A menudo los hijos se nos pareceny así nos dan la primera satisfacción.

Los dos primeros versos de esta legendaria canción de Serrat se me muestran con una luz tan sincera, que me tienta la idea de soltar la mano y dejar el resto de la página en blanco. Y lo haría de buena gana, si no tuviera la necesidad de contar que los niños se han adaptado heroicamente a lo que nos está pasando. Les hemos contado lo del bicho como si fuera un cuento y los hemos dejado sin parques, sin clases de educación física y sin la necesidad natural de relacionarse con los demás niños.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,nuestros rencores y nuestro porvenir.Por eso nos parece que son de gomay que les bastan nuestros cuentos para dormir.

Cuando cada mañana llevamos a nuestros niños al colegio los vemos cargando con su mochila como si fueran al frente. Nuestros hijos se han adaptado a pasar el día con una mascarilla en la cara, evitan que se les caiga la goma al suelo, cuidan de no chupar el boli del compañero, se lavan las manos constantemente, no juegan al pilla-pilla en el recreo y se sientan en círculo a comerse el bocata con una tela que les tapa la boca y que sube y baja como la persiana de un castillo de Famobil a cada bocado.

Nuestros hijos se pasan los días en su habitación haciendo teletrabajo con entusiasmo y vemos sus caritas en las pantallas con los posters al fondo de Los Vengadores, Alvin y las ardillas o los libros de los Forasteros del tiempo:

Niño, deja ya de joder con la pelota.Niño, que eso no se dice,que eso no se hace,que eso no se toca.

Y desde marzo, los hijos se han convertido en nuestros verdaderos compañeros de piso. Los hemos conocido más y los hemos amado mejor, porque tener tiempo para percibir a seres extraordinarios y tan adaptables a las explicaciones cortas y a los ambientes de incertidumbre, está siendo una experiencia llena de inspiración. Ya sé que los médicos nos curan y que las leyes intentan protegernos. Pero estoy seguro de que si no hubiéramos tenido a nuestros hijos cerca durante estos meses tan malos, nuestras vidas se habrían empobrecido:

Nos empeñamos en dirigir sus vidassin saber el oficio y sin vocación.Les vamos transmitiendo nuestras frustracionescon la leche templada y en cada canción.

Porque muchos se están quedando sin abuelos, que desaparecen sin dejar rastro en largos confinamientos o en lápidas, como si nunca hubieran formado parte de sus abrazos, sus cumpleaños y tantas Navidades. A veces se ponen nerviosos y les cambia el humor, pues hasta los locos bajitos se hartan de vivir cosas que raramente entendemos los mayores. Pero cuando duermen y nos apoyamos en el quicio de su habitación para acompañar su sueño, comprendemos que la vida tiene sus compensaciones en medio de este daño tan incalculable:

Nada ni nadie puede impedir que sufranque las agujas avancen en el reloj,que decidan por ellos, que se equivoquen,que crezcan y que un día nos digan adiós.

Pequeños codazos cordiales.

CANCIÓN: LOCOS BAJITOS - SERRAT