El pasado lunes se conmemoraba el Día Internacional del Alzheimer. Una llamada a la conciencia social en torno al avance de esta enfermedad degenerativa de la actividad cerebral y que se extiende por nuestra Región acompañando al envejecimiento de la población.

Mientras en el año 2006 la cifra de pacientes mayores de 65 años rondaba los 8.000 diagnosticados, quince años más tarde suman más de 18.000.

Luchar contra esta dolencia no representa a una de las niñas mimadas de las inversiones en investigación médica o farmacológica. Menos en estos tiempos donde todos los recursos se dirigen contra el coronavirus. Así que no es muy probable que en décadas se encuentre un remedio, máxime cuando los escasos avances se orientan hacia el hallazgo de biomarcadores cuya manipulación preventiva evite el debut de la enfermedad.

Buena parte de esos 18.000 murcianos que padecen Alzheimer viven en residencias asistidas. Generalmente aquellos con los estadios más avanzados mientras que el resto se mantiene con sus familias mientras les procuran la asistencia a Centros de Día en la medida de sus posibilidades y las de las administraciones públicas.

Tanto unos como otros reciben terapias cognitivas y de habilidades motoras con las que, al menos (junto al cariño de sus cuidadores y familiares), se intenta ralentizar lo imparable.

Y es esto lo que está destruyendo la pandemia. Aislar y confinar a estos pacientes cuando se decide suprimir las visitas a los establecimientos de mayores o cuando se cierran los Centros de Día supone levantar esa presa de contención de la enfermedad y acelerar de nuevo el curso del deterioro.

Lo dicen los expertos, está a la vista de cualquier familiar, cómo estos periodos precipitan el borrado mental (imágenes, recuerdos, vocabulario) y físico ( motricidad, tareas domésticas básicas y de aseo personal).

Debe y tiene que existir otra solución para evitar los contagios entre residentes y alumnos que no sea la de suprimir sus rutinas.

Adoptados los correspondientes protocolos de seguridad, como se hace en colegios, centros de trabajo, hostelería, hospitales, centros de salud, dependencias públicas de todo tipo... ¿cuál es la razón por la que, sin embargo, se toman medida tan drásticas para estas personas? ¿se ha consultado al respecto con los profesionales que los atienden y preocupado por estudiar medidas alternativas?

El alejamiento de los suyos y la interrupción de sus actividades para protegerlos del coronavirus los expone al avance más rápido de esta patología: Alzheimer.