Estamos viviendo en la era de Instagram? Si le preguntamos esto a cualquier adulto nos responderá con un rotundo ¡no!, muchos ni siquiera conocerán esta red social. Sin embargo, para la mayoría de jóvenes significa el punto de encuentro, ese espacio donde se ha construido una nueva dimensión simbólica de relaciones sociales. Pero, ¿qué tendrá que ver todo esto con el movimiento ecologista y la defensa del medioambiente? En realidad, poco o nada, pero me gusta partir de relaciones inconexas para llegar a reflexiones y debates con cierta coherencia narrativa.

Me propongo hablar de la capacidad de agencia que está adquiriendo la juventud respecto a la defensa de la tierra, el medio ambiente y el cambio climático, pero para ello es conveniente realizar antes una breve revisión de los movimientos sociales durante el siglo XX para aterrizar en la época actual.

Pocos se atreven a cuestionar que el movimiento obrero ha sido el modelo hegemónico de acción colectiva y política durante la mayor parte del siglo XX en toda Europa. Muchos intelectuales, artistas, académicos y líderes de opinión entendieron que las revoluciones o cambios sistémicos profundos tenían que dimensionarse desde los postulados marxistas de capital-trabajo. La elevada capacidad de influencia del sindicalismo obrero, las experiencias de regímenes comunistas junto el afianzamiento de los partidos obreros por toda Europa eran un claro reflejo de la unidireccionalidad de la acción colectiva, especialmente de aquella que perseguía revertir el actual sistema.

Cuando llegamos a finales de los años 60, mientras en España todavía nos encontrábamos en esa etapa que algunos historiadores la han catalogado como 'tardofranquista', en Europa (y por todo el mundo) se gestó uno de los acontecimientos históricos más memorables y, ¿por qué no decirlo? romantizados de la historia de los movimientos sociales: Mayo del 68. Para intelectuales de la talla de Immanuel Wallerstein (sociólogo fallecido recientemente) se trata de una data que significó un punto de inflexión en lo que él teorizó como el Sistema-Mundo. Desde entonces, aparecieron en la escena nuevos actores con un elevado potencial para repensar el orden establecido y erigirse como alternativa movilizante en contraposición a la tradicional lucha de clases. Se les conoce como Nuevos Movimientos Sociales (aunque dicho adjetivo era altamente susceptible de perder aceptación sintáctica con el paso del tiempo) y apuntaban sus luchas a la defensa de los derechos civiles, el feminismo, el ecologismo, y a todo aquello que tuviera un cierto componente de reivindicación identitaria. No cabe duda que introdujeron nuevas figuras al tablero de ajedrez, y estas fueron utilizadas por la mayoría de partidos políticos progresistas.

El ecologismo como movimiento social siguió un curso similar al resto de movimientos sociales aunque con una singularidad patente: se fue instituyendo como un movimiento-lobby liderado por expertos académicos sin establecer suficientes lazos intersectoriales con las clases populares. Mientras tanto, si cruzábamos el Atlántico y mirábamos hacia el sur se podría observar una trayectoria del ecologismo muy distinta: en Latinoamérica primaba la transversalidad de las luchas sociales, anticoloniales e indígenas.

Con la melodía de fondo procedente de América Latina, nos adentramos en el nuevo siglo, el cuál vendrá fuerte en lo que a movilización social se refiere. En la primera década se fueron gestando nuevas expresiones de movilización social coincidiendo con lo que algunos tecnófilos denominan la era de la información y la comunicación (15M, Primavera Árabe, Occupy Wall Street, etc.). Debates aparte respecto a la conveniencia de dicha categoría, lo cierto es que tuvieron un alto carácter innovador y sembraron un nuevo paradigma en el campo de los movimientos sociales.

En la actualidad sobresalen tres actores colectivos en el terreno de las luchas sociales: las mujeres, las personas jubiladas y la juventud, asociadas al feminismo, a la defensa de las pensiones dignas y al ecologismo, respectivamente. La relación identitaria entre mujeres y feminismo, así como de personas jubiladas y defensa de las pensiones es directa, pero ¿qué ocurre con la juventud que encabeza acciones de protesta en defensa de la conservación del medioambiente ya sea en los centros educativos, a través de asociaciones o mediante el ciberactivismo? ¿qué razones explican que en la era de Instagram muchos adquieran un compromiso activista relacionado con el asunto ecologista? Cuando escuchamos a una joven de 14 años liderar una campaña de concienciación por el medio ambiente o, por ejemplo, vemos a centenares de adolescentes organizar en todo el país una huelga estudiantil para alertar de las consecuencias del cambio climático, tenemos que advertir que esos mismos chicos y chicas frecuentan diariamente las redes sociales (¡y no pasa nada!), muchos proceden de familias trabajadoras y, además, poco o nada tiene que ver sus repertorios de acción colectiva con el movimiento-lobby de los años precedentes. Situar a esta juventud en movimiento en el mismo plano analítico que el 15M o Mayo del 68 puede resultar un tanto pretencioso, sin embargo la capacidad de agencia que están demostrando unido a los mecanismos innovadores de comunicación, difusión y transmisión del discurso están siendo, como poco, alentadores del futuro próximo que nos espera como sociedad. Hasta donde llegue su nivel de transversalidad e intersectorialidad es un hecho que comprobaremos con el tiempo; en la actualidad nos basta con subrayar la valentía que están demostrando en el complejo escenario del activismo social.