Tal vez las adolescentes que andaban con las hormonas en plena ebullición, el objetivo de consumo y un confuso además de oscuro ideal sobre el sexo masculino fueron caldo de cultivo para empezar a cocinar canciones como Sweet Little Sixteen (Chuck Berry, 1958). Una perfecta descripción de lo que un poco más tarde sería el movimiento Groupie, pero algunas no olvidamos que lo que realmente transitaron estas chicas fue La Revolución Sexual.

Triste saber que para muchos estas féminas no eran más que unas simples taradas que se escapaban de casa para perseguir, hasta meterse en su camerino, su coche o su cama, a sus músicos de cabecera. Y terminar, en el mejor de sus sueños, formando parte de su séquito.

En cualquier historial de un grupo que se precie, además de contarse sus andanzas musicales se incluye la importancia de mujeres icónicas para ellos. Que si bien nunca formaron parte de la banda, tuvieron mucho peso como inspiración para sus canciones. Adoratrices del rock'n'roll como Bebe Buell, Sable Starr o Pamela Desbarres eran además consideradas adalides del feminismo que afortunadamente se extendía por los países anglosajones casi con la misma intensidad que la música de la que hablo.

Aunque pocas veces se haya discutido, creo que todos tenemos muy claro que al rock de esa época (The Rolling Stones, Cream, The Who, Led Zeppelin...) se le supone especialmente machista. Pero esas mujeres contaban con el beneplácito de sentirse libres, de disponer a su antojo del sexo, de vestir como les daba la gana. Todo ello, sin llegar a ser juzgadas como prostitutas, porque no lo eran. Ellas, en todo caso, fueron la evolución del Rock, las que con sus brazos en alto, sus bailes en primera fila durante el concierto o sus gritos de histeria al ver salir a la banda, levantaron un imperio que más adelante se conoceria cómo industria musical.

Y sí, fueron ellas, las mujeres. Pero siempre sucede igual, ese segundo plano que es la losa tan difícil de mover. Si los músicos disponían de un montón de chicas que los acompañaban, eran considerados los más rebeldes del momento, sin dejar de ser por otra parte un halo de esa esencia desconocida y romántica que se convertiría en una subida de caché. Ellas no, ellas serán hoy día recordadas como unas 'golfas' que perseguían al músico y lo cargaban de problemas, pues más allá de lo que cuente alguna de sus canciones, en el Rock'n'roll como en la vida siempre ha existido la doble moral, reflejo de una sociedad donde imperan las apariencias.

Antes de todo esto, fueron muchos los filósofos que formularon una premisa venida como anillo al dedo para esta situación: «Admitir que la verdad vale más que la apariencia no pasa de ser un prejuicio moral, incluso constituye la hipótesis menos demostrada que existe».

Aparentemente a muchos hoy les costaría decantarse por una opinión como la de Nietzsche, sobre todo porque él mismo se autodenominaba 'inmoralista'. Y puede ser que no fuesen muchos los que se colocaran el apelativo de inmorales en las entrañas de su conciencia, pero sí son muchos los que tanto en el Rock'n'roll como en la vida hacen de las apariencias su bandera de verdad.