"Qué culpa tiene el tomate de haber nacío en una mata, para que luego venga un malaje y lo meta en una lata?"

¿Qué culpa tendrán los almerienses de que en Cartagena seamos tan 'listos' de 'innovar' y construir la primera carretera con un picoesquina? Que no, hombre, que no, que por mucho que nos quieran ningunear y nos obvien casi siempre en el panorama mediático nacional, el picoesquina es nuestro. ¡Vamos! Que para eso se trata de un término que forma parte de nuestro dialecto murcianico. Ahora que lo pienso bien, igual fue un vecinico del otro lado del Puerto de la Cadena el que tuvo la ocurrencia de llevar la palabreja hasta sus últimas consecuencias y que diera el salto de las aceras a las calzadas. Y de ahí al orbe mediático, hasta el infinito y más allá.

Una cosa hay que reconocerle al creador del esperpento, que salvo algún que otro despistado que se ha querido llevar el invento en cuestión a la anexa provincia de Almería, todos los medios habidos y por haber se han olvidado durante un ratico del maldito bicho que nos tiene encerrados, atrapados y acongojados y se han descojonado (perdonen el término, pero no encuentro ninguno más ajustado ni apropiado) al ver que aquí, en este rincón del sureste, cuna de múltiples civilizaciones, tierra trimilenaria donde se fusionan las culturas, destino «a cuyo claro y singular renombre se postran cuantos puertos el mar baña, descubre el sol y ha navegado el hombre», que diría Cervantes, sí, aquí somos capaces de cualquier cosa. Porque somos más chulos que un ocho y si hay que hacer un picoesquina en medio de una carretera, pues se tira 'palante' y se hace. ¿O acaso no se acuerdan de que hemos tenido al alcalde más chulo de España? ¡Pregunten, pregunten fuera! Verán cómo muchos sí lo recuerdan. Eso sí, nada ha tendio que ver el exregidor municipal, que también se paseó por todos los telediarios nacionales, con esta magnífica ocurrencia viaria, con esta inigualable joya de la ingeniería, con este hito en la historia de las obras públicas, con esta insuperable habilidad para esquivar obstáculos, pero, sobre todo, con esta nueva oportunidad para que toda España y quién sabe si parte del extranjero nos vuelva a situar en el mapa de la vergüenza y del ridículo más grande jamás conocido.

Me pregunto qué se les pasaría por la cabeza a los operarios en el momento de echar el cemento, el alquitrán o lo que sea que utilicen y colocar los bordillos formando un perfecto picoesquina que bloqueaba medio carril. Lo peor es que, probablemente, solo cumplían órdenes de las mentes pensantes. Nos dicen que solo era una forma de continuar la obra mientras se ultimaba la compra de la pequeña porción de terreno que impedía trazarlo recto. En fin. Que lo hemos logrado otra vez.

Hace unos días, en un congreso virtual que nada tiene que ver con lo que estamos hablando, uno de los ponentes que conocía mi origen cartagenero, bromeó con que aquí somos capaces de diseñar y fabricar submarinos que no flotan. Me defendí diciendo que se han solventado los problemas y que la nave se está culminando. «Estamos en ello», le dije. Replicó explicando que esa expresión de 'estamos en ello' se usa a menudo en su tierra cuando quieres expresar más bien que no estás haciendo nada.

Afortunadamente, los nuevos submarinos españoles serán una realidad algún día, aunque se están haciendo esperar de más, pero o hacemos las cosas de otra forma o vamos a quitarle el puesto a cierta localidad onubense que protagoniza infinidad de chistes sobre chapuzas y barbaridades varias. Y el mérito será solo nuestro.

Lástima de millones que nos gastamos en promoción para presumir de esta impresionante y prometedora ciudad de tesoros en la que vivimos «para que luego venga un malaje y la meta en una lata».

El escritor J. J. Benítez ha comentado en varias entrevistas que le han hecho recientemente que esto de la pandemia del Covid-19 es solo como una especie de ensayo general ante la gran catástrofe que se avecina. ¡Que digo yo que a este hombre a optimismo no le gana nadie! Vamos, que también podría decir que en unas semanas tendremos una vacuna salvadora que nos protegerá del virus mortal. ¡Ah, no! Eso ya lo han dicho Sánchez e Illa, entre otros.

Le doy la razón a Benítez en que, probablemente, la extinción de la especie humana haya podido comenzar. ¡Quién sabe! Pero visto lo visto, unos sobrevivirán más que otros. Ya saben, cosas de la evolución de las especies y la selección natural que ya nos descubrió Darwin. Porque todos venimos del mono, pero unos más que otros. ¡Y luego nos extrañamos de que nos encierren!