Entre los grandes enigmas que encierra la historia, hay uno que sigue perdurando y que el cine y las series de televisión han renovado y popularizado: el de quiénes fueron y cómo vivieron los vikingos. Como ya se ha comentado en artículos anteriores, la historia no siempre se ha caracterizado por su objetividad y cuando se trata de la Edad Media parece que hubo un empeño enfermizo de los historiadores posteriores por demostrar que todo lo que ocurrió entre la caída del Imperio Romano y el Renacimiento fue incultura, violencia y atraso en todos los ámbitos.

De ahí que la imagen que nos ha llegado de la mayoría de los pueblos invasores sea la de unos bárbaros sanguinarios, siendo los vikingos los peores vistos por su absoluta falta de respeto hacia el cristianismo, seguramente, porque la mayoría de las obras escritas durante la Era Vikinga eran de eclesiásticos de los países asaltados. Por lo tanto, estas fuentes deben tratarse como mucha cautela, pues no verían de forma objetiva a los saqueadores paganos.

Del siglo XII, cabe destacar la Gesta Danorum, compuesta por 16 volúmenes basada en la tradición popular, y las Sagas, obras literarias cuyo contenido es una mezcla de hechos verídicos y de pura invención que se proponían consignar por escrito una tradición oral destinada a nutrir la imaginación de los pueblos nórdicos, glorificando a sus héroes, por lo que resulta difícil distinguir en estas obras la realidad de la ficción.

En cuanto a la mujer vikinga, cabría empezar explicando que, según Judith Jesch (Women in the Viking Age), el vocablo vikingar del nórdico antiguo solo se aplicaba a los hombres escandinavos que participaban en una expedición y se dedicaban al comercio y al saqueo, por lo que la mayoría de las mujeres nórdicas no eran ´vikingas´, pues no está demostrada su dedicación a estos menesteres. Parece que hay unanimidad entre todos los estudios al otorgar a estas mujeres mayor autoridad y autonomía de las que disfrutaban sus contemporáneas en otros lugares del mundo occidental.

Esto se debe a que podían heredar, poseer tierras e incluso divorciarse de sus maridos, aunque no parece que fuese habitual porque suponía la devolución de la dote por parte del marido, y una ofensa para las familias. Como la inmensa mayoría de las sociedades, la vikinga era patriarcal y tenía una clara división de roles: los hombres se ocupaban de los asuntos políticos y públicos, y las mujeres, de los domésticos, es decir, eran el alma del hogar y, como todas las mujeres de todas las épocas, desempeñaron un papel capital en la estructura familiar. Aunque, es cierto y bastante lógico que, en ausencia del marido las esposas de los jefes de los clanes tuvieran que coger las riendas de la comunidad, ocupando una posición de mayor autoridad, por lo que no es de extrañar que las fuentes cristianas las tacharan de autoritarias, independientes y permisivas sexualmente, seguramente por tolerar la poligamia y el concubinato.

Lo que todavía no ha podido ser demostrado, pese al empeño de historiadores e historiadoras de los últimos años, es la existencia de guerreras vikingas. Para el autor de la Gesta Danorum, hubo una antigua tradición de mujeres danesas dedicadas a las actividades bélicas (Danos feminae o skjaldmö) e incluso habla de la existencia de un ejército de unas trescientas mujeres. En ella se narra la historia de una doncella que decide convertirse en pirata, comprometiéndose, junto a otras jóvenes, a mantenerse vírgenes combatiendo en los mares del norte.

La intención del autor no es la de exaltarlas, muy al contrario, las ve como perturbadoras del orden social, una auténtica enfermedad en la antigua Dinamarca pagana, más tarde curada por la Iglesia. También en la Gesta Danorum, y en las Sagas, se relata la historia de Lagertha, esposa de Ragnar Lodbrok, guerrera y para algunos, valkiria, y de Freydís Eiríksdóttir, hija de Erik el Rojo, guerrera que formó parte de una expedición al continente americano. Asimismo, las valkirias, figuras femeninas de la mitología nórdica, que acompañaban a los guerreros caídos al Valhala, fueron introducidas en las Sagas a veces con el rol de doncellas guerreras.

La arqueología tampoco ha podido demostrar la existencia de un ejército de mujeres, ni de las skjaldmö de la literatura medieval, a pesar de los hallazgos de enterramientos femeninos asociados a armas y otros elementos atribuibles a los roles masculinos. A la luz de estos hallazgos, se puede afirmar que hubo algunas mujeres en las expediciones de los vikingos; algunas lucharían junto a los hombres, lo que no quiere decir que se dedicaran a esa actividad de forma voluntaria y profesional; otras, más numerosas, se establecieron como colonizadoras en las nuevas tierras, como atestiguan los restos de mujeres nórdicas encontradas en los yacimientos de Torksey y Repton en Inglaterra.

Sin embargo, todavía hay estudios que defienden la idea de la existencia de las guerreras vikingas y que aportan como prueba definitiva los resultados de los análisis de ADN realizados por la Universidad de Uppsala al misterioso guerrero vikingo de Birka, que resultó ser una mujer de unos 30 años. Parece que la riqueza del ajuar testifica que gozaba de un alto status social y que era una líder respetada por su gente. En el documental emitido por La 2 de TVE, Viking Warrior Women, se dice que este descubrimiento ha provocado un debate internacional y la necesidad de replantear el papel de la mujer vikinga en la historia.

Pero este hallazgo, de momento, solo prueba que entre más de 4.000 enterramientos vikingos en Birka, uno podría ser de una guerrera; no prueba la existencia de vikingas guerreras. Estamos totalmente de acuerdo en que hay que reescribir la historia y reconocer la importancia de la mujer en todas las sociedades de todas las épocas; su papel y su contribución han sido imprescindibles siempre, no solo cuando se asocian a una actividad masculina, en este caso la guerra, tan valorada por la historiografía tradicional.