El calendario de celebraciones extraoficiales no registradas por la ONU, habrá que añadir al Día del Watusi (el personaje de Francisco Casavella que nos convoca cada 15 de agosto) el Día del Dedazo, que a partir de mañana, 28 de septiembre, tendrá como protagonista, en la Región de Murcia, a Ana Martínez Vidal. La reunión telemática del Comité Ejecutivo Nacional de Ciudadanos incluye en su orden del día la designación de las direcciones territorales del partido en toda España según el criterio de un tal Cuadrado, vicesecretario de la organización en quien Inés Arrimadas tiene puestas todas sus complacencias. Carlos Cuadrado, el hombre del Dedo Mágico que cada día se lo lava con gel hidroalcohólico anti participación de militantes, si es que alguno queda.

Mañana es el día, y han tardado. Ciudadanos renovará todas las direcciones territoriales, o no. Algunas seguirán como hasta ahora, pero bendecidas a futuro. Otras cambiarán a gusto del aparato nacional, y otra más, como la Región de Murcia (el único caso en que se prolonga en el tiempo una Gestora también designada a dedo, pero como tal Gestora, provisional) adquirirá la condición de jefatura oficial.

Ciudadanos es un partido imprevisible, porque en realidad no es un partido, sino un núcleo de dirigencia, y así se establece en la práctica en sus estatutos (todo para el pueblo, pero sin el pueblo, y mucho más, sin los militantes, si alguno quedara), de manera que es arriesgadísimo aventurar cualquier decisión. Pero a la vista de que la designación de Martínez Vidal como líder territorial está decidida desde hace muchos meses, sería extraño que quedara aplazada cuando todos los dedazos han quedado emplazados para mañana. O sea, que sí. La consejera de Empresa pasará a ser la jefa del partido en la Región sin someterse directamente a la urna, cosa que hace hasta el antiautonómico Vox con primarias directas, más o menos tuteladas, pero ¿eso qué importa? La apoya la Gestora que ella misma sugirió a la dirección central, como no se ha recatado en presumir ante la prensa, y hasta los dos consejeros de Cs que la acompañan en el Gobierno de López Miras, sobre los que tampoco ha dejado de señalar sus nombramientos como decisión suya. Con la excepción, claro, de Isabel Franco, que fue quien se presentó a las elecciones en calidad de candidata a la presidencia y que, al parecer, luce su título de vicepresidenta del Gobierno de manera indebida para el nuevo estatus diseñado desde arriba, que contempla ese título institucional para la que será la nueva jefa del partido.

La designación de Martínez Vidal como coordinadora regional de Cs no va a traer problemas, pues es algo que ya se daba por supuesto desde casi el principio de la actual legislatura. De hecho, la consejera ejerce como líder, sobre todo desde que se instituyó la Gestora, y no hay más que acudir a Twitter, una red desde la que quienes teóricamente dirigen el partido y los cargos públicos del mismo le expresan su adoración (a veces como si hubiera que pasar lista: el que no se manifieste pasa por sospechoso), siempre con tan abundante insistencia que cabe preguntarse cuánto tiempo dedican al trabajo si están todo el día dándose coba en las redes públicas y en los foros privados.

No puede haber sorpresa en la elección de Martínez Vidal, pues hace tiempo que ejerce como líder en la práctica. No sólo por el diseño ad hoc de la Gestora o de los titulares de las consejerías de Cs en el Gobierno, sino por otro tipo de decisiones, tanto en política parlamentaria (siempre cuidadosamente en armonía con la patronal CROEM, pilar básico de su prestigio como consejera de Empresa) como en otras iniciativas que no corresponden a sus competencias formales.

Por ejemplo, la elección del presidente del Consejo de la Transparencia, cuya sugerencia debería corresponder a la consejera titular de ese epígrafe, Beatriz Ballesteros, también de Cs. Sin embargo, la oferta al juez Pérez Templado (curiosamente más en la órbita del PP que de Cs) se produjo en una visita de Martínez Vidal, acompañada del presidente de la Gestora, Jerónimo Moya, a la residencia del magistrado en Cabo de Palos. Y le dijo a uno de sus hijos: «Tienes que convencer a tu padre para que acepte el Consejo de la Transparencia» (cito lo que Pérez Templado ha contado a terceros). La de Empresa también es quien se ha dirigido en la Asamblea a responsables del PSOE para intentar negociar ese nombramiento. Con esto quiero decir que, antes de que mañana la nombren coordinadora de Cs, Martínez Vidal ya ejercía como tal, desde luego en la seguridad de que tenía apalancado ese cargo. Un cargo que se hacía esperar mientras había que tomar decisiones en la política regional, y ella decidía tomarlas. Algún responsable del segundo escalón de Cs en el Gobierno también me hace llegar que existe la indicación de que cualquier relación de los consejeros del partido o de sus responsables institucionales intermedios ha de pasar por la consejera Portavoz, es decir, ella debe estar al tanto de todo contacto PP-Cs, algo que no es atribuible a su condición de mera consejera encargada de unas competencias concretas. Lo que quiero decir es que lleva ya tiempo ejerciendo de vicepresidenta sin ser ni siquiera coordinadora del partido. Significa esto que la confianza en ella, desde arriba, es total, y así lo interpreta.

