Las nuevas tecnologías no son tan nuevas. En realidad, hace tiempo que dejaron de serlo. Muchos de nuestros mayores utilizan con asiduidad internet, compran desde casa, tienen redes sociales y realizan cursos para controlar aquellos rincones de ese futuro tecnológico que ya está entre nosotros.

Y es que aunque en los 90 internet estaba entrando en nuestros hogares, aunque hoy en día lo utilizamos cada día de cientos de maneras posibles, todavía lo denominamos 'nueva tecnología'. Puede deberse a que quizá estamos en uno de esos tiempos combinados que los historiadores, expertos en dividir el tiempo en rebanadas, gustan de señalar. Porque aunque los historiadores hablen de Historia Antigua, Historia Medieval, Prehistoria, etc., son conscientes de que las características que otorgan a cada uno de esos períodos no siempre tienen la decencia de aplicarse solo a ese período.

Un ejemplo nos lo ofrece la escritura. Consideramos que la aparición de la escritura es brecha suficiente para separar la prehistoria del resto de la historia; sin embargo, pronto los historiadores detectaron un problema: la escritura no aparece simultáneamente en todos los puntos del planeta. ¿Qué hacer con ese momento de transición en el que convivían pueblos ágrafos con otros que ya escribían? Así fue como apareció la protohistoria, una rebanada más para la hogaza.

Esos compartimentos estancos en realidad no lo son tanto. La Edad Media no es sincrónica en todo el planeta, y una de sus características más importantes, el feudalismo, no desaparece en todas partes al mismo tiempo, y de hecho ni siquiera se desarrolla en todo el globo.

Hoy en día vivimos una situación que nos puede parecer semejante. Las nuevas tecnologías en realidad ya llevan con nosotros unas pocas décadas, ya han modificado nuestras conductas, nuestra manera de hacer ocio, de comunicarnos, de trabajar€ Y aunque nos hemos empeñado en relacionarlas sobre todo con las generaciones más jóvenes, lo cierto es que el Whatsapp es tan universal como la tortilla de patatas y, como decíamos al principio, muchos de nuestros mayores realizan cursos para controlar mejor internet. Sí, Tiktok será cosa de centenialls, pero una aplicación, dos, o diez, no construyen un muro alrededor de internet, y las generaciones que pasaron décadas y décadas de su vida sin internet, están viendo cómo este entra en sus vidas de distintas maneras.

Es probable que estemos ante uno de esos tiempos combinados que se están solapando sobre nosotros, pero iré más allá, no creo que sea cosa de generaciones, que en realidad se van adaptando a los cambios con mayor o menor éxito, pero al final se ven empujadas a hacerlo, sino de la propia tecnología, de internet, que todavía nos está domesticando como otrora hiciera la agricultura, que nos obligó a sedentarizarnos definitivamente.

Quizá solo estemos ante un protointernet que no ha desplegado sino unos pocos de sus apéndices, y dentro de cien o doscientos años, cuando el ser humano mire a nuestra época, lo haga con ternura, observando el inicio, pero tan solo eso, la punta del iceberg, y después, el gran cambio.

Quizá no sea para alarmarse, y en realidad estos cambios sean pequeños matices en nuestras vidas, detalles que modifican comportamientos poco relevantes. Es muy fácil sacar a relucir la tecnofobia con los Black Mirror de turno, pero hasta ahora quienes han demostrado que pueden ser perjudiciales son las empresas que controlan esas tecnologías, y no las tecnologías en sí.

Un futuro más tecnológico, sí, pero ¿alarmante? La pregunta es cómo será ese gran cambio, si lo controlaremos, o si quienes tiran de las riendas lo controlarán más que nosotros mismos.