Cuando creo que es imposible que nuestra clase política se supere, 2020 una vez más me dice mentalmente: «Sujétame el cubata», y se hace la magia. Vaya por delante que para leer esta columna deben tener comprensión lectora y cantidades industriales de ironía, porque después de lo vivido esta semana, solo me queda tomarme a cachondeo todo lo que estamos viviendo para poder gestionar mejor este despropósito de país en el que vivimos, o como dice un amigo, entregarme al consumo de sustancias opiáceas porque si no esto no hay que lo aguante.

Vaya semanita, ¿eh? Y nos la queríamos perder, no le ha faltado un detalle: ayusadas varias, el Rey, Cataluña, la derecha enarbolando el discurso de la okupación, Fernando Simón grabando con Calleja (¡sacrilegio!), Irene Montero en Vanity Fair, la vuelta de La Isla de las Tentaciones y su «tenemos más imágenes para ti», o Albert Rivera paseándose por las televisiones presentando su libro, vendiéndonos haber sido un juguete roto de la política, un mártir. Pablo Motos y Bertín Osborne lo entrevistaron esta semana, menudos tres ingenieros, líderes de opinión del cuñadismo.

Agiten todo esto, con mucho ruido, crispación, algo de manipulación partidista y poca gestión y tendrán como resultado una semana más en la que retrocedemos en vez de avanzar, en la que los datos de la pandemia en nuestro país no dejan de ascender y ya podemos decir, es oficial, la segunda ola ha llegado con El Corte inglés y su clásico spot de otoño.

Tras volver de pasar unos días en Murcia, donde la situación y la crisis sanitaria es preocupante debido al elevado número de contagios, llegaba a Madrid con un panorama no mucho mejor.

Siguiendo el protocolo institucional o, como diría yo, perdiendo el tiempo y dejando pasar unos días estupendos para haber tomado medidas y no dejar que el virus se siga propagando por la capital, era el pasado lunes cuando se reunían el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Díaz Ayuso. ¡Qué puesta en escena! ¡qué de banderas! que de tó por tó para escenificar la nada. Reunirse para salir a decir que van a reunirse más y a coordinarse para reunirse mucho. Fin.

¿Qué les parece? ¿No les recuerda un poco a la frase de Leire Pajín cuando Zapatero y Obama, aquello del encuentro interplanetario? Pues eso.

Los equipos de ambos Gobiernos midiéndose los egos para nada; bueno, sí, para que Miguel Angel Rodriguez, jefe de gabiente de Ayuso sea despedido, llevándose como logros la portada de la presidenta a lo virgen Dolorosa en el diario El Mundo, el despliegue de banderas del lunes y discurso vacío de una Díaz Ayuso, quien una vez más nos ha demostrado su finísimo don de palabra, dejándonos un discurso brillante: «Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España?». Me río por no llorar, porque es desolador tener a la peor clase política en el peor momento de la historia reciente de nuestro país.

La semana ha ido avanzando con el confinamiento de varios barrios del sur de Madrid a la espera de ver la evolución de las cifras de contagio y fueran pasando los días para ver cuáles iban a ser las medidas de restricción que ambos Gobiernos en 'cogobernanza' adoptarían. Ilusa de mí.

El confinamiento de varias zonas en estos días no tiene mucho sentido y les explico porqué: la mayor parte de las personas de esos barrios salen a trabajar al resto de zonas de la ciudad no confinadas, no tiene mucho sentido ¿no creen? No vale con restringir, hay que parar la ciudad, ante la irresponsabilidad ciudadana y la falta de gestión de la ciudad estos meses atrás, pero, claro, cerrar Madrid es hundir a las empresas, autónomos, hostelería, etc.

Pero no sé a ustedes, a mí lo que verdaderamente me preocupa es lo peligroso del discurso que se está sacando a la calle en torno a estos confinamientos. ¿Recuerdan las caceroladas de Nuñez de Balboa? Pues las protestas de los barrios confinados de estos días me parecen la misma irresponsabilidad, aunque solo diré una cosa: en Núñez de Balboa no hubo ni una carga policial; en Carabanchel, las personas que salen a manifestarse no están teniendo la misma suerte. Juzguen ustedes, yo no quiero jugar al mismo juego político y participar de un debate de clases, porque es justo a lo que la manipulación política nos quiere llevar y me niego.

Es una obviedad que los contagios están haciendo daño a las clases más deprimidas, es así, y deberíamos estar protegiéndoles y ayudándoles, no arengando un discurso que genera que los extremos se crezcan. Protección, ayuda y volver a la nueva normalidad para que no se destruya más empleo y se pueda convivir con el virus. No hay nadie en la Comunidad de Madrid que sepa hacer algo, no sé... ¿gestionar? Y no me vengan que si Pedro Sánchez porque las competencias las tiene Ayuso.

Pero todavía quedaba lo mejor, cuando pensaba que tras las banderas no sentiría más vergüenza ajena al ver un acto político, llegan Aguado y el consejero de transportes en la Comunidad de Madrid, se bajan al Metro, convocan a la prensa y con dos cojones inauguran un dispensador de gel, diciendo que se han instalado doscientos por el resto de las estaciones. ¿Qué les parece? Oye, el sueldo sudao y ganao, máquinas. Eso sí, limitar el transporte público o generar más frecuencia de trenes para evitar las aglomeraciones en las horas punta, paqué. Si no hay ningún contagio en el metro, lo de prevenir, ya, eso para otro día.

Pero esto ha sido un no parar y aún quedaba una ayusada más, la traca final para una semana dura de trabajo y coordinación para reunirse más y mucho. Toda la semana olía mi confinamiento, ya que Lavapiés y Antón Martín daban unos números similares a los de otros barrios confinados, pero cuál fue mi sorpresa cuando al anunciar las medidas, Ayuso pilla la calle del medio, desoye las recomendaciones de Sanidad pública y hace su santa voluntad poniendo más parches, cerrando nuevos barrios en el sur. Querida, me levanto a aplaudirte porque es imposible hacerlo peor. De esta manera se rompía el buen rollito de las banderas y una vez más los ciudadanos de Madrid se encuentran desprotegidos, teniendo al mando a una señora que no tiene ni idea de lo que hace. Igual habrá que explicarle a Isabel lo que significan las palabras gestión, coordinación y trabajo en equipo entre Gobiernos, pero, mientras, los días pasan y todo mal. Acuérdense de que veremos cerrar Madrid en unos días, y aunque les escriba con ironía y sarcasmo, lo grave de todo esto es que sigue muriendo gente, el virus sigue aquí, la sanidad y los profesionales siguen sufriendo y la atención primaria no puede más, esto es lo grave. Los negocios, empresas y profesionales, también, pero desde hace seis meses vivimos esta pesadilla. ¿Qué han estado haciendo los responsables políticos de la comunidad madrileña? En fin.

Madrid me duele, me apena ver la ciudad a medio gas, que parece repetir como el día de la marmota un eterno domingo de agosto con la mitad de gente y de actividad, pero ya lo dice Sabina: «Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo de Madrid».