Digo que su nombramiento como coordinadora regional no traerá problemas porque en Cs no hay músculo crítico, y ni apenas militantes, pues los que había comprobaron que carecen de capacidad de intervención. Los que podrían oponerse se han ido ya o están en algún aparcamiento temporal. Pero el siguiente paso será conflictivo, pues consiste en convertir a la consejera de Empresa en vicepresidenta del Gobierno en sustitución de Isabel Franco, y esto no será fácil. No será fácil por las buenas, quiero decir. Por las malas, es bien sencillo: Cs pacta con López Miras una remodelación que incluya la destitución de Franco, que el presidente aprovecharía para recolocar algunas piezas de su propia estructura, y todo resuelto. O no tan resuelto, pues el sector de Martínez Vidal mantiene la sospecha de que un cese abrupto de Franco podría tener consecuencias, tal vez no previsibles, en el Grupo Parlamentario de Cs y, por extensión, en la propia estabilidad del actual Gobierno. Piénsese que el Grupo Vox, cuña garante de la mayoría parlamentaria PP-Cs, está escindido, lo que aunque ahora favorece a López Miras (el presidente negocia con una parte o con otra, a discreción) podría traer alianzas inciertas si el Grupo de Cs, al que Franco pertenece, se resquebrajara.

Sin duda, por esta razón, desde la cúpula nacional de Cs pretenden que Isabel Franco, como ya se relató aquí, acepte voluntariamente la renuncia a la vicepresidencia, ofreciéndole a cambio cualquier cosa, incluso consejerías que están en el ámbito del PP. Pero la vicepresidenta permanece enrocada, tal vez a sabiendas de que si cede su posición al poco sería destronada de todo poder, pues no cuenta con simpatías en la dirección nacional (abocadas todas en la Portavoz del Gobierno) y menos en la regional, en manos ahora y después del equipo político de Martínez Vidal.

Llegados a este punto cabría preguntarse:: ¿Qué morbo tiene la vicepresidencia del Gobierno, capaz de generar una crisis interna en Cs que está a punto de expresarse? Ninguno. Si mañana destituyeran a Isabel Franco de la consejería de Política Social y sus Etcéteras y quedara solo como vicepresidenta apenas tendría a su disposición un despacho y una secretaría sin funciones. La vicepresidencia del Gobierno no tiene competencias, salvo tal vez sustituir al presidente cuando éste viaje al extranjero, a Nigeria pongamos por caso, o suplirlo en actos protocolarios a los que López Miras no quiere acudir por incompatibilidad ideológica. Ser vicepresidenta del Gobierno regional de Murcia es equivalente, en la práctica, a ser condesa de Villa Bollullos. Un título nobiliario en una monarquía republicana. Nada.

Pero esto es a efectos de la política regional interna. En Cs, ese título tiene un valor. Hay cuatro Comunidades autónomas en que Cs gobierna con el PP como partido minoritario que conforma la mayoría con Vox o sin Vox desde fuera del Gobierno, según el caso: Andalucía, Madrid, Castilla-León y Región de Murcia. Los vicepresidentes de estos Gobiernos son los interlocutores ante la dirección nacional de Cs, y en todos los casos, menos en el de Murcia, donde hay una Gestora, son los coordinadores regionales del partido. Esto es lo que da poder a los vicepresidentes: el partido, no el Gobierno. También se da la circunstancia de que en todos los casos, hasta ahora, los vicepresidentes son quienes aparecieron en los carteles como líderes electorales. A la primera a quien quieren derribar es a la de Murcia para poner en su lugar a quien iba en las listas de Cs en la tercera plaza.

Hay otra cuestión a considerar. Tal vez fuera posible ejercer la vicepresidencia como autoridad para coordinar la parte del Ejecutivo comandada por Cs, pero ahí Isabel Franco no ha tenido oportunidad desde el principio, pues los consejeros ajenos a la organización (Universidades más Empleo y Transparencia fueron acarreados por su competidora, Martínez Vidal), de manera que la de Empresa le comió la tostada desde el primer momento. Franco ha estado sola, aislada, y predeterminada para acabar en el matadero. El pulso entre Franco y Martínez Vidal no se ha resuelto en el ámbito de las respectivas habilidades para la gestión, sino en el de la predisposición para manejarse en un coto profesional como el de la política en el que, a la vista está, Martínez Vidal se maneja con evidente desparpajo y acumulada experiencia, aunque haya dejado un rastro de decisiones que podríamos calificar bondadosamente como ingenuas.

La evidente crisis de Cs que se derivará del previsible Dedazo de mañana tendrá consecuencias inmediatas, al menos en el Gobierno, pues el cambio por las buenas o por las bravas en la vicepresidencia del Gobierno en que derivará todo esto arrastrará cambios en el Gobierno regional más allá de este ajuste formal. Hay miembros de Cs en espera de entrar al Gobierno, probablemente Juanjo Molina, actual portavoz parlamentario de Cs, a la consejería de Política Social que desalojaría Franco, aunque tiene en contra la dificultad de ser sustituido en su actual función. Y no sería extraño que alguno de los dos miembros actuales de la Gestora fuera recompensados por su alabanciosidad a la nueva lideresa.

Tendrá gracia o interés cómo se conjuga el futuro con una coordinadora, Martínez Vidal, entregada al proyecto futuro de Murcia Suma (PP/Cs) con un portavoz local de la capital que ahora la apoya junto al 'club de los arroces', Mario Gómez, quien ya mantiene con el PSOE un pacto implícito para alcanzar la alcaldía de la ciudad de Murcia martilleando con la fórmula socio/opositor del PP.

Son muchos flecos acumulados y otros tormentos por venir en que la nueva coordinadora tendrá que probarse. Si lo hace bien, tal vez el año próximo por estas fechas debamos celebrar el Día del Dedazo. Cosas más raras, en política, se han visto.