Aunque es propio del ser humano tratar de delimitar para su mejor comprensión el alcance de los conceptos a través de una definición lo más completa y concreta posible, no deja de ser evidente que la mayor parte de taxonomías se queda corta y pobre.

Para la Unesco, «la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden?».

También dice la Unesco que la cultura contribuye a la reducción de la pobreza y constituye un instrumento de cohesión social.

Pensaríamos a la lectura de lo anterior que la Cultura es absolutamente necesaria, pensamiento con el que me identifico plenamente.

Si reflexionamos un poco acerca del concepto, veremos que encuentra su opuesto, que a su vez le da sentido, como Hegel señalaba, en Natura. Ambos son participio de futuro de los verbos nascor y colo (surgir y cultivar). 'Natura' son todas las cosas que han de nacer y brotar espontáneamente, sin que el hombre intervenga en ello. Por su parte, 'Cultura' es el conjunto de estrategias colectivas que intentan influir en la Naturaleza.

Cultura está emparentada con otros sustantivos como cultus (el culto que se rinde en las distintas religiones) que implica tarea paciente y esmerada. Las labores del campo (agricultura), requieren del agricultor no poco esfuerzo y dedicación. Solemos emplear el verbo metafóricamente, y, así, hablamos de cultivar la amistad ( colere amicitiam, se decía en latín), cultivar la memoria o cultivar las letras.

No escapa a la cultura la jerarquía omnipresente en nuestro entorno diario, de modo que también hay estratos y niveles en ella, y hablamos de cultura de masas, cultura de minorías, o cultura de élites. Y es un gran elogio que se considere a alguien persona culta o cultivada, y en cambio resulta intencionadamente despectivo que te califiquen de 'culturetas'.

Es propio de los seres racionales pensar, sentir, hablar, crear? y, con mayor o menor acierto, salvando las limitaciones que la Naturaleza impone a través de enfermedades que puedan anular alguna de esas acciones, todos lo hacemos.

También suele ser consustancial a la persona el afán de superación, que muchas veces deriva en la tendencia a rivalizar. Y eso no es malo en sí. Lo que me parece indigno es el hecho de que haya quienes malgasten energías que podrían emplear en otros menesteres más edificantes en zaherir, vituperar o censurar.

Afortunadamente en Murcia abundan, a pesar de los tiempos (no sólo en épocas de bonanza florece la Cultura), numerosas iniciativas públicas y privadas que tratan de fomentar la cultura, y lo consiguen. Numerosos artistas de todos los ámbitos exponen o se dan a conocer gracias a la labor de gestores implicados en ello. Murcia se mueve (Murcia 'rocks', si se me permite el anglicismo).

Cuando hace ya cerca de cuatro décadas llegué con mi familia a un pueblecito de la Vega Baja murciana para establecer aquí nuestra residencia me encontré con que había dos peñas huertanas: la de La Alegría y la de Los Auroros. Ignoro el motivo por el que, primero mi hermana Manoli, que llegó antes con mis padres, y después yo, pasamos a formar parte de la peña La Alegría, que gestionaba la incombustible Carmita, peculiar mecenas de la que guardo un agradecido recuerdo. En su casa nos reunía para ensayar (yo era uno de los laúdes de la peña, mi hermana bailaba la jota murciana), y nos acogía también para dibujar y bordar los refajos huertanos, dando firmes instrucciones y consejos. Sus puertas siempre estaban abiertas al folklore y a la Cultura en general.

Pasado el tiempo, las dos peñas se fundieron en una, La Orza. Será tal vez la pátina que pone en las vivencias el velo de la nostalgia, pero recuerdo los tiempos en que, pese a que Cobatillas es un pueblo pequeño, ambas brillaban con luz propia.

Con ello quiero decir que hay sitio para todos, para iniciativas públicas y privadas, y que es preciso defender su presencia y que la Administración (y el público) contribuya a que la Cultura no decaiga, porque, más que necesaria, es imprescindible. En cualquiera de sus múltiples facetas. Sin Cultura el ser humano pierde su esencia.