El programa económico del partido ultraconservador, al igual que el algodón, no engaña, así que mientras nos distraen hablando de pateras, apenas representa el 5% de la inmigración que llega hasta este país, o llenan las carreteras secundarias con amenazas de darle a los okupas una patada en el culo en 48 horas, dos cuestiones que con los datos en la mano no son el verdadero problema de esta región precisamente, pero que el Gobierno regional, ante el miedo de que Vox les adelante por la derecha, ha hecho suyos. El programa económico es claro, contundente y explícito.

Incluso más allá del empeño del partido que ganó aquí las últimas elecciones generales, convirtiendo a la Región en pivote de una Reconquista que recuerda no solo a Don Pelayo sino al dictador Franco, en la 'reserva espiritual de occidente', o que se envuelve en la bandera española, no para unirnos, sino para confrontarnos (curiosa manera de defender la unidad de España, 'o conmigo y la patria o contra mí') y que en un país democrático, con un Gobierno democrático pedía a la ciudadanía que saliera ayer manifestarse contra un 'Gobierno criminal', lo cierto y verdad es que sería bueno que empezáramos a hablar de su programa económico. Se trata de un partido que como su líder regional dice, a pesar de sus meteduras continuas de pata en redes sociales y declaraciones, y que pretende expulsar incluso a sus compañeros de la Asamblea por pedir cuentas: «A lo que aspiramos es a gobernar con el apoyo del PartidoPopular, no al revés'.

El éxito de Vox no depende de la capacidad de liderazgo de Antelo ni de su reducido grupo de seguidores, sino de lo que decida el empresariado agrícola con la ayuda del enviado de Dios a la Región. Si otra vez se vuelven a reunir en Madrid los 'Tótem Agrícolas' con Santiago Abascal en casa de un conocido empresario murciano, y deciden a quién hay que votar, todo es posible, hasta que el ex jugador del UCAM sea presidente de la Comunidad. 'Nuestro Trump murcianico', le llaman algunos de sus incondicionales.

Pero lo que debería preocupar a los miles de votantes que hace menos de un año depositaron su papeleta con las siglas Vox impresas, es su propuesta, no solo económica, sino laboral y social. Están a favor de limitar el derecho de los trabajadores a la huelga; su propuesta sanitaria y educativa es libertad, libertad y libertad, de modo que cuando comprueben que la sanidad pública se queda para poco más que la beneficencia, no se tiren de los pelos si las últimas técnicas operatorias o de realización de pruebas específicas hay que pagarlas o llevar el seguro privado entre los dientes. No se me queje si cuando le den un cheque por el valor de lo que cuesta enviar un alumno al colegio, y usted decide a qué colegio llevarlo, éste está saturado o no le queda más remedio que ir al grupo de los 'desgraciaos'. Que sepan que Vox pide que se rebaje el IRPF a dos tramos, subir un poco a los pobres, y bajarle mucho a los que más tienen, llamados también ricos. Incluso para aquellos que están, gracias a un sistema público de pensiones, cobrando cada mes, pero sobre todo, aquellos que dentro de unos años van a pasar a formar parte del colectivo de jubilados, el programa electoral de los 'chicos de verde', es sencillo: 'Privatizar el actual sistema público de pensiones'.

No se esconden; al contrario, se sienten orgullosos de ser los únicos que piden el desmantelamiento del actual modelo autonómico, no precisamente para apostar por un Estado federal, sino para que la recentralización se coma a bocados a la descentralización y la desconcentración, y sea Madrid el que reparta migajas por las provincias de España. De aquí al N0-Do, es solo cuestión de tiempo y dinero.

Todo esto no es una interpretación, y ni mucho menos una amenaza; al contrario, está escrito y bien claro en el programa de gobierno de Vox.

No se engañen, no engañan.