Un día le conté cosas oscuras del sector bonapartista del poder. Lo que yo sabía, señalando las equis aún no despejadas. Al día siguiente todo estaba negro sobre blanco en su columna. '¿Cómo has publicado lo que te dije en confianza?', protesté. Y él me contestó sin ningún arrepentimiento ni excusa: 'Se lo contaste a un amigo, pero también a un periodista'». El entrecomillado pertenece al comunista Felipe Alcaraz, uno de los testimonios que se incluyen en una especie de singulares memorias transferidas recién publicadas del periodista Raúl del Pozo con el título No le des más whiski a la perrita.

Algo así debió ocurrirle esta semana al consejero de Presidencia y Hacienda, Javier Celdrán, cuando hizo la confidencia a un periodista amigo de que su compañera de Gobierno, que no de partido, Ana Martínez Vidal, se había saltado la asistencia al Consejo de Gobierno y, sin embargo, acudió a tiempo de comparecer ante los periodistas en su calidad de portavoz para dar cuenta de los acuerdos de una reunión en la que no había participado. El periodista vio en esa información la oportunidad para redactar en su web un artículo en que reprochaba severamente a la consejera la elusión de sus deberes, naturalmente sin hacer referencia a su fuente, aunque parece claro que transmitiendo la irritación con que aquélla le había desvelado el suceso.

E inmediatamente se armó la de Dios es Cristo. Martínez Vidal dedujo que la fuente de esa información sobre sus ausencias debía proceder de uno de sus compañeros de mesa en el Consejo de Gobierno y no tuvo dudas de que se trataba de Javier Celdrán, que acababa de conceder una entrevista al periodista que la criticaba, con quien sin embargo el de Hacienda mantiene una excelente relación personal. Celdrán se vio asaltado por la sospecha, pero como sucede en esos y otros ciertos casos debió utilizar el típico recurso: «Esto no es lo que parece» o «yo solo he intervenido en ese medio para hablar de los Presupuestos». Martínez Vidal tenía la intuición y algo más: la certeza, pero carecía de la prueba. Para evitar que tal prueba pudiera siquiera insinuarse, Celdrán se puso en contacto con el periodista para pedirle que negara la mayor si era interrogado al respecto y que, en todo caso, desviara las sospechas «a gente que ella haya dejado en la cuneta».

Y llegó la hora del nuevo Consejo de Gobierno, el correspondiente a esta semana. A este no dejó de asistir la consejera de Empresa. Y tomó la palabra. Vaya si la tomó. Una fuente asegura que habló durante cuarenta minutos y otra que lo hizo durante cincuenta. Dejémoslo en cuarenta y cinco, que es lo que dura la primera parte de un partido de fútbol, para que nos hagamos una idea. En cualquier caso, debe ser el discurso más extenso que ha pronunciado en público (en este caso, reducido a los miembros del Gobierno) a lo largo de su carrera política. Su mirada estaba dirigida al frente, justo al otro lado de la Mesa, donde se sentaba Javier Celdrán. Como las deliberaciones del Gobierno son secretas, sólo me han llegado algunos ecos de su discurso, como si fueran fragmentos de papiro de algún poeta griego. Al parecer, hizo recuento de su experiencia como concejala del PP en el ayuntamiento de Murcia, donde debió sufrir mucho por cosas similares a las que ahora le están ocurriendo, y advirtió de que no va a tolerar más filtraciones a la prensa con las que sus propios compañeros de Gobierno intenten desprestigiarla, y esa falta de tolerancia se traducirá en adelante en que exigirá la destitución del consejero chivato. La vista puesta, ya he dicho, al frente, al sillón de Celdrán.

