Hablaba el otro día con un muy buen amigo de los años de la universidad acerca de un libro que acababa de recibir aquella misma mañana, el imprescindible Un universo de la nada, de Lawrence M. Krauss, publicado por Pasado & Presente, la nueva editorial de Gonzalo Pontón. La conversación no tardó en derivar hacia otros títulos de esa editorial y la vivísima recomendación por su parte del imponente La Segunda República española de González Calleja, Cobo Romero, Martínez Rus y Sánchez Pérez, una visión ponderada y ecuánime, que se lee casi como una novela realista, me decía él, de cómo los republicanos extremistas y los nacionalistas colapsaron la República, con cuya lectura se entiende todo lo que está pasando ahora en el maltrecho Reino de España. Se quejaba amargamente, además, de la generación interpuesta entre la nuestra y la veinteañera (quienes tienen ahora unos cuarenta años) que está intentando reescribir la Historia y convertirse en el referente con 'auctoritas' para decir lo que pasó. Es peligrosísimo y está funcionando, me insistía. Tendrías que ver el campus de la Autónoma. Y las calles de Barcelona, Girona y cualquier pueblo del interior...

Que la Segunda República, le contestaba yo, fue un proyecto imposible y fracasado es ya algo sabido y asentado. Otra cosa es que unos y otros sigan usándola sesgadamente como arma arrojadiza. Y que aunque Cataluña (él vive allí desde hace casi treinta años) parezca un ámbito un poco cerrado en ese sentido, la historia acaba haciéndose por consensos contrastados: por cada historiador semienloquecido hay centenares de otros capaces de analizar e interpretar las fuentes con objetividad, así que las visiones de conjunto interesadamente deformadas acaban cayendo por su propio peso.

La conversación derivó entonces hacia las críticas a la monarquía de Podemos y su afán de derogación del caduco 'régimen del 78'. Es cierto, le decía yo, que algo de eso hay, pero sólo en sus cabezas, porque ni siquiera todos sus votantes estarían de acuerdo con ir a una especie de 'derogación por aclamación' (un golpe de Estado, ellos dirían 'popular', pero golpe de Estado igualmente). Por eso siguen intentando tensar, porque lo que les gustaría dista mucho de contar con el consenso necesario para realizarlo por los procedimientos agravados previstos en la Constitución.

Esa misma imposibilidad es, de hecho, la que hace que Pablo Iglesias se permita hablar alegremente de 'horizonte republicano': sabe o intuye que a día de hoy „y creo que por muchos años„ una enorme mayoría de españoles estaría en contra; y que „de intentar algo en ese sentido„ probablemente él acabaría exiliado o encarcelado. O quién sabe si algo peor...