Cada ser es único y busca su frase épica.

Waberi, poeta africano

Aunque la tan conocida y temida alteración climática de la Naturaleza todavía no ha sido atendida con la energía que requiere, ni en España ni en casi el resto de los países, en nuestro país asistimos, ojalá que se consolide la tendencia, a un cambio del clima político asfixiante que venimos padeciendo desde hace mucho tiempo.

Así es, la férrea bifurcación de las grandes ideologías, izquierda y derecha, con los extremos de ambas bien conocidos, nos ha llevado a una situación verdaderamente preocupante, pareciendo como si los españoles no fuésemos capaces de disfrutar de las dos coordenadas que definen un Estado occidental y moderno, esto es, una democracia aseada y un firme Estado de Derecho, aunque ambos conceptos son caras de la misma moneda. Y es que dentro de ese doble y paralelo marco cabe todo, pues cualquier tesis política encuentra allí su asiento. Es la historia reciente la que nos muestra que la época más feliz de España ha transcurrido desde el advenimiento del régimen democrático que puso fin a la dictadura franquista. Ahora somos ciudadanos, libres y dueños de nuestras decisiones y de nuestro destino común. Pero parece que nos gusta jugar a la ruleta rusa, aun sabedores del riesgo que conlleva frivolizar con las armas. La propia Historia nos enseña que de un día para otro pueden cambiar bruscamente las situaciones políticas, de suerte que una feroz involución o una insensata utopía con sustento en la progresía desmedida pueden brotar cuando menos lo imaginemos. La democracia, como la naturaleza, ha de ser mimadas, pues si así no se actúa, ambas pasan factura, que es lo que está acaeciendo en el ámbito geológico y puede pasar en el político.

Es lamentable que las mencionadas ideologías, recipiendarias de las diversas ideas, en vez de apuntar a lo mismo, el bienestar y el progreso del país, diverjan continuamente en lo que las dos entienden como el mejor, o único, camino para alcanzar tales metas. Y esa es la imagen que los partidos políticos ofrecen en la actualidad, vehiculizando sus diferencias mediante un duro y reiterado enfrentamiento, se trate de lo que se trate. Parecen no darse cuenta de que es estadísticamente imposible que uno de ellos siempre tenga la razón y el contrario esté equivocado. Esa paralizante disfunción democrática merma a la sociedad y retrasa su avance hacia estadios de bienestar más placenteros. Y al paroxismo de esa tendencia se llega cuando esa actitud queda residenciada en los líderes de las distintas formaciones, aupados, aunque ellos lo olviden, por el voto de los suyos. Ello supone que se guarden las formas (las elecciones), pero se descuide la esencia del sistema, que no es otra que la mejor dirección de un país a todos los niveles responda a lo que aspira en cada momento la mayoría de sus ciudadanos. Eso es la democracia: escuchar y actuar.

Pues bien, el cesarismo instaurado en España concentra todas las decisiones en quienes 'mandan' en cada sector del electorado. Los demás, a aplaudir, aunque muchos lo hagan sin ganas y a veces hasta con rabia. Sería pírrico, por ocioso, poner ejemplos, bastando afirmar que en el Gobierno y en las Cortes solo unas pocas voces conducen el debate político, bien desde el propio Ejecutivo, bien desde la oposición. Y eso sin duda emvilece el cruce de ideas e iniciativas que debería existir, siendo de constatar, además, que en modo alguno esas cabezas pertenecen a los más listos o a los más preparados. En absoluto. Ellos, como los dioses mitológicos, bajan poco a la Tierra, contactan poco con los mortales. Quizás no tengan necesidad alguna de hacerlo. Y en los territorios en los que se vertebra el Estado de las Autonomías el planteamiento alcanza, sobre todo en algunas regiones, su mayor demostración, de modo que lo que Madrid opine o disponga 'va a misa', como si en la periferia no se pensara. Eso también tiene sus claves y su secreto, pero no es este el lugar oportuno para desarrollarlos.

El otro día el líder de la oposición tuvo un minuto óptimo, lanzando su frase épica al destacar y explicitar que había llegado a su límite en su condescendencia con la extrema derecha. Me pregunto si se habrá abierto una brecha en el continuo y sistemático enfrentamiento anterior, pues evidentemente esa frase también, o tal vez principalmente, iba dirigida hacia el partido más votado de los que integran el actual Gobierno de coalación.

De momento se anuncia una negociación sobre la conformación de un órgano constitucional de capital relieve para la salvaguarda de la división de poderes. Eso es bueno, pues, de entrada, se supera la paralización a la que habían llegado el uno por negarse a pactar la renovación y el otro por anunciar una reforma legal absolutamente inidónea. Se asemejaba esto a una contienda de colegio: tú te haces el chulo, pero para chulo yo. La política judicial es política y los nombramientos se ven afectados por esta situación, de ahí la virulencia de la crisis, en la que incluso han incidido las instituciones europeas.

Espero que la razón impere y que el consenso como sustento de la democrática diversidad de posiciones políticas pueda enmendar de una vez la anterior deriva. La Democracia, con mayúscula, lo agradecerán sobremanera. Y los ciudadanos también.