En un día perfecto canta Lou Reed que beberiamos sangría en un parque y al anochecer nos iríamos a casa (agarrados de la mano), esto no lo dice la canción. En un día perfecto daríamos de comer a los animales del zoo, canta Lou Reed y más tarde volveríamos a casa para disfrutar de una película (agarrados de la mano), esto tampoco lo dice la canción...

Y es que para algunos tomar la mano de la persona a la que quieren es básicamente imposible, los separa la distancia. ¿Cuántos kilómetros, horas de avión, qué trecho se ha de recorrer para resignarse a vivir una relación a distancia?

No sé si es sano querer a alguien que hace su vida lejos de la tuya. Pero sí se que a veces se siente más cerca al que vive fuera que a cualquiera que ande a veinte centímetros de una. Seguramente la vida se empeña en ponernos una traba tras otra para gritarnos a bocajarro que hay determinadas situaciones que ni nos deberíamos plantear.

Ya sé que de antemano todos advierten y hasta censuran lo que les estás contando que te pasa, opinan que esa relación está condenada a fracasar desde el primer minuto. No saben muchos de los que opinan que existen en el mundo personas que anteponen la calidad a la duración en una relación. Pero qué difícil es el día a día, tal vez por eso, quien dice que vive en este estado, parece hallarse en una luna de miel continua.

Si lo analizamos, igual llegamos a la conclusión unánime de que jamás tuvimos una pareja con la que hayamos convivido, a la que llamasemos o escribiesemos quince veces al día de no ser por una tarea doméstica que con urgencia hubiera que solucionar. Pero esas quince llamadas o mensajes no incluían, casi nunca y tristemente visto a toro pasado, una preocupación o interés constante sobre el estado emocional del otro. O simplemente intención de conocer la temperatura que hace en su ciudad. No debió jamás ser así, pero lo fue.

Tal vez puede llegar a ser peligroso idealizar a alguien por quien sientes afecto, cariño o deseo, de una manera tan tosca. Dicen los que opinan y deben tener razón, que el golpe de realidad por llegar después puede ser tremebundo, pero ahora no es momento de imaginar cómo sería la convivencia, estamos hablando de utopía subidos en una nube. Es momento de inventar y seguir con la mayor conexión posible hasta que esa situación se aclare, hasta que las condiciones que nos han tocado vivir nos permitan bailar juntos.

Y es que la realidad es la que manda, nos hemos metido de lleno en este fenómeno cada vez más frecuente de un mundo globalizado. Estar interconectados nos puede llevar fácilmente a conocer a alguien de otra parte del planeta y como siempre pasa, el amor no entiende de planteamientos racionales.

Y los que viven separados por una frontera, un mar, tres desiertos o dos continentes pero se empeñan en apetecerse, son ante todo valientes. Los kilómetros jamás podrán medir el nivel ni la calidad de la pasión entre dos.

Y soy de las que defiende con gusto pensar que todo es posible, después de las pruebas, los obstáculos o el tiempo; si hay voluntad es posible. Porque como dijo Reed, «todo sucede por una razón, todo sucede cuando tiene que suceder». Y seguro que muy pronto, quienes viven una relación a distancia, recogerán lo sembrado, volverán a casa agarrados de la mano, o no, y será un día perfecto.