Un muchacho evadido de su hogar ha aparecido una buena mañana en Verdún procedente de Tréveris. Miente sobre su nombre y edad para alistarse en la Legión Extranjera y vivir en África una gran aventura. Este es el punto de partida de la novela autobiográfica escrita por Ernst Jünger, Juegos Africanos. En ella hay algo más que la historia de un escapada juvenil, de un viaje a la aventura sin la menor sombra de prudencia. Es también una novela de iniciación y aprendizaje en la que el protagonista rompe con las seguridades materiales en busca de la autenticidad de la vida a través de escenarios remotos, desconocidos, en lugares en los que la existencia es puesta a prueba a cada momento.

La vida cotidiana, aburguesada, sometida a convencionalismos asfixiantes y opresores no deja más salida que la huida, primero por la imaginación y por la fantasía, que son patrimonio del alma libre. Al final sólo la imaginación parece real, y la vida convencional tan odiada adquiere la apariencia de un sueño embaucador e incómodo que mientras dura nos exige representar un papel a regañadientes sobre el escenario de la existencia. Cuando la imaginación se agota, entonces, la razón alterada toma las riendas, en una maniobra violenta y arriesgada, para buscar un punto de fuga, una grieta en los muros de la prisión, y convertir la realidad soñada e inventada en la única realidad posible. Quien hace esto rompe con la existencia compartida para vivir en su propia realidad mítica, convertida en categoría única de verdad.

La aventura africana de iniciación y de búsqueda empieza ya desde los primeros momentos de la estancia en Verdún a la busca del centro de reclutamiento yendo por la ciudad con nombre falso, portando una vieja pistola, cuyo seguro no funciona, escondida en el equipaje; siendo inquilino con nombre falso en una mísera pensión donde hay que estar ojo avizor para no ser robado. Todo ello, en fin, forma parte ya de la zona de umbral, un espacio de transición tanto físico como espiritual, desde el cual ha de dar el salto a lo desconocido.

Después de Verdún, el segundo lugar de transición es la guarnición de Sidi Bel Abbes, donde comenzará su instrucción rodeado de personajes más carcelarios que cuarteleros, los cuales le enseñarán la vida militar, el manejo de las armas, y mil formas variadas de supervivencia. Entran a formar parte de la formación necesaria para el verdadero y ansiado paso, que no es otro que la deserción en busca de mayores hazañas, con el veterano Benoit, elevado a la condición de amigo y maestro, con quien realmente intenta a través del desierto una infructuosa huida, una segunda fuga dentro de la primera, que acaba en los calabozos. La aventura del joven fugado finalizó en cuanto el padre lo encuentra y denuncia el reclutamiento improcedente del muchacho. Todos los sueños tienen un abrupto despertar.

Pero para entonces ya se había forjado el hombre que había de ser. El héroe se había transfigurado. El joven ya no existía y en su lugar un ser plenamente adulto era capaz de despreciar la opulencia del mundo, el dinero, la falsa gloria y el ansia injustificada de poder e influencia y cuantas cosas estorban el destino heroico del varón esforzado. Como si fuera un caballero perteneciente a una iniciática orden secreta o hubiera recibido unos misteriosos sacramentos de un sacerdote desconocido, ya se sienta, como el Yahvé bíblico, sobre un trono eterno contemplando de un solo vistazo la bóveda celestial poblada de resplandecientes estrellas. Y aunque en el momento final, con su regreso forzoso, el ciclo de la aventura se cierra y el paso por zonas de umbral se hace ahora a la inversa, para ser repatriado a la fuerza, devuelto al hogar tan escarmentado como don Quijote después de su primera escapada, no por ello volverá a la cárcel de la normalidad.

Junto con su vocación por la vida peligrosa ha nacido también su vocación de escritor, su deseo de dejar, a la larga, un testimonio escrito, el peculiar cuaderno de bitácora de su existencia donde quede constancia de la estima del barco aunque vaya a la deriva frente a orillas de paisajes lejanos y desolados, circundados por los hielos perpetuos del polo. Ha nacido un gran artista con personalidad heroica que llegará a su plenitud creativa en un momento tormentoso marcado por dos guerras mundiales y el comienzo la era atómica. Pasmoso, probablemente. Inquietante, sin duda. Que los héroes, enamorados del peligro, bien podrían sacrificar a miles de corderos por una muerte bella y un sudario con piel de lobo.