Durante los años de estudiante se convirtió en un ritual. Sans se ponía el pijama. Oliva la clavaba siempre por debajo de la media hora. Víctor se encerraba y hacía un vacío. Las mías eran las más irregulares. Yo tenía clase por la tarde, y alguna siesta en día lluvioso pamplonica se me juntó con la cena. Filosofías, decíamos. Como cuando todos cenábamos lo mismo pero cada uno en un orden diferente. Filosofías. Pero ahí está, ese tesoro único del que goza nuestra vida mediterránea, que sí, no podría explicarlo, pero la siesta es mediterránea. Y muy murciana. Una vez escribí sobre el clis. Clisarse. Es uno de mis palabros murcianos preferidos. Y es que además clisarse es una auténtica maravilla, porque suele ser un irse del mundo absoluto en unos segundos o incluso minutos. Y eso es lo que nos cuenta el increíble Mahn ( Miguel Ángel Hernández) en su nuevo regalo, El don de la siesta. Notas sobre el cuerpo, la casa y el tiempo (Anagrama, 2020), que hemos devorado como todo lo que sale de su inagotable fuente de sabiduría natural.

La siesta como espacio propio. Dormir es uno de los últimos reductos de la libertad pura. Estaremos confinados, pero siempre podemos dormir la siesta. Hay muchas siestas perfectas. Y las circunstancias de la siesta, como todo en la vida, hacen que cada día sea única y diferente. Pero si tuviera que definir la mía ideal sería una que apenas he disfrutado. Sol de otoño, higuera o similar, cojines muy grandes, leve brisa, descalzo? y sin prisa, pero que no pase la hora. La siesta larga me mata y soy de los que pierde el control. Nunca me pasa por la noche, es decir, madrugo siempre. Pero hay siestas que se descontrolan, porque para la siesta nunca pongo el reloj. Si lo pusiera, creo que no podría dormirla nunca. En vida hay también auténticos apóstoles de la siesta. Mi padre. Tiempo sagrado en verano. Y mi tío Jesualdo. En su casa el tiempo de siesta era un toque de queda absoluto y sin discusión posible. Qué decir de ellos. Admiración absoluta siempre.

Así que la siesta también en mi vida ocupa un espacio de importancia esencial y leer el ensayo de mi amigo Mahn ha hecho que brote una idea que ya estaba ahí, pero a la que Mahn le ha sacado el arte, como cuando decía Miguel Ángel, me refiero al escultor renacentista esta vez, que lo que hacía al esculpir era quitarle a la piedra lo que él veía que le sobraba. Así ha pulido la siesta el genio de la boina y las gafas de pasta.

¿La siesta no es patrimonio de la humanidad? Si no lo es, en la petición oficial debería ir el librito que ha hecho este final de octubre un poquito más llevadero. Qué mejor regalo que una siesta escrita para estas semanas de sofá Disfrútenlo.

¿Cómo son tus siestas? Vale.