Celdrán, por lo que se deduce de algunos de sus pasos de los últimos días, ha sufrido ese efecto que los varones sentimos cuando sabemos que la tenemos hecha, que consiste metafóricamente en un encogimiento de ciertos órganos inferiores a punto de que se nos suban al galillo. Y ojo que Celdrán no es cualquiera. Es el cerebrillo del Gobierno, sector López Miras. No es relevable. Pero ante el ciclón Martínez Vidal nadie está a salvo. Por ejemplo: ¿qué fue de Adela Martínez-Cachá, nada menos que número tres (formalmente, todavía) de la dirección regional del PP, de la que hace un año que nunca más se supo a causa del veto explícito de Martínez Vidal a que tuviera cualquier ocupación en el Gobierno o en sus aledaños? Martínez-Cachá es la Ifigenia en Áulide de Agamenón López Miras, sacrificada por designio de la diosa Artemisa Martínez Vidal para que las naves del PP recibieran el viento necesario que les permitiera partir hacia Troya. Es muy probable que, tras escuchar el discurso del pasado jueves, Celdrán no crea siquiera en el milagro de poder convertirse en Ifigenia en Táuride, salvada por la propia Artemisa, apiadada, al sustituir su cuello por el de un ciervo.

Porque el discurso de Martínez Vidal no acaba donde lo he dejado. Otro trozo de papiro indica que concluyó manifestando que está muy descontenta con la marcha general del Gobierno, y señaló explícitamente que no sólo en lo que se refiere a los consejeros (o ciertos consejeros) de su partido, sino también de los que representan al PP. Deduzco que vino a decir que esto necesita un cambio ya, lo que significaba instar explícitamente al presidente, López Miras, a que se apresurara a la remodelación. Ante tamaño empuje no cuesta mucho imaginarse a López Miras reflexionando sobre la posibilidad de que la portavoz de su Gobierno estuviera dictándole lo que tiene que hacer, es decir, poniéndose en la práctica en su sillón.

Pero los tiempos de López Miras no son los de Martínez Vidal. Ésta acaba de obtener la bendición a dedo de la dirección nacional para dirigir Cs-Región de Murcia, y no ha tardado en entrar en materia. Lo primero, amansando a Mario Gómez (al menos, en apariencia) y despejando por un tiempo el conflicto político de la coalición PP-Cs en el ayuntamiento de Murcia, garantía de que los populares no van a poner pegas para ceder la alcaldía de Cehegín a Jero Moya cuando el año próximo llegue el momento, entre otros asuntos pactados. Pero ahora toca sustituir a su compañera de partido Isabel Franco en la vicepresidencia del Gobierno y para esto es necesaria una remodelación general, ya que la de Política Social y otros Etcéteras ha aguantado el pulso y no ha cedido generosamente el cargo. La nueva coordinadora de Cs está en su momento de plenitud, pero a López Miras le quedan algunos detalles que resolver para situarse a su nivel.

Precisamente, según uno de mis corresponsales, el viernes de la semana pasada, el presidente se reunió en un almuerzo a las afueras de Caravaca con una parte del llamado 'grupo de Miami': Teodoro García, José Miguel Luengo y Marcos Ortuño, secretario general nacional y mentor especial, y los alcaldes de San Javier y de Yecla, respectivamente, estos dos últimos presuntos sucesores en caso de que no pudiera modificarse la actual Ley del Presidente que limita a dos las legislaturas en ejercicio. Aunque seguramente por cortesía de proximidad también participó en el almuerzo el alcalde de Caravaca, José Francisco García, es improbable que no se hablara del calendario legislativo para reformar la Ley de Presidente, de la convocatoria del congreso regional del PP para reforzar el liderazgo de quien será candidato en las próximas elecciones e incluso del momento en que debe procederse a un ajuste del Gobierno que envíe al banquillo a los consejeros ineficientes y alivie la presión de la nueva jefa de Cs para que ésta pueda resolver a su vez sus asuntos internos.

El último problema es que se ha añadido una brecha de desconfianza en la coalición a consecuencia del malestar de Celdrán con Martínez Vidal y su reflejo inverso en la actitud de ésta hacia el número dos del Gobierno. Es cierto que la portavoz tiene la piel muy fina ante las críticas, pero esta vez no se trata de éstas sino de la impresión, elevada a certeza, de que algunas de éstas, como las relativas a sus ausencias (también a las sesiones parlamentarias llega tarde y se va antes de que concluyan), vienen inducidas por sus propios compañeros de mesa, sector PP. Éstos ya saben de su especial sensibilidad, que la lleva a desdeñar incluso a quienes no florean sus comentarios en Twitter, pero menos soporta a quienes filtran algunos de sus comportamientos. Y ya ha advertido que pedirá cabezas.

¿Quién dijo que en este Gobierno estaban pendientes del control de la pandemia?