Aunque Machado la considerara «rompeolas de toda España» en el inicio de una terrible guerra civil que provocó el golpe de Estado fascista, Madrid no tiene playa. En Murcia, por tanto, podemos estar tranquilos, pues por muchos soldados que reclame la capital para combatir el Covid, hasta 8.000 sabe contar la abendarada IDA, siempre nos quedará la marina.

Máxime si contamos con Cartagena, base militar naval con todo tipo de buques de guerra para combatir a los inmigrantes, que parece ser el gran problema en nuestra Región a tenor de, sí, el partido más votado. Incluso estamos capacitados para rematar, con nuestros submarinos, a aquellos que perezcan en la travesía. Conocemos muy bien cómo se mueven porque somos tierra de inmigrantes.

Solución final también habría que dar a la ocupación y a los menores extranjeros no acompañados, que son las otros dos relevantes lacras que nos asolan a juicio de los que, por ahora, solo disparan mentira tras mentira.

Capaces de pagar los cayucos para aplicar el esclavismo en sus campos y, a la vez, bombardearlos ante la opinión pública no cesan de sembrar miedo con sus sombras y palabras.

Eso sí, han logrado erigir una nueva triada en los retos de esta tierra hambrienta y seca. Frente a la desigualdad (pobreza, desempleo, bajos salarios y pensiones, temporalidad?) y el recorte de las políticas sociales (sanidad, educación, protección) y medioambientales (Mar Menor, desertización?), sitúan la mirilla en las entelequias de la inmigración (que sostiene al sector agroalimentario y a nuestros mayores), la inexistente ocupación de viviendas, que llevan el sello del deshaucio, y en los escasos jóvenes inmigrantes que, contra viento y marea, acogemos.

Discípulos de Trump prefieren incitar al odio que a la concordia para recolectar votos.

Por militares y curas, que es la vacuna que nos quieren inocular, no será, pero a mí que no me lancen su salvavidas.