Hay una funcionaria atípica llamada Silvia. Es de lo más eficiente. Controla tu expediente y te avisa de los papeles que tienes que ir aportando. Una delicia. Cuando el confinamiento, te atendía por teléfono con sus hijos de fondo, y no perdía el hilo. Gracias a Dios, no es la única. Los funcionarios atípicos son esos que trabajan como si no cobrasen por el trabajo mal hecho.

No sabes la odisea que he sufrido para hacer un trámite en tiempos de covid. Una pesadilla de la que no habría salido, de no ser por los funcionarios atípicos con los que me he encontrado.

Para hacer el trámite tenía seis meses. Hasta ahí, normal. El primer mes y medio se lo comieron la pandemia y el confinamiento. A pesar de ello, nuestro plazo no se congelaba ni se alargaba, y nuestros seis meses seguían expirando el mismo día a la misma hora.

En la notaría me dijeron que en la Comunidad Autónoma estaban dando cita previa para cuatro meses vista, y que no atenderían al público en varios meses. Madre mía. Eso suponía prácticamente quedarme fuera de plazo. Colgué con la notaría y me puse a marcar como una posesa.

Dos o tres días llamando a distintos horarios con el mismo resultado rompenervios. Desde luego, para una prisa. Por fin, cuando menos lo esperaba, alguien al otro lado contestó. No sé quién de los dos estaba más nervioso, si yo porque me diera la cita antes del verano, o él, que parecía que con la cita me regalaba cien euros. Parecía que negociáramos un rescate, «Como muy pronto, tal día», «¡eso es muy tarde!». Por fin, o eso pensaba yo, apareció el hueco. Tenía cita, para dos semanas antes de que el plazo expirase. Íbamos al filo, pero estábamos dentro.

Me pongo a apuntar la fecha, y veo con horror que algo va mal. No puede ser. Miré el calendario como una loca, pero el veintiséis de septiembre seguía siendo sábado. Mierda.

Cuando me agobio mucho, me dedico sencillamente a dejar que pase. Por más que a Antonio le saque de quicio, un poco de paz permite ver las cosas de otro modo. Y, aunque te rías, a veces las cosas se ordenan solas. Me puse a reunir la documentación, que era mucha, aunque no tuviera aún la cita. Dios proveerá.

Y cuando lo tuve toíco, como decimos los murcianos, me senté delante del teléfono, en modo no sin mi cita. A la primera chica que me contestó, por cierto, más allá de la hora de cierre, no sólo le conté lo de la cita fallida. Le conté la verdad auténtica, y es que encima el trámite era para mi suegra. Oye, palabras mágicas. Hizo varias gestiones y finalmente me dio un hueco. Era fuera de plazo, pero por muy poco y el recargo sería poca cosa. Me recomendó quedarme con esa cita, y seguir buscando la suerte. Insistí, al punto de que creo que todas las chicas que atienden el teléfono han hablado conmigo alguna vez.

Seguíamos igual, hasta que di con Ali (Alicia, imagino), que tomó nota de mi número, y se quedó encargada del marrón. Otras ya habían sondeado los turnos de mañana y de tarde, y cribado cualquier oficina de la Comunidad Autónoma, en cualquier lugar. Murcia estaba colapsada para varios meses, y siendo el impuesto regional, buscaron en Águilas, en Librilla, en Molina€

Al rato, Ali me llamó. «Tengo tu cita, en plazo». Increíble. «Sólo se permite el acceso a una persona, y tiene que estar mañana a las once en Cehegín». Ostras. Le expliqué la situación a mi suegra, y dicho y hecho. Al día siguiente estaba el trámite declarado y pagado. Milagro.

Aún nos quedaba otro, con el Ayuntamiento. Era mejor por vía telemática porque patatín patatán, blablablá, la covid y la atención presencial. Me pongo con ello, y la página que no funcionaba. Desesperante. Al menos, aquí sí hay paracaídas de emergencia, porque puedes ir presencialmente, y dan cita en un par de días como mucho.

Con la página atascada, de nuevo me puse a llamar. Aquí hay una opción de que te devuelvan la llamada. Cuánto habré llamado que me la han devuelto por lo menos cinco veces. Nada, no dejaba pasar. Llamé una enésima vez. Esta vez di con Amor. En dos palabras me dijo cómo vencer a la máquina, y en unos segundos el trámite se quedó presentado. Así de fácil.

Salvada por los funcionarios atípicos. Es una pena que la imagen que tenemos de los funcionarios sea tan mala, habiendo tanto funcionario atípico. A ver si cunde el ejemplo. O a ver si les dan más medios.