Ha sido un verdadero placer ver en pantalla grande, en una sala de cine, con mayúsculas y como tiene que ser, la película documental Dehesa, el bosque del lince ibérico.

Después de su anterior película, Cantábrico, y de la previa, Guadalquivir, el director de cine y naturalista Joaquín Gutiérrez Acha lo ha vuelto a lograr: un excelente retrato en vivo de uno de los trozos de naturaleza y vida salvaje más excitante de la península ibérica. Un increíble documental que reivindica la belleza, pero también la fertilidad y la utilidad social del territorio del lince ibérico. Una perfecta pintura en movimiento de un escenario en el que las encinas, los alcornoques, los quejigos y el matorral mediterráneo albergan tanta vida silvestre como podamos imaginar.

La película no tiene desperdicio. La calidad técnica de los medios del siglo XXI que se han empleado en el documental se mezcla con la sensibilidad naturalista del director y del enorme repertorio de técnicos que lo han acompañado, muchos de ellos especialistas en fauna, cámaras de naturaleza o grabadores de sonido bien conocidos en los círculos de los documentales de naturaleza. Algunos de los momentos de la película son simplemente geniales, como esas peleas gatunas entre linces o la majestuosidad de algunas de las escenas con águila imperial. Pero no sólo con esas especies emblemáticas y espectaculares, sino también con especies más 'sencillas' como las cautivadoras imágenes de la apertura de unas peonias o la sorprendente y divertida caza de las ranas sobre las libélulas.

Además, Dehesa no es nada pretenciosa. Cuenta las historias del medio natural sin trucos ni efectismos excesivos. Parece como que simplemente nuestros propios ojos y nuestros oídos se hayan situado allí, a dos metros de los animales. Quienes saben algo de la dificultad de filmar la vida salvaje se dan perfecta cuenta del tremendo esfuerzo en horas, dinero, paciencia y habilidad técnica que hay que emplear para un resultado que por respirar pura naturalidad parece sencillo pero que en absoluto lo es. La película es también una aventura empresarial de gran mérito y rareza por parte de la productora, Wanda Films, que se ha embarcado en esta locura. Ojalá que los resultados económicos les acompañen.

El ámbito elegido, además, para esta película es extraordinario. El bosque mediterráneo es uno de los ecosistemas más biodiversos y más interesantes ecológicamente de toda Europa. Y el resultado del uso tradicional y sensato de este bosque, que lo convierte en dehesas, es un raro ejemplo de compatibilidad entre conservación de la naturaleza y explotación racional del entorno.

Los que nos emocionamos con Félix Rodríguez de la Fuente allá por el pleistoceno tenemos ahora en Joaquín Gutiérrez Acha un divulgador ambiental de muy distinto tipo y carisma pero de tamaño similar.

Aunque mientras escribo esto veo con tristeza que ya no está en los cines comerciales de la Región de Murcia, estoy seguro que la película tendrá una esplendorosa segunda vida en las plataformas. De modo que no dejen de verla.