Pudor es un concepto que se define como sinónimo de 'honestidad', 'modestia' y 'recato'. Puede también interpretarse como la vergüenza a la hora de exhibir el propio cuerpo desnudo o de tratar temas relacionados con el sexo, o el sentimiento que mueve a ocultar o evitar hablar con otras personas sobre ciertos sentimientos, pensamientos o actos que se consideran íntimos. Así aparece su referencia en Wikipedia y, de esta forma y manera, arranco para tratar de expresar la vergüenza que me produce contemplar muchas veces a nuestros políticos locales o regionales cuando presentan y anuncian medidas sobre asuntos en las que en realidad no creen. Resulta artificioso y poco creíble, por su falta de convicción, lo que anuncian (o lo que celebran) cuando en su práctica diaria jamás se les ve ejercer lo que pretenden vender en una fotografía, en un corte de radio o en un total grabado para televisión o internet.

Lo último de lo que les hablo tiene que ver con los anuncios relativos a la Semana Europea de la Movilidad que, en el caso de mi ciudad, Murcia, incluyen unos tour en pedanías con el objetivo de concienciar sobre el uso del transporte público y vehículos no contaminantes. Sinceramente, ver a nuestros concejales subidos a unos patinetes resulta una imagen fuera de lugar. Como dice una amiga, por nadie pase, porque no hay cantidad suficiente de dinero para pagar un precio de la exposición pública en concienciar al respetable con escenas como esta. ¿Cuántos concejales, diputados o altos cargos en las diferentes Administraciones públicas usan la bicicleta en sus desplazamientos cotidianos a su lugar de trabajo? Díganmelo, por favor, porque en los últimos diez años solo recuerdo a algunos, que se pueden contar con los dedos de una mano. Incluso, cosas del destino, hubo quien el primer día que llevó su bici al Ayuntamiento se la robaron.

Siento envidia cuando veo imágenes de políticos holandeses, daneses, suecos o noruegos llegar a sus Parlamentos, ministerios o Ayuntamientos a bordo de una bicicleta urbana. Qué les diría acerca de la emoción que sentí la primera vez que viajé a los Países Bajos y contemplé a jóvenes y viejos, ejecutivos, madres y abuelas, desplazarse al supermercado, al colegio o al centro de la ciudad en bicicleta. Sin prisas, sin problemas, sin miedo. En ciudades planificadas con cabeza y en la que vehículos y peatones tienen su espacio. Con aparcamientos públicos junto a estaciones de autobús y tren, museos, oficinas, centros escolares y zonas comerciales.

Como casi todo en la vida, nuestras decisiones son políticas. Cuando escogemos lo que consumimos o cómo y en qué empleamos nuestro dinero. También las preferencias a la hora de desplazarnos, porque ahí se demuestra la apuesta por lo que consideramos importante. Por ello, y de igual modo, se retratan a diario quienes tienen potestad para legislar o adoptar medidas que apuestan por un modelo u otro de movilidad en las ciudades.

Esta misma semana lo dejó claro en este periódico Francisco José Ruipérez, con La otra Semana Europea de la Movilidad, una realidad que no pueden ocultar los anuncios, eventos, presentaciones y campañas de imagen continua de nuestro alcalde-anuncio José Ballesta. Puso blanco sobre negro el batiburrillo de la situación del transporte público en Murcia y la responsabilidad de quien fuera consejero de Transportes antes que regidor, o de su concejal adjunto José Guillén, quien también fuera gerente de la Entidad Pública del Transporte (como Teodoro García Egea lo fue de la Agencia Regional de la Energía) mientras calentaba en la banda. Del consejero actual de la cosa, José Ramón Díaz de Revenga, no digo nada. Se retrata solo con sus tuits y su gran gestión.

La geobióloga estadounidense Hope Jahren decía hace unos días que la crisis climática es la suma de nuestras acciones individuales. De ahí que no valen excusas. Ni para las macrodecisiones ni para las que están en nuestra mano cuando salimos de casa por la mañana. Aún les quedan tres jornadas para participar en la Campaña #30díasenbici, desempolvar las que tienen guardadas en el trastero, ponerlas a punto, y lanzarse a la calle. Háganlo por rebeldía. Su cuerpo y las generaciones futuras se lo agradecerán.