Lo que Trump promete al electorado de Estados Unidos es la supremacía blanca, y punto pelota. También tiene mensajes para los cristianos sobre revertir la doctrina del Tribunal Supremo sobre el aborto, algo que ya carece de importancia debido al avance de la medicina, que permite la interrupción temprana del embarazo tomando un par pastillas y sin dramas. También Trump, con su descaro habitual y su adicción a la mentira, repite que ha sido el presidente americano que más ha hecho por el progreso de los afroamericanos. Esa afirmación es caca de la vaca, por decirlo pronto y claro.

Y tiene su lógica que ese sea todo su programa electoral y el mensaje que lanza a los votantes americanos sin tapujos. Está avalado por un dato incuestionable: el 75% de la población norteamericana se manifiesta de raza blanca según el último censo completo, porcentaje que sube al 85% en los Estados del Medio Oeste americano, que son clave en la elección de un presidente por el sistema de votos electorales y lo que ha permitido que los dos últimos presidentes republicanos, George W. Bush y el mismo Trump, hayan sido elegido perdiendo por votos populares, tres millones en el caso de este último. La fidelidad incombustible del 40% de la población norteamericana que apoya a Trump, por mucho que haya demostrado su incompetencia por activa y por pasiva, tiene esa única explicación en el sentimiento racista, sobre todo en los blancos sin educación superior. De esa forma ganó Trump en 2016 y de esa forma espera ganar un segundo mandato en 2020, cosa bastante improbable.

Porque las elecciones están prácticamente sentenciadas en favor de Joe Biden, el candidato demócrata, aunque nadie se atreve a decirlo en voz muy alta debido al precedente de las elecciones del 2016, donde todas las encuestas se equivocaron. La verdad verdadera es que las encuestas no se equivocaron, y los resultados estuvieron dentro del margen de error previsto por las encuestas. Lo que pasa es que unos pocos miles de votos, en los Estados clave, dieron como resultado la victoria de Trump. Esta vez las encuestas dan tanta ventaja a Biden (diez puntos es la media de las encuestas de los últimos días) que el resultado es mucho más previsible. Aún así, los resultados de Florida y Texas, que están en el alero, pueden hacer mucho más complicado el camino de Biden hacia la victoria, y obligar a esperar a los resultados completos con los votos por correo. Y aquí está la clave de por qué la paz civil y la democracia están en peligro en el primer país en la historia de la Humanidad cuya Constitución consagró la democracia, los derechos individuales y la separación de poderes.

Por lo pronto, Trump lleva muchos meses intentando deslegitimar el voto por correo. Incluso cambió al presidente del Servicio Postal de Estados Unidos, conocido por sus siglas de USPS, con instrucciones precisas de limitar los fondos disponibles para agilizar los votos por correo y justificar de esta forma sus críticas. Para colmo, ante las reiteradas preguntas de los periodistas, se ha negado a confirmar que aceptará los resultados electorales si le fueran desfavorables. Y no solo él, sino también su aparentemente más templado vicepresidente Mike Pence se negó a confirmarlo en el reciente debate televisado con la candidata a vicepresidente del ticket demócrata, Kamala Harris.

Que los candidatos de uno de los grandes partidos históricos de Estados Unidos, con los poderes que otorga el ejercicio efectivo de la presidencia, se nieguen a reconocer que entregarán éstos si pierden las elecciones, es de por sí un escándalo de proporciones mayúsculas. Y que la situación se va calentando hasta hacer creíble lo que afirmo en el titular de este artículo, se demuestra por la detención esta semana de trece miembros de la 'milicia' de Michigan por parte del FBI ante la evidencia de un complot para secuestrar y asesinar, en ciertas circunstancias, a la gobernadora del Estado Gretchen Whitmer cuyo delito parece haber sido obligar al uso de las mascarillas y limitar determinados eventos públicos en los límites de su Estado de cara a prevenir la transmisión del Covid 19. La gobernadora demócrata ha denunciado a Trump públicamente por instigar a este tipo de descerebrados que, junto con las bandas de supremacistas blancos declarados, forman el núcleo más radical y violento de los partidarios del presidente.

Que éste responde a ese apoyo con su mejor apreciación y su máximo aliento, se ha demostrado de forma reiterada en los cuatro años de su mandato. Ante la mención hecha por Biden de una de estas bandas de supremacistas blancos, los Proud Boys, en el debate electoral televisado que mantuvieron, la respuesta de Trump fue un mensaje para esos 'orgullosos chicos': retiraos y manteneos alerta («stand back and stand by»), que estos siniestros personajes adoptaron inmediatamente como eslogan en sus redes sociales, asumiéndolo como lo que era: un apoyo explícito del presidente de la nación más poderosa del mundo a sus planteamientos de supremacismo blanco.

Aunque en el resto del mundo no salimos de nuestro asombro ante el espectáculo de división y enfrentamiento que están dando los norteamericanos, hay que recordar que la historia de Estados Unidos se ha forjado en el enfrentamiento entre blancos y negros. Las minorías que, en sucesivas oleadas llegaron a este gran país, se enfrentaban inicialmente con un rechazo frontal y el desprecio de los que ya estaban allí antes, pero inmediatamente se asimilaron a la dinámica de blancos y negros. Tan es así que la última gran oleada, que es la de los hispanos, se encuentra envuelta en un proceso de transición en el mismo sentido. El 66% de los que se declaran hispanos o descendientes de hispanos, se declaran también de raza blanca (algo que permiten las clasificaciones del censo norteamericano). Por eso hay cada vez más hispanos que apoyan a Trump, sobre todo en Florida.

A propósito de Florida, recuerdo lo que le contó un dirigente del régimen cubano a mi amigo Orlando González (que había emigrado de niño con sus padres a Estados Unidos) justificando el statu quo de la dictadura castrista: «¿Te imaginas que hubiera elecciones en Cuba? ¡Nos mandarían los negros!».