Tengo los pies fríos, llueve en Madrid, hace viento, no he sacado el edredón aún, pero ya duermo tapada. Estoy como el tiempo, son días raros y les confieso que estoy harta, no soporto tanto ruido, crispación, ineptitud y falta de entendimiento. El espectáculo de esta semana en el Congreso de los Diputados ha sido vergonzoso: los verdes presentan una moción de censura, política útil, ellos como siempre aportando soluciones a los problemas reales de los ciudadanos.

No puedo con el ego del vicepresidente del Gobierno y sus intervenciones en la sesión de control, flipo con la sentencia del caso Bankia o los entresijos del caso Kitchen. Pablo Casado sigue haciendo el ridículo, da igual cuando lean esto; Cataluña vuelve a hervir, los contenedores a arder y Torra se va al paro.

Los contagios aumentan, la OMS no entiende qué está sucediendo en España. Confinan la Comunidad de Madrid y la capital se vuelve a quedar muda a partir de las diez de la noche. Se va Quino, pero siempre nos quedará Mafalda. Trump y Biden tienen su primer debate a un mes de las presidenciales de EE UU y el resumen es lamentable. Trump y Melania dan positivo en covid y me pregunto si se inyectarán lejía. Se celebra el Día de los Mayores y lejos de protegerlos y cuidarlos, siguen saliendo imágenes en residencias, de maltrato a los que más nos necesitan, me pongo enferma solo de pensar en el horror que sufren. La vejez no interesa, nuestros mayores estorban y en muchas residencias de nuestro país los tratan sin ningún tipo de empatía ni cariño.

La desesperanza me puede, siento impotencia y cabreo, el guionista del 2020 ha dejado de hacerme gracia y no soy optimista ante el horizonte al que nos enfrentamos: pandemia, ruina y confrontación, la ideología política gana, la incapacidad de diálogo y gestión ganan, a la ciencia, la curva, y los contagios.

Salud o economía. Política o gestión. Parece todo demasiado difícil. Aunque menos mal que alguien llega a acuerdos, con voluntad y ganas; Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, es la única que salva los muebles. Tras semanas de trabajo, se consigue un acuerdo en el que todas las partes quedan conformes, empresarios, sindicatos y Gobierno acercan posturas para proteger el empleo y a los trabajadores, consiguiendo que se prorroguen los Ertes. Un poco de luz, que en mitad de tantas sombras e incertidumbre, nos daba un respiro.

Pero tras mi rápido resumen de esta semana, tengo que decirles que me planto, me niego a hablarles de política, hay vida más allá y el pasado viernes lo comprobé al ir al cine y ver la película de Pau Donés y Jordi Évole, Eso que tú me das.

Nací un 2 de noviembre, día de los difuntos y creo que eso ha hecho que tenga desde pequeña interés por la muerte, pero no me malinterpreten, que les veo venir. A pesar de ser criada y educada en la religión cristiana, siempre me ha espantado como se vive la muerte, el tabú, el negro, los velatorios son trámites 'sociales' que siempre he rechazado.

No sé si estarán conmigo en que nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, no interesa, y no hay mayor certeza al llegar a esta vida que nos vamos a ir, entonces ¿por qué no vivimos con más naturalidad algo que es parte del proceso de la vida?

Siempre me ha fascinado la manera de despedir que tienen en México o Nueva Orleans, donde es una celebración; tu familia y tus amigos celebran quién has sido en vida, recordándote con afecto y alegría a pesar de la pérdida. ¿No creen que es una manera mucho más sana de decir adiós?

Desde aquí les digo que el día que me vaya espero que se celebre un gran alboroque a mi salud, y todos los que me quieran, beban y me recuerden con risas y también alguna lágrima, pero de alegría al recordar los momentos compartidos.

Han pasado dos días desde que salí del cine y aún continúo con una gran sensación de paz, no les miento si les digo que llevaba dos paquetes de Kleenex e iba preparada a llorar a moco tendido, pero al contrario, reí en varias ocasiones. Creo que esta peli debería verse en colegios e institutos, habría que normalizar la enfermedad, el aspecto que provoca y la muerte, porque lejos de ser un documento que se regodee en la sordidez, es un canto a la vida, sencillo y natural. Dos amigos hablando, porque Pau antes de irse tenía ganas de hablar con alguien, hablar de la vida y de la felicidad cabrona que sentía antes de irse. La vida al final es disfrutar de lo cotidiano, comer queso, beber vino, salir a pasear, charlar con personas a las que quieres, tocar, abrazar, emocionarte y saber decir a los que tenemos a nuestro alrededor «te quiero. A Pau, en su vida, le había costado, pero al final lo consiguió.

Cuando nos suceden cosas jodidas en la vida, creo que aprendemos a verla de manera distinta, a relativizar sobre los dramas cotidianos que nos genera el primer mundo, disfrutar de la sencillez de la vida depende de nosotros y de no paralizarnos por el miedo también. Sé que no es fácil y que al final la rutina nos come y nos dejamos arrastrar por absurdeces que nos desvían de lo importante, pero aprender a valorar entre tanto ruido, mierda política y responsabilidades es, creo, nuestra asignatura pendiente. Vivir de espaldas a la muerte no hará que no venga, todos vamos a pasar por ahí, así que sería mucho mejor que con documentos tan generosos y bonitos como el que nos ha dejado Pau aprendiéramos a mirar de forma más amable, no a la muerte, pero sé el final.

Cuántos de nosotros no conocemos a alguien que se ha ido demasiado pronto por culpa del maldito cáncer, todos tenemos a alguien que nos ha dado una lección de vida como Pau, aceptando lo que venga, valorando el regalo que es estar aquí y dando gracias, como ha hecho él.

Si la vida nos sacude, el miedo no nos puede paralizar, podemos cabrearnos y enfadarnos mucho con lo que nos toque, pero no va a valer de nada preocuparse, hay que ocuparse de vivir, porque estar aquí habrá valido la pena.

Donés decía en su charla con Jordi Évole que se lo había pasado de puta madre, y siempre he pensado que me habría encantado irme de juerga o de cañas con él y acabar en algún after de perversión, de esos que la noche y el rock n roll te pone en el camino. Es de esas personas que caía bien, no sabes por qué, la sencillez y naturalidad, del que te podrá gustar más o menos su música pero pertenece a nuestra banda sonora, al menos a la mía. Alguien que no sabe lo que es un hater, le gusta Peter Sellers, Carlos Tarque o Antonio Vega siempre va a estar en mi equipo.

Háganse un favor y vayan al cine, disfruten de esta maravilla de película hecha con mucha humildad, sencillez y honestidad. No tuvo que ser fácil, pero qué bonito haber podido vivirlo, sentarse con un amigo, hablar de la vida y que suene:

De sol es vida y deseo, son sus manos en mi pelo. De nieve huracán y abismos. El sitio de mi recreo...