Decir a estas alturas del año que la pandemia mundial por la covid-19 ha modificado nuestro modo de vida es ya un tópico. Nada es como hace unos meses cuando todavía nos creíamos seres elegidos por el cosmos. Ahora, a causa de una partícula que ni piensa, ni razona, ni tiene sentimientos, nos hemos dado cuenta de que somos tan vulnerables como otras criaturas. Y esa vulnerabilidad es mayor en el caso de las mujeres.

El informe Mujeres en el Lugar de Trabajo 2020, publicado recientemente en Estados Unidos, afirma que éstas tienen más probabilidades de perder sus trabajos. Según el informe, la doble carga de tareas en el hogar y en el mundo laboral, sin apenas apoyo para poder conciliar, hacen que una de cada cuatro mujeres se plantee dejar de trabajar.

En España esta crisis sanitaria también ha supuesto la pérdida de puestos de trabajo ocupados por mujeres, contabilizándose 2,2 millones de mujeres desempleadas. Tal y como alertaba recientemente Elena Blasco, secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de CC OO, las mujeres se ven más afectadas por la enorme presión en el trabajo y en los cuidados, lo que afecta a su salud, tanto física como mental.

La pandemia está provocando que se den pasos hacia atrás con respecto a los avances obtenidos en los últimos años. La pérdida de puestos de trabajo y el aumento de las cargas familiares ocasionará que, en un futuro, la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad se vea mermada, una tendencia que se había comenzado a revertir con la incorporación, poco a poco, de más mujeres en puestos de liderazgo.

Más allá del retroceso en materia laboral, la pandemia también ha supuesto un regresión en otros aspectos, por ejemplo en lo que se refiere a la atención sanitaria. Esto es especialmente grave en países en vías de desarrollo, donde el acceso a los programas de anticoncepción y la atención pre y post natal pasan a un segundo plano. Esto puede traer consecuencias de orden social al dejar a las mujeres en situaciones vulnerables por el aumento de enfermedades relacionadas con la falta de atención, embarazos no deseados o aumento de embarazos adolescentes.

El continuo bombardeo de los medios de comunicación con noticias relacionadas con el coronavirus relega a un segundo plano a muchas otras informaciones, algunas de ellas relacionadas con logros importantes obtenidos por mujeres que pueden servir como referentes para las generaciones futuras.

Hace unos días la magistrada María Luisa Segoviano fue designada presidenta de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, siendo la primera mujer que preside una sala de este tribunal en más de doscientos años de historia. En una entrevista concedida a un diario nacional, esta mujer afirmaba que «mientras no haya un reparto equitativo de las responsabilidades familiares no habrá paridad en la cúpula judicial». Ante esto es necesario recordar la vergonzante imagen de apertura del año judicial 2019-2020 en España en la que no aparecía ninguna mujer, y de la que este colectivo ya se hizo eco en el artículo publicado el pasado 23 de septiembre.

Otra noticia que ha pasado casi de puntillas es la concesión del Premio Nansen para los Refugiados a la activista colombiana Mayerlín Vergara Pérez por su labor de apoyo a las víctimas de trata y explotación sexual, muchas de las cuales son menores y refugiadas.

Y otro ejemplo de liderazgo femenino es el de Jeane Greaves, astrofísica de la Universidad de Cardiff que lidera el equipo de científicos que han apuntado las posibles huellas de vida en el planeta Venus, al detectar la presencia de un gas en su atmósfera que podría proceder de actividad microbiana en ese planeta.

Es evidente que en este momento lo que más preocupa a la población mundial es el avance de la pandemia y los pasos que es necesario dar para controlarla y minimizar sus efectos. Pero que esta no sea la excusa para retroceder en todos los logros que durante estos últimos años se han conseguido en materia de igualdad.