hoy no es un día más. Parece un día tonto, en mitad de la nada, acabándose un mes insulso, para dar paso enseguida a otro mes, que empieza por los santos, sigue por los muertos, y acaba dando paso al alegre diciembre. Aunque es mucho decir que va a ser alegre diciembre, porque este año mucho me temo que las navidades van a ser más solitarias que nunca. Por una parte, mejor para no tener que aguantar a los familiares obligados a comer y cenar juntos, a pesar de sus pocas ganas de verse. Y mejor también, porque el recogimiento ayuda a echar de menos y añorar a los que ya no pueden venir por estar más allá de lo que es una pandemia. A la que por cierto podíamos poner fin como lo hizo este mismo día, hace 92 años, Alexander Fleming descubriendo la penicilina. Aunque parece ser que estamos más cerca no de descubrir una vacuna, sino de lo que pasó en 1938, también tal día como hoy, cuando Orson Wells sembró el pánico en EE UU a través de la radio haciendo creer a mucha gente que había una invasión de extraterrestres.

Para mí, es más reconfortante lo que sucedió el 30 de octubre de 1910, que es cuando nació Miguel Hernández en la hermana Orihuelica del Señor, pues nos dejó más satisfacciones y legado que la poca graciosa broma del fin del mundo de Wells. Y también mucho mejor para la historia de la humanidad es ese nacimiento, que el hecho de haber ocurrido este mismo día la asunción de la Jefatura del Estado en el año 1975, por enfermedad de Franco, el que era un príncipe entonces, y ahora es un exiliado, al menos temporalmente, por méritos propios. Sus devaneos económicos, traídos a la luz por el despecho de un antiguo amor, como tantas veces ha sucedido, le ha conducido a esa situación. Si no, que se lo pregunten a Cachuli, que por amor de una tonadillera, dicen que atractiva, acabaron ambos en la trena. Todo ello, gracias a la esposa de aquél, que cantó más que la folclórica con lo de las bolsas de basura, plenas de billetes, con más colores que un puticlub, verdes, rojos y amarillos, y por supuesto y sobre todo, negros.

Dos meses, solamente dos meses, menos mal y gracias a Dios, faltan para que finalice este peor bisiesto de toda la historia contemporánea, de los que hemos vivido. Y deseo que no nos espere el trueno final, pues está siendo de traca este jodío año. Me conformo con que se controle el virus, lo primero. Con que la economía se recupere, lo segundo. Y al mismo tiempo y todo junto, por qué no pedir también que el Consejo General del Poder Judicial sea renovado sin participación de los políticos en su elección, al menos en algunos de sus vocales. Que Europa no nos saque más los colores por falta de independencia judicial y dudas sobre nuestro Estado de Derecho.

Que Puigdemont pise la cárcel de forma provisional, hasta su juicio. Que se sepa quién está pagando su estancia en los países que lo acogen por Europa. Que el pueblo español confíe en la Justicia. Que ésta no sea tan lenta. Que los partidos políticos antepongan el interés general al suyo particular. Que tengan, pues, visión de Estado.

Que si los sanitarios precisan material médico y de protección se les proporcione y no defectuosos. Que haya dinero para las cosas importantes, aunque haya que restringir o eliminar las prebendas injustificables de algunos, como los sueldos vitalicios, las escoltas y coches oficiales innecesarios, los asesores de los asesores de los técnicos que asesoran a un director general que a su vez, asesora a su consejero o ministro. Mucho pedir, lo siento.