Cartagena es la ciudad de las mujeres. Todas las instituciones de referencia, políticas y sociales, están comandadas por señoras. Puede tratarse de 'un acontecimiento histórico planetari0' al modo de las reflexiones de Leire Pajín, de una casualidad insólita como cuando improbablemente a alguien le toca la lotería, o tal vez de una sucesión de decisiones conscientes encadenadas en que el hecho de que una mujer disponga de una dirigencia conlleve que las fuerzas opuestas decidan que el valor que presenta lo femenino debe ser contrarrestado con las mismas armas. No merece la pena detenernos en la causa de la consecuencia, pero es lo que hay.

Hagamos recuento. Ana Belén Castejón, alcaldesa; Noelia Arroyo, vicealcaldesa, y el próximo año, alcaldesa, con Castejón de vicealcaldesa; Ana Correa, presidenta de Coec, es decir, de los empresarios de la comarca; Yolanda Muñoz, presidenta de la Autoridad Portuaria, empresa pública estratégica, boyante e influyente, tesoro económico de Cartagena y de la Región. Por si faltara alguien, hace unos meses el rectorado de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) fue asumido por Beatriz Miguel, que es además la primera rectora española de una universidad politécnica, y la secretaría general, su número dos, está también en manos de una mujer, Rosa Abadillo. Da la casualidad o no de que por primera vez desde el inicio de la autonomía murciana, en esta legislatura se decidió que Cartagena fuera la sede oficial de una consejería, la de Turismo, cuya titular es María Cristina Sánchez. En el Ayuntamiento, además, el Grupo Municipal de Podemos ha estado liderado por Pilar Marcos, y tras su dimisión se ha hecho cargo Aurelia García.

Lo dicho: mujeres con mando en plaza en todos los principales estamentos de la política y de la gestión de lo público y lo privado. Cartagena, la ciudad de las mujeres. Vale, pero no aplaudamos todavía.

En lo referente a la política, la alcaldesa, Castejón, es en la práctica una personalidad independiente, junto al resto de su grupo, pues fueron expulsados de su partido, el PSOE, precisamente por instituirse aquélla como tal mediante un pacto a tres bandas junto al PP y Cs que la dirección regional socialista no aprobaba. Arroyo, por su parte, será alcaldesa en el último tramo del mandato, pero sin disponer de la dirección local de su partido, el PP, en manos de quien aspiraba a ser alcaldable, Joaquín Segado, recolocado primero en la Autoridad Portuaria y después en la portavocía del Grupo Popular en la Asamblea, pero en modo alguno dispuesto a soltar el control del PP en Cartagena en favor de Arroyo.

En realidad, bajo la apariencia del gineceo excepcional que presenta la política cartagenera bullen dos familias (en este casi ni siquiera políticas sino parentales), los Segado (PP) y los Torres (PSOE). Y enmedio, el Movimiento Ciudadano, liderado por el incontrolable José López, que constituye en sí mismo un fenómeno distorsionador para cualquier estrategia convencional tanto de quienes ejercen en el gobierno municipal como de los que aguardan en los aparatos de los distintos partidos para reemplazar a las señoras que eventualmente gobiernan el Ayuntamiento. Pero López tampoco puede dejar de estar inquieto. Es líder de un partido enraizado en los flecos del cantonalismo cartagenero, evidentemente populista y de práctica poco ortodoxa, que ha dejado abundantes testimonios de su incomodidad con el hecho de que las mujeres gobiernen Cartagena, a veces con expresiones zafias que están ampliamente registradas. López puede presumir de que a pesar de esto, ha llevado a un partido local que contaba con una mínima representación en el Consistorio, a hacerlo ganador, aunque sin la mayoría necesaria para poder gobernar, pues en el trayecto rompió amarras tanto con el PP como con el PSOE, e incluso, de soslayo, con Cs.

