Si no fuera por esta maldita pandemia, ¿de qué estaríamos hablando en este octubre? ¿qué nos ocuparía y preocuparía?

Imagino que habrán hecho más de una vez ese inútil ejercicio de especulación. A veces como una escapatoria lateral a esa calle sin salida en la que nos encontramos antes de toparnos con el muro del absurdo, de la impotencia rebelde de enfrentarnos a un enemigo invisible que llena hospitales y morgues.

Si no fuera por el maldito coronavirus, los grandes titulares de la prensa lo ocuparían los independentistas catalanes excitados con la perspectiva de unas elecciones autonómicas que les mantendrán, reñidos pero juntos, al frente de la Generalitat.

Los de Puigdemont y Junqueras, con la fanfarria de la CUP, siguen en las encuestas sumando menos votos pero más escaños que los constitucionalistas. No habrá, en consecuencia, descanso para la matraca de que todos los males llegan de España y sojuzgan todos los parabienes que traería la fantasiosa república independiente.

Tan se lo ve venir el otrora vencedor de los comicios, Ciudadanos, que su líder en Cataluña, Carrizosa, anda suplicando una lista única con socialistas y populares que es lo mismo que pedir peras al olmo.

Si no fuera por este mal tan contagioso, los ciudadanos estaríamos menos inquietos por la situación económica. No todo el descalabro del paro, el cierre de las empresas o el hundimiento del PIB es achacable a lo sucedido desde marzo.

Remontados a primeros de este 2020, encontraríamos en las hemerotecas referencias de un crecimiento que había entrado en 'desaceleración' por culpa de la caída del consumo interno, el Brexit y la guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Lo que es igual con o sin amenaza global y nos tendría en vilo como nos tiene ahora, es que el frágil Gobierno Sánchez tendría los mismos problemas para pactar unos Presupuestos Generales.

Ajeno también a la enfermedad seguiría la bronca política en torno a la presunta corrupción de los partidos, el manejo de los instrumentos del Estado en beneficio propio, el bloqueo de la renovación de las instituciones de los poderes públicos, el control de los movimientos de la Jefatura del Estado y hasta la andanzas del rey emérito.

Si no fuera por esta plaga, estaríamos enrabietados. Sin embargo, todo ello nos pasa en el fondo como de rondón dejando solo en la forma algo como el ulular de una sirena en tránsito que se acerca, nos ensordece y se aleja.