Hace unos días leí un tuit que decía lo siguiente: «No se entiende que Ciudadanos, Inés Arrimadas y Ciudadanos Murcia opten por poner al frente del partido en Murcia a una señora que nació en Valencia en puesto de nuestra murciana Isabel Franco, que ostenta con trabajo, esfuerzo y comunicación personal su cargo. Perderán».

No voy a entrar a valorar en absoluto la labor de la vicepresidenta del Gobierno regional, que al caso de este artículo no es más que atrezzo. Tampoco voy a analizar cuánto bien le hace tener admiradores así, que destacan su origen por encima de cualquier otra cualidad como condición necesaria para mantener su puesto.

Pero de lo que sí voy a hablar es de la profunda vergüenza ajena que cualquier murciano medianamente normal debería sentir al leer un mensaje así. Nosotros, que somos de una Región en el córner sureste de España, que sólo aparece en las noticias cuando alguien degüella con una catana a sus hijos o el Mar Menor tiene un color negro profundo, los que somos caracterizados como semianalfabetos por muchos españoles porque no sabemos pronunciar. Nosotros, los murcianos cuyo principal valor es conformar una de las sociedades más abiertas, empáticas y acogedoras del mundo, que nos reímos del estereotipo y generamos más simpatías que cualquier otro a nuestro alrededor. Nosotros, que a pesar de recibir un trato injusto por sistema somos leales a España, a nuestros ciudadanos y a nuestros valores, tenemos la desgracia de comprobar que aún en nuestras fronteras hay un provincianismo rancio y vulgar de la peor calaña que parece una pesadilla que aún exista.

Ana Martínez Vidal, esa 'señora que nació en Valencia', lleva viviendo en la Región desde 1987. Se viste de huertana desde que tengo recuerdo de su existencia, cuando era concejal del ayuntamiento de Murcia y su traje completo de mujer deslucía el del resto de sus compañeras. Tiene un acento marcado, un marido de aquí, vive a las afueras de la ciudad y conoce cada palmo de la Región bastante mejor que muchos de los que somos murcianos de DNI, y me incluyo la primera.

Pero además de ser murciana (con independencia de que lleve treinta años viviendo en Murcia, aquí uno es oriundo desde el momento en que pisa la Región y le empieza a poner limón hasta a la pizza), Ana Martínez Vidal es ingeniera de Caminos, es portavoz del Gobierno regional que vive el terremoto político más complicado hasta la fecha, es consejera de Empresa en un entorno de crisis económica sin precedentes, es un valor consolidado en un partido político que ha entendido que Murcia no es una pieza pequeña más en el panorama nacional.

Si Ana triunfa o no como líder de Ciudadanos sólo el tiempo lo dirá. Lo que es más que evidente es que tener ocho apellidos murcianos no puede ser nunca condición necesaria, ni suficiente, ni meramente valiosa para ser un cargo público relevante en esta Región. Que su lugar de nacimiento pese más que su cualificación personal o su labor como política es una vergüenza que nadie puede tolerar.

En Murcia somos todo lo contrario a eso. Aquí, 'a las señoras nacidas en Valencia', y a las nacidas en la China pero que toman marineras a mediodía, las consideramos nuestras. Particularmente, y sobre todo, porque lo son.

Mucha suerte, murciana de Valencia.