Cuando uno se pone a leer el periódico, y se encuentra una cabecera como la de «Llegar a Dios a través de la Física Cuántica» ( El País,13-09), y comprueba que se refiere a la línea de pensamiento de un teólogo y filósofo, exfranciscano, de la talla de Leonardo Boff, se le ensancha el alma. Porque este pobre tontolhaba que soy tiene exactamente esa misma creencia (como la del también Ernesto Cardenal, e incluso el Dalay Lama) y sé que somos cuatro gatos locos los que defendemos esa llamémosle fe. Una fe que no está basada más que en la evolución de la ciencia y el pensamiento, que enlazan con antiguas escrituras, pero exentas de dogmas y normas en las que apoyarse, como no sea en la pura razón. Así que un pensador universal como Boff (Brasil, 1939), igual de cuestionado y perseguido que Casáldiga, Cardenal, Ellacuría, etc. por la misma Iglesia de Roma, como también un exponente de aquella, enterrada pero no muerta, por el Vaticano, Teología de la Liberación, que se alzó en Hispanoamérica en los legendarios 60, se atreva a exponer, casi en solitario, su teoría al respecto, es un balón de bendito oxígeno para mi espíritu. Y más, cuando mi último libro que se aventura en tales recovecos, Cosmogénesis (Amazon), se abre camino a paso de caracol y en base a cuchicheos de oreja a oreja por parte de mis lectores, que no digo yo seguidores. Por cierto, y con referencia a la Iglesia romana citada, que Boff es partidario de una Iglesia descentralizada, y, si ha de tener un papa, dice, que sea como este Francisco, ya que no puede ser el de Asís?

Es que, dicho sea de paso, y porque viene a cuento, la institución de la Iglesia es un invento colado por la Católica en los Evangelios con calzador y en horma de madera. Jesús no pudo nombrar la palabra Iglesia, simplemente porque él hablaba en arameo, y en arameo no existe tal expresión, ni como concepto ni como palabra. Es una noción griega que significa 'reunión', por lo que es imposible que el nazareno encasquetara algo cuya idea no existía y que incluso sus apóstoles no iban a entender, ni siquiera en su definición. Si analizamos el contexto, cuando Pedro le dijo quién creía que Él era, muy bien pudo contestarle «sobre esa creencia edificaréis vuestra fe», o algo parecido. Hasta el nombre Petrus ( piedra) era latino, no arameo ni judío. Pero ninguno pudo nombrar algo que desconocía en su léxico, ni el significado que luego se le impostó a la palabra un par de siglos o tres después en unos Evangelios muy posteriores escritos en griego y amañados en el Concilio de Nicea.

«Si los propios científicos, asombrados por la belleza y armonía del universo, se asoman a ese misterio, ¿por qué no habrían de valerse también de la ciencia los teólogos?», se pregunta Boff, incluso atreviéndose a incluir en sus reflexiones el llamado misterio, que no enigma, de la Santísima Trinidad. Digamos Origen, Energía y Materia, con mayúsculas, o plan, inteligencia y voluntad, con minúsculas. Por ejemplo. Lo que la fe por el dogma me estampó el catecismo Ripalda de mi niñez a machamartillo, la lógica y el sentido común de la Física Quántica me ha hecho entenderlo, y aceptar lo que antes rechazaba. Este es mi testimonio, y me encanta que coincida con su entendimiento de estas cosas. Leonardo Boff dice que «es necesaria una fe vigorosa para poder ver a Dios realmente en todas las cosas, incluso en las más contradictorias». Yo incluso me atrevería a suprimirle la palabra 'fe' por la de 'conocimiento', dado que a la palabra fe se le ha inyectado un sinónimo de 'ceguera', un 'creer sin ver' que suplanta al creer en el saber, a creer comprendiendo y entendiendo, que es la fe correcta.

Por eso mismo, Boff no puede separar la ecología (ecoteología la llama), y está empeñado y comprometido en la defensa de la naturaleza y contra el cambio climático, porque es la parte de Dios sobre la que todos nos mantenemos, pero que todos atacamos. Eso también es ciencia, no catecismo. Y aquí inserta él su concepto del mal. En que el ser humano es dual, es 'sapiens' y 'demens', sabio y demente, en un estadio evolutivo de 'no acabado'. Somos un ser aún por terminar, que aún es ángel y demonio al mismo tiempo. Un producto no perfeccionado que precisa de su propia implicación personal (libre albedrío se le llama a eso) para 'terminarnos de hacer'. No se trata, añade él, de acabar con el demonio, si no de domesticarlo. De instruirlo, no destruirlo, añado yo a la nota. Porque ambas partes, lo uno y su contrario, igual que explica la física quántica, forman el todo, y no puede existir lo uno sin lo otro.

A este teólogo le costó su sacerdocio en la Iglesia, pero yo creo que le mereció la pena. Y mira por dónde, que para la reciente Encíclica de contenido ecologista Laudatio, Bergoglio pidió la colaboración de Boff.