Movimiento Ciudadano, por increíble que parezca, mantiene una sostenida tendencia de crecimiento electoral, pero no podrá volver a gobernar (como hizo en el anterior mandado mediante un pacto con el PSOE de Castejón, también a la contra, pero consentido inevitablemente por la dirección regional de la etapa González Tovar) si no es sumando sus votos a los de Vox, otra opción imprevisible, en caso de que ambos partidos pudieran sumar el número mágico de la mayoría. Esto se deduce tanto del hecho de que puedan darse identidades ideológicas más allá de la política local como de que la experiencia constata que en elecciones generales y autonómicas el partido de López, que no se presenta a ellas, hace préstamos tanto a Vox como a Cs que luego repesca en las municipales.

Pero ya digo que López no puede tenerlas todas consigo. Su número dos, Jesús Gallo, al parecer es consciente de que salvo el milagro de la conjunción MC-Vox no hay futuro de gobierno para su partido si permanecen cerradas, por el carácter personal del líder, las puertas de PP y de PSOE, de modo que podría estar planteando un relevo en la cúpula para hacer del partido localista un agente más transversal. El problema, claro, es que el carisma, o lo que sea con que definamos la gracia que una parte de cartageneros le ve a López, es intransmisible, pero también es cierto que sus maneras lo marginan a un espacio en que, como es visible, no solo le resta posibilidades de acuerdo con otras fuerzas políticas sino que provoca en prevención a él pactos impensables como el vigente entre los concejales elegidos en nombre del PSOE, del PP y de Cs. Después de dos mandatos, el último en trayecto, con López de estandarte, hay quienes en Movimiento Ciudadano creen que el crecimiento a futuro pasaría por un partido que pudiera complementarse con otros para optar al poder y abandonar la política de la pataleta contra todos.

A esto se une que el PSOE, formalmente fuera del Ayuntamiento, ha caído en manos de los Torres, una familia que desde el inicio de la Transición gobierna una de las agrupaciones del partido en Cartagena, caracterizada por haber puesto a conveniencia de sus intereses de parte el poder orgánico a su mano, incluso salvando escrúpulos como el de sugerir el voto en elecciones para otras fuerzas políticas en las fases en que las direcciones regional o local del PSOE no han avalado las pretensiones de ese sector. Los Torres han hecho valer siempre su poder en la precaria organización local del PSOE cartagenero hasta que, aprovechando el vacío que provocó la crisis de la expulsión de Castejón, han alcanzado la dirección local en pleno, con Manuel Torres a la cabeza. Se trata de un líder local en quien el PSOE, como en el caso del PP con su presidente local, Joaquín Segado, no ve el perfil adecuado para presentarlo a las próximas elecciones municipales, pero a los Torres el liderazgo institucional nunca les ha preocupado, sino su influencia en él.

La nueva dirección socialista, con los Torres al frente, estaría dispuesta a establecer lazos con el Movimiento Ciudadano, para lo cual sería necesaria una inflexión en este partido que podría empezar por la jubilación política de López. Esa es la estrategia a futuro, aunque se supone complicada porque López se considera el hacedor del Movimiento Ciudadano, y su salida de la primera línea no puede producirse a empujones. Tal vez sería más práctico conducirlo al Parlamento autonómico en una coalición de partidos localistas y regionalistas que se está gestando con exmilitantes de Cs. Mientras tanto, Gallo y Torres, Torres y Gallo diseñan un posible futuro de acuerdo, aunque es algo que está todavía muy en ciernes. Pero hay un camino.

