El inminente estreno de Patria, y el pésame de Sánchez por la muerte de un etarra, han rescatado del olvido qué fue la lucha contra ETA. Quieren disfrazarlo de conflicto político, y difuminar que ganó la gente de la calle. Quieren esconder que esa gente de bien triunfó, y que al mal se le aplastó.

Los españoles somos únicos para muchas cosas, pero particularmente somos especialistas en despreciar nuestra historia y nuestras conquistas, y yo quiero contar a mis hijos cuándo se derrotó al terror y triunfó el bien. Que cada semana había un atentado, y que ese monstruo de siete cabezas mordía, comía y quemaba a todo aquel que no le apoyara. Que sepan que mientras el terror duró, el abuelo, mi padre, cada mañana tenía que esperar dentro del portal a que vinieran a buscarle del cuartel, y sólo subirse al jeep cuando el entorno era seguro. Tenía que tratar de ir cada vez por un camino distinto, aunque fuese a comprar el pan, para evitar que pudieran esperarle a la vuelta de una esquina. O cuando tenía que llevar la pistola encima, y un día se le cayó en misa, porque hubo épocas enteras que él, y todos los militares, policías nacionales y guardias civiles estaban bajo amenaza de muerte. Que había que mirar siempre debajo del coche por si había premio. O al llegar a casa, esperar a que la puerta del garaje se cerrara, antes de subir. Y que vivíamos todo eso con la mayor naturalidad del mundo, porque era rutinario y aquello duró mucho tiempo.

Mis hijos, y los tuyos, tienen que saber que hubo gente que saltó por los aires haciendo la compra una tarde en Hipercor, o que unas niñas murieron mientras jugaban en la casa cuartel de Vic. Y que también volaron con coche bomba, o fueron tiroteados, políticos, profesores de universidad, empresarios, fiscales o jueces. Cualquiera que se moviera en la dirección equivocada. Que hubo mártires como Ortega Lara o Miguel Angel Blanco. Y héroes como Irene Villa, que perdona pese a todo. Y hubo también villanos, claro. Muchos. No son dignos de un comentario.

Que quemaron nuestra bandera y hasta quisieron matar a nuestro Rey. Que a ese monstruo lo aplastaron mil veces, y mil veces revivió. Que ni el general Galindo de Intxaurrondo, con la guerra sucia de pagarles con su misma moneda, consiguió vencerles. Y que sólo ganamos cuando toda la gente de este gran país que somos nos unimos, nos echamos a la calle. Cuando la indignación fue mayor que el miedo, cuando la gente se armó con la fuerza de la decencia, la paciencia harta, y las manos blancas. Limpias de sangre. Nosotros no matamos. Fue entonces cuando venció el bien.

Y así, cuando en los libros, si algún día se estudia la guerra contra ETA, lean algún eufemismo del tipo 'Proceso Euskaldun', sepan que lo que hubo en realidad fue una banda de asesinos que aterrorizaron a toda España a fuerza de poner bombas y sacar pistolas.

Yo quiero que mis hijos, y los tuyos, sepan qué pasaba en los 80 y en los 90. Y que a su vez lo cuenten a sus hijos. Que por muchas generaciones no se olvide que hubo demonios y hubo asesinos, pero que fuimos nosotros quienes vencimos. Nosotros. Los buenos. No ellos.