ha costado mucho que salga adelante principalmente por la falta de ayudas por parte de las Administraciones y la industria audiovisual de la Región, que ahora, imagino a unos y otros arañar mesas de madera al ver la cantidad de premios y reconocimientos que Luis y su película están recibiendo.

Una vez más la Región pierde la oportunidad de situarse en el mapa cultural a través de una obra valiente que cuenta por primera vez, nuestra historia sociopolítica reciente desde el Franquismo hasta nuestros días, teniendo como hilo conductor la quema de la Asamblea Regional en febrero de 1992.

¿Una película incómoda? No, una película necesaria, que debería verse en institutos y Universidades para que las nuevas generaciones conozcan de mano de los protagonistas, una revolución silenciada por la opulencia de Barcelona 92 o la Expo de Sevilla.

Sabía que me gustaría, pero ha pasado una semana y sigo en la película. Mientras muchos éramos muy jóvenes y ajenos a todo lo que no eran Cobi o Curro, otros se quedaban sin trabajo. Mientras yo iba al colegio, otros con catorce años a escasos kilómetros de mi casa en Cartagena aprendían un oficio, y trabajaban en la industria, como su abuelo o su padre. España entraba en Europa, de repente la oscuridad y el mal recuerdo de otros tiempos desaparecen para dar paso a la propaganda y al lujo. Somos el país de moda, progresista, con Felipe González a los mandos de una España que ´va bien´ y no para de crecer, pero la realidad es otra bien distinta.

Mientras vendíamos lujo, había dolor y muchos trabajadores en Cartagena se quedaban sin trabajo ante la reconversión industrial, cuento chino que la clase política de entonces utiliza para cerrar en nuestro país varias fábricas, en Cartagena, Peñarroya o el astillero de Bazán como impuesto revolucionario o mordida para entrar en Europa. Las prisas, el centralismo y la política del engaño llevaron al caos a varios sectores en nuestro país y las cosas se hicieron muy mal. Pero esto no salió en la tele, no lo vimos en los telediarios, no vimos la inutilidad del Gobierno socialista, a Carlos Collado y lo invisible que era en Madrid. Tampoco vimos su incapacidad para negociar que no echaran a la calle a más de 100.000 trabajadores.

Aquí está el claro ejemplo de cómo la sociedad no le perdona al partido socialista lo ocurrido en aquellos años y no volverá a gobernar en la Región, pero volviendo a la película, esta tensa situación vivida durante meses tuvo como consecuencia la revolución de la clase obrera gracias al movimiento sindicalista de los años noventa que luchaba por los derechos de los trabajadores y por que no se quedarán tantísimas familias en la calle.

Ver el documental y escuchar a los protagonistas que se jugaron el pellejo por sus compañeros, por sus puestos de trabajo o por sus padres y abuelos, emociona. Nada justifica la violencia, fueron días muy tensos, en los que los políticos de repente se ponen al teléfono de los que lideran las protestas, tiene que intervenir la Policía, y Cartagena se convierte en una batalla campal, en la que la Asamblea sale ardiendo; nada lo justifica insisto, pero gracias a las huelgas y revueltas de aquellos días, aunque se les fue de las manos, volvieron a trabajar, retiraron el expediente de regulación de empleo y de la noche a la mañana de no de haber trabajo se consiguió frenar en parte el cierre de los astilleros de Bazán.

Luis toma como eje este momento de la historia en la ciudad de Cartagena para contextualizar una sociedad y un país desde los años de Franco a nuestros días; aunque pueda parecer una película localista, nada más lejos de la realidad. El año del descubrimiento, se rodó en Cartagena pero podría haberse grabado en cualquier otra ciudad de nuestro país. El bar La Tana recrea nuestra vida a lo largo de los años y las generaciones con diálogos y reflexiones en torno a una mesa que engancha e hipnotizan, donde se tocan temas como el feminismo, la incertidumbre a la que se enfrentan los jóvenes, su concepción de la nación o la patria, la precariedad laboral, la mili, la vuelta del fascismo con los partidos de ultraderecha, el desencanto con la izquierda política, por qué Vox es uno de los partidos más votados en la Región o la importancia de los sindicatos a lo largo de los años hasta llegar a nuestros días.. Presente y pasado se entrelazan con maestría generando confusión en el espectador al que Luis y Raúl, el coguionista de la peli, van dando pistas para ubicar el momento histórico.

Un casting bestial, con testimonios reales en un ambiente de humo y cañas, con primeros planos y frases que traspasan la pantalla: «La oportunidad es de quien paga o nos están robando y quitando nuestros derechos sociales», una pantalla partida, llena de historias para algunos y futuro incierto para otros. Doscientos minutos que se pasan sin darte cuenta, y que desde aquí les invito, busquen en la cartelera de su ciudad para disfrutar de esta maravilla, o como han calificado los que saben de cine, la película del año. Los reconocimientos y premios no han hecho más que empezar, sólo espero que El año del descubrimiento pase en pantalla grande muchas semanas, y esta película siga dando la vuelta al mundo y sorprendiendo. Y porqué no, una nominación al Goya a la mejor película documental.

A todos quienes en Murcia no valoran la cultura, Administraciones y sector audiovisual, dejen a la Fuensanta y los trovos, hay vida más allá de las raíces, el alcanfor y la naftalina, el costumbrismo rancio está muy bien, pero hay una generación de gente como la de Luis Lopez Carrasco, que ustedes están dejando pasar de puntillas, y da mucha vergüenza. Por ley la televisión que obtiene la adjudicación debe invertir en películas de nueva creación con un 6% de la inversión concedida por las Comunidades autónomas y brilla por su ausencia dicha ayuda. La cultura es nuestro sello de identidad: el arte, el cine son ventanas al mundo para enseñar el talento, para mostrar que podemos hacer cosas grandes, lo hemos demostrado. Murcia podría ser una de esas citas imprescindibles en la agenda cultural, sus festivales de cine y proyectos como El año del descubrimiento. Disculpen si en este punto hablo desde el desencanto y la frustración de ver como los egos, la mala gestión y el cero interés por parte de las Administraciones y quienes gestionan hace que pierda la esperanza de que las cosas cambien. Mucho declarar a la cultura como actividad esencial y mucha Film Comission, para luego... ¿Lo escuchan? El silencio, humo.

Mientras la cultura de nuestro país y de la Región se pone en su sitio, no dejen de ir al cine y vean El año del descubrimiento.