Para agrandarlo, Torres busca hueco en el actual Grupo Municipal de su excompañera Castejón, el socialista. Aspira a que la renuncia de alguno de los actuales concejales expulsados permita el acceso de Ángel Rafael, que si bien fue su competidor en las elecciones para la secretaría local, está plenamente integrado. Si hubiera una oportunidad para él podría asegurarse que el PSOE cuenta con un concejal en el ayuntamiento de Cartagena, y desde ahí establecer una política. Tras la expulsión de Castejón, el PSOE nombró una gestora al frente de la cual situó a Lourdes Retuerto, a la que hizo inmediatamente senadora autonómica, y con ella inició una política de oposición al gobierno Castejón-Arroyo desde fuera del Ayuntamiento que al poco abandonó porque la estrategia no tenía pies ni cabeza, dado que Castejón se seguía proclamando socialista y exhibía el programa avalado por su partido. Los motivos más habituales de conflicto con Castejón se producen con la delegación del Gobierno, pues la alcaldesa es consciente de que José Vélez, como secretario de Organización, fue el agente decisivo de su expulsión, pero salvo contra éste, cuida de no enfrentarse a otros responsables del PSOE, ni siquiera a Diego Conesa, y tampoco gesticula contra el Gobierno nacional, algunos de cuyos ministros la arroparon en las elecciones y siempre mantuvo un buen hilo con el secretario de Estado de Fomento, Pedro Saura. Si no fuera porque fue expulsada del PSOE podría decirse que Castejón es la perfecta alcaldesa socialista para lo que habría que obviar, digo, la tirria con el delegado del Gobierno.

Los Torres nunca han sido unos negociadores previsibles. En política, compran y venden al mejor postor. Y aunque el secretario general, Manuel, pertenece a nueva generación, la casta es la casta. Hay quienes aseguran que, a pesar de la enorme distancia personal entre Castejón y esta familia, no sería extraño que la alcaldesa estuviera recibiendo por algún conducto sugerencias para garantizarle un futuro político a cambio de que el PSOE pudiera abrirse hueco de algún modo en la política institucional. Castejón está fuera del PSOE y éste no parece dispuesto a rectificar, pero cualquiera que hable con ella puede percibir que la brecha le afecta en lo sentimental si bien su fortaleza y convicción acerca de que hizo lo correcto es indestructible. «Fue el aparato del partido el que se equivocó», aseguran sus partidarios.

Frente a los Torres, y bajo el paisanaje femenino de la ciudad, aparecen los Segado, en el PP. Cuando entraron en política, en la prehistoria de todo esto y en los alrededores de Pilar Barreiro, fueron bautizados junto a otros correligionarios como La Quinta del Biberón. Desde entonces no han abandonado las poltronas ni se les conoce dedicación alguna ajena a la política. A pesar de pertenecer a la generación de PAS y de López Miras, ninguno de ambos líderes ha considerado a Joaquín apto para cumplir su sueño: ser candidato a la alcaldía de Cartagena. Eso sí, han venido disfrutando, uno y otro hermano, de cargos bien remunerados: concejalías, la dirección de la Autoridad Portuaria, escaños de diputados regionales y hasta de senadores, y finalmente, como en el caso de Joaquín, la portavocía del Grupo Parlamentario en la que se desempeña sin salirse del argumentario. Hace unos días, el otro hermano, Domingo, que llevaba un año en el paro político, entró discretamente en la Administración regional para hacerse cargo de alguna cosa, es decir, para disponer de un sueldo. Esta familia domina el PP de Cartagena, una organización ya exigua, escasamente dinámica y, por tanto, perfectamente controlable. Abrirla o ampliarla sería un riesgo para el estatus de la baronía local. Sin embargo, Noelia Arroyo, a quien el aparato local de Cartagena apoyó rutinariamente en su candidatura (venía impuesta desde la presidencia del PP en Murcia y desplazaba a su 'legítimo' titular) puede que aspire a liderar la organización local cuando tome posesión de la alcaldía, en la antesala del próximo verano. Y está claro que no se lo van a facilitar, pues la presidencia del PP es la llave de la continuidad política de los Segado.

Sí, Cartagena es la ciudad de las mujeres, un caso pocas veces visto. Pero este brillo no puede ocultar que los López, los Torres y los Segado acechan como en una de esas malas novelas.