He vuelto a mi antigua costumbre de leer con mi hijo Antonio por las noches. Bueno, en realidad nunca llegó a ser una costumbre, aunque yo lo intenté. Pero el abuelo ha vuelto a regalarles libros de lo más entretenido. Y hemos empezado la temporada con Pandora y todo lo que había en su caja. Para mi sorpresa, Antonio conocía cosas de mitología, e incluso sabía que la caja de Pandora había sido un regalo de Zeus. Me quedé de piedra cuando me lo dijo, y entonces fui yo quien se tiró al libro, a enterarme bien de la historia.

Así supe que la tal Pandora fue el primer regalo envenenado de la Historia, una creación de los dioses, por orden de Zeus, para castigar a los humanos por haberse burlado Prometeo de él, y haberle birlado el fuego que no quería que tuvieran los hombres.

Zeus había pedido a Hefesto, el dios del fuego y de la forja, que hiciese a una mujer, y que fuera lo más hermosa posible. Pandora fue creada a imagen y semejanza de Afrodita, la diosa del amor. Y el resto de los dioses le concedieron otros dones para que fuese bella, buena, inteligente, compasiva, astuta. El castigo de Zeus para los hombres lo iba a infligir Pandora sin saberlo. Para ello, antes de enviarla a la tierra le infundió la curiosidad, para que sintiera una necesidad insaciable de observar y entender. Él le dijo que así se volvería verdaderamente humana, que la curiosidad le haría querer saber qué pasaba a su alrededor, y podría conocer mejor el mundo.

La casó con Epimeteo, el hermano de Prometeo, y les regaló un ánfora que no debían abrir bajo ningún concepto. Cómo sigue la historia, incluso yo lo conocía, y es que Pandora, víctima de su curiosidad, abrió la caja y liberó todos los males del mundo, metidos allí por Zeus. Después de aquello, la vida para los hombres perdió su tranquilidad.

Pero la historia tiene un final que yo no conocía. Hefesto sentía pena por los hombres, y por Pandora, que era creación suya. Así que, en el fondo del ánfora, debajo de todos los males y sin que Zeus se enterase, había depositado la esperanza.

Por eso, cuando Pandora abrió el ánfora, la esperanza se esparció por toda la tierra, igual que el resto de las calamidades. Y entonces los hombres pudieron soñar con tiempos mejores y ser felices, aunque arreciasen las adversidades.

Cuando terminamos de leer el libro me quedé flipada. ¡Qué historia tan chula! Y cuánto se parece a lo que esta pasando ahora. Cómo habríamos podido soportar las plagas que nos han caído, y no sólo el covid, sino el tambaleo de trabajos, colegios, comercios, etc., de no haber brillado la esperanza en el fondo de la caja.

Desde siempre las fuerzas del mal tratan de abrir las almas a la intolerancia y al odio, cerrando el corazón a la paciencia y a la comprensión. Pero también hay otras fuerzas, como la esperanza de Pandora, que abren el corazón al amor y cierran la puerta al rencor, y hacen más llevadera la tarea. Si es verdad eso que dicen, dentro de poco habrá vacuna y nuestras vidas volverán a ser como antes. Tendremos otros males, pero iremos sin mascarillas, saldremos cuando queramos, comeremos y beberemos sin distancias, pudiendo juntarnos da igual cuántos seamos.

Cuando ese momento llegue, si alguien se acuerda, sería bueno dar gracias. El que quiera, que bendiga a Hefesto por habernos dado la esperanza. El resto que dé gracias a Dios por habernos librado de ésta, y nos siga dando esperanza, alegría y paciencia para afrontar lo que nos queda.